#103 Repay

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Acababa de amanecer y todo estaba en silencio. El grupo descansaba plácidamente cuando, de repente, una sucesión de estruendos sacudió al galpón que, al ser amplio, provoco que se escuchara más fuerte. Martin, El Flaco y Gabriela bajaron de las improvisadas camas, que no eran más que colchones sucios sostenidos por ladrillos y maderas, y rápidamente se pusieron en posición de defenderse de lo que fuese eso. Sin embargo, solamente encontraron a Natalia, junto con dos hombres más.

-Martin: ¿¡Qué carajo te pasa, flaca?

-Natalia: ¿Qué? ¿Le tienen miedo a unos chasqui bums? No tienen pólvora, genios.

-Flaco: ¡Tenemos un bebe! ¡Tiraste unos petardos cerca de un bebe!

-Natalia: No son petardos. Además, los deje dormir media hora más que al resto de la comunidad. No tienen que decirme gracias.

-Flaco: Si algún día alguno de nosotros te dice "gracias", te juro que salto el muro que tienen dando vueltas carnero.

-Natalia: Me gustaría ver eso. Y que no hubiera nada abajo más que podridos esperándote. Pero por ahora, y por simple necesidad, tienen que vivir. Bah, no sé. No me importa. Pero tienen una tarea.

-Gabriela: ¿Tarea? Miren, sabemos cómo funciona el sistema acá y....

-Natalia: No, no saben nada. Son nuevos y estúpidos. No me importa quienes son ni que quieren. Solamente sé que usaron recursos nuestros y es hora de pagar.

-Flaco: ¿Aceptas cheques?

-Natalia: Comiquin. Hace unos días unos tipos vinieron, atacaron una de las secciones en construcción y se robaron comida y suministros. El tema es simple: para quedar a mano, búsquenlos, recuperen lo robado y regresen con eso acá.

-Gabriela: ¿Y qué hacemos con los tipos? ¿Les pedimos por favor?

-Natalia: Ustedes son sobrevivientes. Nadie que haya estado ahí afuera es inocente. Estoy segura que cargan suficientes muertos como para conocer el tema.

-Martin: No somos asesinos.

-Natalia: Nadie lo es. A falta de policía, bien podemos tener la justica en nuestras manos.

-Flaco: Ni mercenarios.

-Natalia: Esta es la cuestión, amiguito: ustedes nos deben. Y no está bueno deberle a la gente, está bueno pagar. Y resulta que el pago no es opcional. De alguna forma se paga.

-Martin: ¿Sabes más o menos dónde están?

-Natalia: Puede ser.

-Gabriela: ¿Estás pensando en hacer esto?

-Martin: ¿Preferís deberle algo a estos? Arreglemos todo y rajemos. Mientras podamos.

-Flaco: Tenes razón. Cuando más rápido mejor. Ok, Nati, supongo que estamos adentro.

-Natalia: La próxima vez que me digas Nati te bajo los dientes. Estas advertido. Obviamente no van a ir todos. Vos, piba, te quedas con él bebe. El resto, síganme.

-Pancho: Yo soy el padre, no puedo abandonarlo.

-Natalia: Yo amo a mi botella de whisky. Sin embargo, la deje en casa y vine a trabajar. ¿Ves cómo todo se soluciona? Además, ¿Por qué les explico esto? ¡Es una orden!

-Flaco: Mah, sí. Vamos. Todo va a estar bien.

-Natalia: Ojala les vaya bien. Pero no me molestaría que fallaran. ¿Saben porque? Porque así les podría dar una paliza. Especialmente a vos, Flaco.

-Flaco: Si vas a matarme y violarme, hacelo en ese orden.

Pancho besa a Luis en la frente y se lo deja a Gabriela, mientras que Martin le acaricia la cabeza y luego besó a su novia. Los cuatro son escoltados por los hombres y siguen a Natalia hasta la calle. Allí son rápidamente subidos a un jeep. Desde el galpón, son conducidos por las calles, hasta atravesar prácticamente todo el lugar. Allí descubren muchas más casas, espacios verdes, gente paseando en bicicleta y disfrutando del día. A los tres, aquello les parecía anormal.

Salieron por la puerta sur, apenas la segunda puerta de acceso y salida que habían visto desde que llegaron y se internaron por un camino de tierra, rodeados de hectáreas y hectáreas de campo, salpicados por algunos montes. Ante una señal de Natalia, el jeep giró bruscamente y se internó en el campo y continúo durante varios kilómetros, hasta que frenó de repente.

Fueron bajados uno a uno y dejados allí, en la nada. Uno de los hombres arrojó un chuchillo y un palo a los pies de los tres y el jeep se alejó a toda marcha, dejándolos solos.

-Pancho: No puedo creer que realmente aceptamos esto.

-Flaco: ¿Y qué queres? Parece que es la ley ahora. Además, tienen a Luis y a Gabriela.

-Martin: Si se hubiera quedado alguno de nosotros podríamos haber escapado.

-Flaco: ¿No confías en que tu novia sepa hacerlo?

-Martin: Es más sigilosa y hábil que ustedes dos juntos. Pero no quiero que se ponga en peligro.

-Pancho: Ya no sé dónde está el peligro. Si acá afuera solos, si adentro en comunidad.

-Flaco: La seguridad murió junto con el mundo. No nos queda mucho.

-Martin: Miren. Alguien pisoteo estos pastos. Si son ellos, se dirigen al oeste. Síganme.

-Flaco: No has perdido tu habilidad.

-Pancho: ¿No podrás olfatear una parrilla?

Los tres echaron una carcajada y siguieron a Martin, quien se adelantó siguiendo el rastro, invisible para el Flaco y Pancho, pero perfectamente nítido para él. Siguieron por el campo mientras el día se hacía más claro y el sol pasaba por encima de sus cabezas. Pasado el mediodía, agotados y un poco perdidos, finalmente llegaron a una zona completamente llana, con unos pocos árboles en medio de la planicie y pasto de muy baja altura, en la que se observaban unas carpas de campamento. Debieron hincarse y caminar agachados varios metros, hasta poder colocarse por detrás de unas piedras. Martin observó por encima, notando que todo estaba en relativa calma.

-Martin: No sé cuántos son, pero parece que están durmiendo en esas dos carpas.

-Flaco: ¿Ves algo con lo que pudieran defenderse?

-Martin: No, pero si los agarramos por sorpresa no van a poder hacer mucho.

-Flaco: Ok. Todos tienen una idea de que hacer, ¿no?

-Martin: El plan es el mismo de siempre.

-Pancho: Rápido, sigiloso y certero.

-Flaco: Perfecto. A las tres.

-Pancho: Uno.

-Martin: Dos.

-Flaco: ¡Tres!

Survive: A Story of zombiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora