#106 Deal with us

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El grupo entero estaba sentado en las improvisadas camas, mientras el resto de los habitantes del galpón dormían. Todos comían algo de lo que habían traído y hablaban lo más bajo posible.

-Gabriela: Entonces...

-Pancho: Entonces.

-Martin: Supongo que nos quedamos. ¿Nos quedamos?

-Flaco: ¿Todos entienden lo que eso significa?

-Pancho: Es horrible. Esta gente parece horrible. ¿Pero qué vamos a hacer? Puede que funcione por un tiempo. Con Luis...

-Gabriela: Esta claro que debemos pensar en lo mejor para él bebe de ahora en más. Pero no sé si este es el ambiente indicado para que crezca.

-Flaco: Mientras esté con nosotros el ambiente es bueno. Sabemos lo que vamos a tener que hacer. ¿Están todos de acuerdo en pagar el precio?

-Pancho: Yo daría todo por él.

-Gabriela: A donde vayan yo voy.

-Martin: Este no es el mejor lugar. Es más, si no es el peor pega en el palo. Pero más peligroso para Luis es estar ahí afuera. Supongo que yo también estoy dentro.

-Flaco: Bueno, todos de acuerdo. Tratemos de dormir. Estoy seguro de que mañana va a ser bravo.

-Martin: Ojala te equivoques.

Uno a uno fueron dejando las latas en el suelo y se acomodaron en la oscuridad lo mejor que pudieron, durmiendo hasta primera hora del otro día. Cuando el día aclaró y el sol brillaba en el sur del mundo, fueron sorprendidos por el mismo operativo del día anterior. Pancho se despidió del bebe y Martin besó a Gabriela, antes de ser subidos a la caja de un camión, junto con otras quince personas. Allí recibieron una hogaza de pan y algunas galletitas, que devoraron en pocos minutos.

El camión largamente se alejó de El Jardín y los tres rápidamente se sintieron como en otro planeta, sin saber en qué parte de la provincia se encontraban. Pasado el mediodía y con el sol friéndoles la cabeza, el vehículo se internó por las calles de un pequeño pueblo abandonado, lleno de basura, autos destruidos, casas saqueadas, postes de luz caídos y algunos podridos deambulando. De golpe, el camión freno y todos debieron bajar.

-Natalia: Ok, basuras, esto es simple. ¿Ven esas casas, negocios y todas esas cosas donde antes guardábamos suministros? Genial, métanse ahí. Tienen hasta el final del día y más vale que vuelvan que algo valioso o no van a comer esta noche.

Mientras todo el resto de los trasladados se dispersó, el grupo se quedó de pie, cerca del camión.

-Natalia: ¿Son sordos o están a dieta?

-Flaco: Yo no. Pero a vos no te vendría mal, Nati.

-Natalia: Que chistoso.

Natalia sonrió y luego golpeo al Flaco en el estómago con la culata de su rifle, haciéndolo caer al suelo. Martin y Pancho lo ayudaron a levantarse, comenzando a caminar hacia un pequeño supermercado, donde estaban también otras personas recolectando.

-Martin: No es por nada, pero te dio un buen golpe.

-Flaco: Creo que estoy sin aire.

-Pancho: ¿Viste que le busco la boca del estómago?

-Martin: ¡Sí! Le apuntó ahí y fue un golpe perfecto.

-Flaco: ¿De qué lado están, maestros?

-Pancho: ¿Creen que si encontramos cosas para bebe nos las darán?

-Martin: No sé. Yo estoy buscando cerveza.

-Pancho: Mejor vino. Añejo sabe mejor.

-Flaco: Estos tipos son unos capos....

-Pancho: Miren quien recupero la conciencia.

-Flaco:...Nos hacen buscar cosas que después nos van a dar a cambio de que busquemos otras. El peor feudalismo de la historia.

-Martin: Es lo que hay. Y...¡¡No!!

-Pancho: ¡¡Deja eso!!

-Flaco: Uh...

A pesar de sus gritos y advertencias, una de las personas que estaba buscando suministros abrió una puerta lateral, sin comprobar primero si el interior estaba despejado. A poco de abrir la puerta, dos podridos entraron y atacaron a esa persona que abrió la puerta, tumbándolo al piso y destrozándolo. Pronto el lugar comienza a ser infestado y el frente del supermercado es tomado por los podridos, que atacan a los que allí estaban, indefensos y acercándose al fondo. Los tres corren hacia allí, gritándoles a los guardias que tienen armas y a los que estaban registrando las casas cercanas.

-Pancho: ¡Tírenles! ¡Estamos encerrados!

Los guardias y las personas que pueden, salen corriendo y se alejan, perdiéndose de vista, mientras ellos deben retroceder a medida que los podridos avanzan.

-Flaco: ¡Ustedes! ¡Empujen eso! Gordo, ¡deciles que empujen eso!

-Pancho: ¡Voy!

-Martin: ¿¡Cual es el plan!?

-Flaco: ¡Cerremos esa puerta!

Pancho logra reunir a un buen grupo de personas que no fueron paralizadas por el miedo y juntos tumban una de las góndolas, aplastando a ocho podridos y atrapándolos debajo. El Flaco empuja a dos de ellos, tirándolos al piso y se abre paso caminando por sobre la góndola, hasta llegar a la puerta. De una patada tira a otro hacia el interior y luego cierra la puerta, trabándola con su cuerpo.

-Flaco: ¡Dale vos, Martin!

-Martin: ¡Aguanta!

Martin empuja una heladera junto a una góndola, subiéndose a ella y trepando hasta el nivel más alto de la góndola. Desde allí, patea los pocos productos que aún quedaban y libera el camino, pasando de góndola en góndola hasta llegar al frente.

-Martin: ¡Tráelos, gordo!

-Pancho: ¡Gente! ¡Todos arriba! ¡Rápido! ¡Rápido!

Las siete personas que quedaban con vida treparon la heladera y caminaron por las góndolas, mientras los podridos trataban de agarrarlos de los pies y golpeando las góndolas. A pesar de todo, llegaron al otro lado, donde Martin despejaba el frente golpeando podridos con una silla.

-Pancho: ¡Flaco! ¡Vamos!

El Flaco se aleja de la puerta, la cual rápidamente se abre y deja entrar a decenas de podridos. El intenta llegar hasta la heladera, pero los podridos ya han dado la vuelta y es imposible. Cuando piensa en correr hacia el otro lado, se da cuenta de que la puerta abierta ha hecho que ese pasillo este completamente ocupado. Rodeado y sin vías de escape, toma carrera y se cuelga de una de las estanterías de la góndola, comenzando a treparlas como si fuesen escalones hasta llegar a la cima. Allí intenta ponerse de pie, pero los podridos sacuden la góndola. El Flaco tiene que gatear hasta la próxima y saltar, justo en el momento en que la que acababa de abandonar cae.

Al llegar a la segunda, logra pararse y correr, mientras detrás de si todo va cayendo como por efecto domino. Finalmente da un salto y cae en la entrada, donde es ayudado por Pancho y Martin para escapar de ahí. Ya en la calle, se encuentran desorientados hasta que, justo frente a ellos, el camión para y la puerta del acompañante se abre, dejando que los tres suban rápidamente y la cierren.

Mientras el camión arranca de nuevo, pueden notar como una decena de podridos sale del supermercado y son dejados atrás.

-Flaco: ¿¡Son sordos!? ¿¡Para que tienen esas armas!?

-Natalia: No me grites. Me deberías estar agradeciendo que te dejo viajar acá.

-Flaco: ¿¡Estás loca!?

-Natalia: Ustedes están locos. Parece que no aprenden. Acá nadie muere por nadie. Cada uno piensa en sí mismo. ¿Cuántos murieron hoy? No me importa. No importa. Tenemos un montón más.

-Pancho: Eso es una horrible forma de pensar.

-Natalia: Bienvenidos al mundo. No hay paradas intermedias en este viaje de ida.

Survive: A Story of zombiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora