La casa estaba vacía, en silencio y oscura. Quien sea que habitara en ella, se había ido desde temprano. Las puertas estaban cerradas, pero las ventanas estaban entreabiertas para permitir que la suave brisa de la mañana cambiara un poco el aire del interior. Una de ellas se fue abriendo de a poco, tímidamente, hasta que se detuvo. Pasó un minuto de absoluto silencio y, entonces, una figura salto desde el jardín hacia el interior de la casa, cayendo en la alfombra.
Era Martin, quien rápidamente se aseguró de colocar la ventana como estaba y correr las cortinas. Corrió todas, de hecho. Comprobó que las puertas estuvieran efectivamente cerradas y luego dejó la mochila sobre el sofá del living. Desde allí, primero se dirigió a una mesa de madera llena de fotografías. Las revolvió un poco y las dejó allí. Echó a andar de nuevo y esta vez fue directamente a la cocina. Abrió la heladera y encontró una botella de gaseosa y una bandeja con sándwiches. Corrió una silla y se sentó, comiendo los sándwiches y bebiendo gaseosa.
Luego de que se terminó la bandeja entera, la tiró a la basura y se llevó la botella, dejándola sobre el sofá. Caminó en dirección opuesta y entró directamente en la habitación más grande. Estiró los brazos y luego se arrojó sobre la cama matrimonial, hundiéndose en el colchón. Volvió a ponerse de pie y comenzó a revolver en todos los cajones que lo rodeaban, hasta que encontró algo que lo hizo detenerse. Casi en el mismo momento, escuchó voces y pasos que se acercaban. Tomó eso que encontró y corrió hacia el living. Agarró su mochila y se la puso al hombro. Mientras escuchaba como la cerradura de la puerta principal tronaba, abrió la ventana y saltó del otro lado, cayendo en el césped y escapando por los patios vecinos.
En ese momento, a varias cuadras de allí, el Flaco y Pancho habían entrado al edificio de dos plantas que funcionaba como hospital de El Jardín. En el segundo piso se ubicaban las camas con los enfermos, mientras que los consultorios y demás salas estaban en la planta baja. Allí estaban ellos, mirando como el pediatra examinaba a Luis.
-Pancho: ¿Cómo está todo?
-Pablo: Tranquilo. Déjame terminar y después hablamos.
-Pancho: Ok. Estoy un poco nervioso.
-Pablo: Padre primerizo. Si habré visto de eso antes. Tenes suerte de ser joven y poder aprender rápido.
-Pancho: Aprendemos a los tumbos entre todos.
-Pablo: La madre...
-Pancho: Murió en el parto.
-Pablo: Lo siento mucho. Los partos son...complicados en este nuevo mundo. La vida ya es complicada. Pero siempre es hermoso ver a un bebe. Es esperanzador.
-Pancho: Para nosotros también. Sabemos que acá no son muy fanáticos de los bebes, pero viendo todo lo que tienen acá, se ve que cuidan mucho a la gente.
-Pablo: Digamos que sí.
-Flaco: ¿Cuántas camas tenes arriba? Porque parece enorme. ¿Están todas ocupadas?
-Pablo: No, no todas.
-Pancho: Deben tener buena salud los de acá.
-Pablo: Esperen.
El doctor dejó al bebe y atravesó el consultorio, cerrando la puerta y regresando, sentándose detrás de su escritorio e invitando a los demás a sentarse en las dos sillas frente a ellos.
-Pablo: Bien, él bebe está bastante bien. Tiene algunos problemas de peso, pero un par de semanas acá, comiendo bien y con control, va a estar muy saludable. Por suerte tenemos mucha leche que le va a hacer bien y hay comida para él.
-Pancho: Genial. Es...es una noticia espectacular. Con todo eso, que este sano es muy bueno.
-Pablo: Si. Pero tienen que tener cuidado. No tenemos vacunas, para cuando crezca, pero podemos hacer frente a muchos problemas. Ahora, ¿ustedes conocen como viene la mano?
-Flaco: ¿Trabajar por todo lo que necesitamos?
-Pablo: Tengan cuidado. Es verdad, acá tenemos muchas camas, muchos insumos y mucho personal, pero está casi desierto.
-Pancho: ¿Por qué?
-Pablo: No hay muchos, por más que amen a sus padres, abuelos, hijos, hermanos y mujeres, casi nadie quiere trabajar, jugarse la vida por alguien que no sabes si va a sobrevivir. Muchachos, acá el que no sirve desaparece. Y no siempre es decisión de la gente.
-Pancho: ¿Qué significa eso?
-Flaco: ¿Cuándo alguien se vuelve una molestia....?
-Pablo: Muere. Los suministros escasean y no se malgastan en enfermos.
-Flaco: ¿Y cómo viven así?
-Pablo: No sé. Solamente se trata de seguir viviendo, sabiendo que te puede tocar a vos en el futuro. Y, cuando eso pase, será como un cosechar lo que plantaste. A todos nos va a llegar.
-Pancho: ¿Y entonces?
-Pablo: ¿Mi consejo? Tengan cuidado. Cuiden a ese bebe. Cuídense entre ustedes. Tengan bajo perfil y traten de vivir con lo mínimo. Cuando el pequeño Luis crezca hasta poder caminar y defenderse, les recomiendo que se vayan.
Luego de correr por los jardines, ocultándose de las personas, logró regresar al galpón, escondiendo la mochila entre su ropa, hasta llegar a las camas donde dormían y donde estaba esperando Gabriela.
-Gabriela: Hey, ¿a dónde fuiste? Cuando nos despertamos ya no estabas.
-Martin: Tenia algo que hacer.
-Gabriela: Estas traspirado. Y agitado. ¿Qué hiciste?
-Martin: Me metí en una casa.
-Gabriela: ¿¡Que!? ¿¡Estás loco!? Vos....
Martin sacó algo de la bolsa y se colocó frente a Gabriela, arrodillándose. Tomó su mano derecha y le colocó un anillo en su dedo anular.
-Martin: Te amo. No sé si esto significa algo ahora, pero con esto te digo que quiero pasar lo que me quede de vida con vos.
-Gabriela: Yo también te amo. Loco y todo, porque robarle a estos tipos es una locura. Y encima es un buen anillo.
-Martin: No creo que se den cuenta. Creo que se van a enojar más porque les llene de migas la cocina.
-Gabriela: No aprendes más. Pero...creo que deberías hacerlo.
-Martin: ¿Por qué? ¿Por qué estamos casi casados?
-Gabriela: Porque creo que estoy embarazada.
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Survive: A Story of zombies
HorrorAño 2014. Un virus creado por la OTAN durante la guerra fría se desata en África. Los reportes son tan claros como increíbles: los muertos regresan de su estado terminal y atacan a los vivos. A pesar de todo, el Mundial de Brasil se desarrolla no...