#100 Encounter

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Todos continuaron agachados y escondidos detrás de los matorrales unas cuantas horas. En el interior el movimiento era casi nulo. Además, Marcos había comenzado a asegurar el lugar y muchas de las ventanas estaban tapadas.

Cerca del mediodía finalmente se dieron indicios de vida. Súbitamente la puerta se abrió y de ella emergió Marcos. Miró en todas direcciones, mientras sostenía su pistola en su mano derecha. Luego se giró y cerró la puerta con llave. Así comenzó a caminar por el largo claro de tierra y pasto, hasta que se perdió de vista y todo el lugar quedó desierto.

-Martin: Es la hora.

-Gabriela: ¿No tendríamos que ir a buscarlo y atacarlo?

-Flaco: Tiene un arma. Mataría a varios de nosotros antes de que pudiéramos hacer algo.

-Gabriela: ¿Y entonces?

-Flaco: Nosotros entramos y ustedes nos cubren.

-Martin: ¿Quiénes serían "ustedes"?

-Pancho: El Flaco y yo entramos. Sin discusiones.

-Flaco: Escuchen, ante cualquier movimiento raro...fíjense que hacer. Nosotros nos podremos arreglar.

-Joaco: Nosotros vamos a estar bien. Ustedes tengan cuidado.

-Gabriela: Vuelvan con ese bebe.

-Pancho: Lo vamos a hacer.

El Flaco y Pancho salieron del escondite y se quedaron en cuclillas unos segundos, mirando hacia el lugar por donde se había ido Marcos. Luego, casi agachados, salieron corriendo rumbo a la casa. Intentaron abrir la puerta, pero estaba bien cerrada. Luego comenzaron a caminar alrededor de la casa, probando y testeando todas las ventanas, buscando alguna que estuviera floja. Pronto se dieron cuenta de que todas estaban bloqueadas y tapadas con muebles o maderas.

El Flaco se quitó el buzo y se envolvió la mano izquierda en él. Pancho se corrió hacia atrás unos pasos y se cubrió la cara. Luego, el Flaco le dio un puñetazo a la ventana, destrozando un vidrio. Sin quitar la ropa de su mano, saco las esquirlas y dejó un pequeño hueco cuadrado, lo suficientemente amplio como para meter los brazos y empujar hacia atrás el ropero que trababa la ventana.

Cuando por fin pudieron tirar el ropero abajo, Pancho metió su mano y abrió la ventana.

-Pancho: Adentro.

-Flaco: Pasa. Las mujeres primero.

-Pancho: ¿Algún día vas a madurar?

-Flaco: A no ser que haga metamorfosis en una manzana no creo.

-Pancho: Dale. Tenemos cosas importantes que hacer.

Ambos atravesaron la ventana y cayeron del otro lado. El lugar estaba sucio, desordenado y oscuro. La única brisa fresca entraba por la ventana que ellos habían roto, sacando lentamente el aire viciado y el olor a encierro que cubría todo el lugar. Lentamente salieron de esa habitación, llegando a un pasillo. Se dividieron y cada uno inspecciono una de las dos habitaciones que estaban allí: vacías.

Siguiendo una luz que llegaba desde el extremo oeste del pasillo, llegaron al hall, que era mucho más espacioso. A su derecha había dos ventanas, que estaban a ambos lados de la puerta de madera clara. Detrás de ellos se ubicaban otras dos puertas, mientras que enfrente estaba una gran arcada, que hacía de división entre el hall y el comedor

Desde allí provinieron unos llantos y ambos corrieron hacia ellos. Sobre la mesa, acomodado en una cesta, estaba Luis, quien dejo de llorar y extendió sus pequeños brazos cuando vio a Pancho. Este lo tomó y lo levanto, abrazándolo.

-Pancho: Te extrañe mucho. Nunca jamás te voy a dejar ir.

-Flaco: A menos que le quieras dar de comer, es mejor que vayamos yendo.

Pancho tomo a Luis y siguió al Flaco hacia la puerta principal. El Flaco consiguió un cuchillo de la cocina y con él logró destrabar la cerradura de la puerta. Arrojó el cuchillo lejos y luego abrió la puerta. Solamente vio unos segundos hacia afuera, pero le basto para ver lo que sucedía: frente a la casa, Martin, Joaco y Gabriela estaban arrodillados en el suelo mientras Marcos les apuntaba con su pistola a la nuca.

Rápidamente, el Flaco cerró la puerta y ambos se colocaron sobre ella, respirando agitadamente.

-Pancho: ¿Crees que nos vio?

-Marcos: ¡Salgan!

-Flaco: Creo que sí. Creo, eh.

Ambos miraron a través la de mirilla de la puerta, observando la tétrica situación. Marcos miraba hacia la puerta desafiante, sabiendo de que ellos estaban del otro lado mirando. Le quito el seguro a la pistola y la coloco sobre la nuca de Gabriela, sonriendo.

-Marcos: ¡A ver los boludos que se encerraron en mi casa! ¡Salgan! ¡Tengo suficientes balas para sus amigos!

Survive: A Story of zombiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora