Gabriela, Pancho y Martin estaban tirados en el piso, en silencio y a oscuras. De repente, escucharon ruidos y un halo de luz. Las rejas se abrieron y cinco guardias entraron, tomándolos de los brazos y arrastrándolos fuera. Atravesaron varios pasillos oscuros, hasta que salieron a un patio, llenó de malezas. Fueron subidos a una camioneta.
Atravesaron un camino llenó de posos que discurría al costado de una de las murallas, doblando en una esquina hasta que frenaron en la parte de atrás de una casa. A punta de pistola fueron bajados e introducidos en ella, atravesando otro pasillo mejor iluminado, subiendo unas escaleras y finalmente entrando en una pieza. Allí, cerca de un agujero enrome en el piso de madera, estaba el Flaco, de rodillas, al igual que ellos.
-Pancho: Estas vivo. ¿Estás bien?
-Flaco: Si. Están horribles. Especialmente vos, Gabriela. Debiste haberte peinado.
-Gabriela: Te extrañe, pelotudo.
-Flaco: ¿Les llegó?
-Pancho: Si. Pero...
-Flaco: Ni una palabra más.
-Martin: ¿Dónde estamos?
-Alejandro: En mi casa, bienvenidos.
Alejandro entró por una puerta lateral, seguido por varios guardias, entre los que estaba Natalia. Ella los miró a todos a los ojos y luego bajó la mirada, evitándolos. El líder de aquel lugar se paró frente a ellos, cerca del agujero.
-Alejandro: Perdonen que haya sido así, tan apurado. Pero soy un poco ansioso, me conocerán.
-Pancho: ¿¡Que hiciste con mi hijo!?
-Alejandro: Tranquilo. ¿Qué necesidad tenes de gritar? Está bien. Está mucho mejor que con ustedes, eso es seguro.
-Pancho: Por favor....no me lo podes quitar.
-Alejandro: (Riendo) Creo que ya pude. Lo hice y no pudiste impedirlo. Además, es para que se vaya acostumbrando. No los va a ver nunca más. ¿Por qué? Porque los voy a ir matando de a poco. Pensé en divertirme con ustedes por año, pero consumen comida y agua y tengo que tener gente vigilando. No lo valen tanto.
-Flaco: ¿Por qué das tantas vueltas? ¿Por qué no nos matas y listo?
-Alejandro: Se llama tortura psicológica. No los voy a matar de un tiro, van a morir desangrados, lentamente y sufriendo por mucho más tiempo. Van a ver como todo su mundo se desvanece, como tus amigos se van. ¡Vas a desear morir!
-Gabriela: ¿¡Que culpa tenemos nosotros!? ¡Fueron otros los que mataron a tu gente!
-Alejandro: ¿Y esos otros dónde están? En serio, decime. Una razón por la que los traje es por eso. Les puede ser favorable.
-Martin: No tenemos ni idea, viejo. Se fueron. Nosotros no hicimos nada, solamente nos engañaron.
-Alejandro: Bueno, yo no tengo la culpa. Además, no tengo duda de que ustedes hubiesen matado a mi gente. Eran ellos o ustedes. No sé por qué no son honestos, si su vida se está terminando. Por eso, si lo entienden, ¿pueden decirme quien los ayudo? Alguien tuvo que haberles ayudado a poner los explosivos...y conseguirlos ¿Quién fue?
-Gabriela: Yo. Yo los puse.
-Alejandro: ¿Vos? Por favor.
-Gabriela: ¿Por qué no? Fui la única que me quede.
-Alejandro: Vos te podes creer valiente y decidida, pero no lo sos. Lo único que hiciste fue decir el plan y después esperaste a que te fueran a buscar. Por eso te agarraron fácil, boluda.
-Flaco: Todos los que participamos estamos acá. El resto se fue, junto con tus camionetas y cosas.
-Alejandro: Bien dicho. Todos están acá.
Alejandro aplaudió y una de las puertas laterales se abrió. Por allí entraron dos guardias, arrastrando a una persona. Era el doctor. Estaba atado de pies y manos, además de tener una mordaza en la boca.
-Alejandro: La verdad, hubieran sido buenos guardias. A pesar de todo, siguieron manteniendo el secreto. Que no era tal. Es una lástima, porque doctores faltan. Pero prefiero una epidemia que a un traidor entre estas paredes.
Alejandro se acercó a Pablo y le dio una trompada, tirándolo al piso. Allí lo pateó en el estómago cuatro veces, haciendo que se revuelque de dolor. Luego pisó su cuello y trato de aplastárselo, parándose sobre él.
Cuando se bajó, hizo llamar a los guardias. Los dos primeros que entraron, sacaron sus escopetas y comenzaron a golpearlo en las piernas con las culatas, hasta romperle los huesos. Un tercero apareció con una maza y le reventó las rodillas. Después llegaron otros dos que lo levantaron y lo pusieron detrás de Alejandro. Debajo, en el agujero, ladridos de varios perros comenzaron a escucharse.
-Alejandro: ¿Escuchan eso? ¡Tiene hambre! ¡Qué cosa! Hace rato que no comen. Bueno, hasta siempre doc.
Alejandro, a pesar de los gritos de los cuatro, le da una patada en la espalda al doctor, haciéndolo caer por el agujero. Mientras los perros aullaban, hizo otro gesto y los guardias se llevaron al grupo, arrastrándolos por el piso.
Cuando se fueron, Natalia se acercó a Alejandro, que miraba a los perros en el fondo.
-Natalia: ¿Era necesario todo esto?
-Alejandro: ¿Qué te pasa? Antes te gustaba esto.
-Natalia: Jamás me gustó.
Alejandro agarró a Natalia por el cuello y la llevó hasta el borde, casi hasta hacerla caer dentro.
-Alejandro: ¡Mira! ¡Mira a los perros! ¡Mira como lo destripan! ¡Mira!
-Natalia: ¡Soltame! ¡Soltame!
-Alejandro: ¡Mira bien! (suelta a Natalia, tirándola al suelo) Mira bien, porque mañana vas a tener que hacerle lo mismo a uno de tus amiguitos. Y, sino, ¡vos te vas para abajo!
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Survive: A Story of zombies
HorrorAño 2014. Un virus creado por la OTAN durante la guerra fría se desata en África. Los reportes son tan claros como increíbles: los muertos regresan de su estado terminal y atacan a los vivos. A pesar de todo, el Mundial de Brasil se desarrolla no...