#36 Constitucion

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Creemos que paso un mes desde que abandonamos la estancia. Hemos caminado cientos de kilómetros hasta llegar a nuestro punto actual.

Uno de los caballos murió de hambre, el otro no está mejor. El otoño se acerca y todo escasea. El esqueleto agonizante de Buenos Aires se levanta a lo lejos, sin señales aparentes de vida. Si, vida, porque solamente los no muertos, zombies, errantes o como sea que llamemos a esta peste, si le dan algo de movimiento a esa mole de cemento.

Intentamos cruzar el Riachuelo por el Puente Avellaneda, pero una masa de autos uno detrás de otro nos impidió el paso. Encontramos cuerpos flotando en el rio. Cientos de ellos. Zombis dentro de los coches y en los alrededores. Tenían razón: la ciudad esta infestada y recorrer las calles de un lado a otro buscando comida es casi una sentencia de muerte. Pero no nos quedan opciones.

Ayer subí al techo de la fábrica donde nos refugiamos los últimos días. Se veía La Bombonera al otro lado. No pude evitar pensar en que si nada de esto hubiera pasado, te pude haber llevado a la popu. No sé si te gustaba el futbol. O de que cuadro eras hincha. Debes pensar que tendría que lamentarme por no saber cosas más importantes sobre vos. Tenes razón. A veces me convenzo que te conocía lo suficiente como para extrañarte como te extraño.

Te extraño, Chechu.

-Pancho: ¿Qué estas escribiendo?

-Flaco: ¿Yo? Eh, puto el que lee y cosas así.

-Pancho: Claro, para la posteridad. Los pueblos mesopotámicos estarían orgullosos

-Flaco: Bueno, sus descendientes  de medio oriente se dedicaban a hacer quilombo y tirar misiles. Al lado de ellos somos del colegio de pupilos.

-Pancho: Efectivamente. Vamos, los demás están esperando

Bajan del techo por una abertura en las chapas y utilizando una vieja escalera industrial para llegar al piso, donde encuentran a Martin y Bautista dándole de comer al caballo

-Martin: ¿Están listos?

-Flaco: Estamos si ustedes están.

El grupo avanza por la Autopista 9 de Julio, entre un mar de autos, teniendo que pasar por arriba de los techos de muchos de ellos, incluso con el caballo.

Los alrededores, desde lo alto, se ven fantasmales, abandonados y sin vida. La aparición de animales es casi imposible, debido a la marea de zombies que ocupan la calle, devorando cualquier cosa que tenga carne y respire.

Traspasando un colectivo de larga distancia, logran bajar de la autopista, internándose en la ciudad.

Cientos de zombies intentan rodear al grupo. El Flaco y Pancho toman sus hachas para defenderse y tratar de abrir una vía de escape. Bautista se sube al caballo junto a Martin, para evitar ser mordido por el grupo de caminantes a su alrededor.

El caballo parece inquieto. Comienza a dar pequeños saltos, poniéndose en dos patas, casi haciendo caer a Bautista del caballo.

-Martin: ¡Tranquilo! ¡Tranquilo!

-Flaco: ¡No dispares! Lo último que queremos es más de ellos.

El nerviosismo del caballo termina por hacer que este huya despavorido de la escena, esquivando zombies y pisándolos directamente en su huida.

El Flaco y Pancho miran atónitos como se pierden entre las calles dentro de Buenos Aires. Los zombies cierran filas y se abalanzan sobre ellos. Corren calle abajo, rumbo a la autopista, pero bajando por la misma, más zombies intentan darles caza.

Continúan corriendo, tratando de alejarse de los errantes, cruzando la bajada de la autopista y siguiendo por la calle. Llegan hasta una pared de alambre tejido, que se extiende a ambos lados. Se trepan, logrando traspasarla y caer del otro lado, mientras observan a la horda de zombies agolparse contra el alambre.

A su alrededor se ven vías, que se pierden a su derecha. Del otro lado, una estación de trenes. Caminan hacia allí lentamente, observando los viejos andenes frente a ellos y cuidándose de algún posible errante en su camino.

Un ruido sordo se escucha desde el interior. Una figura humana parece dibujarse en la sombra producida por el techo, finalmente el sol ilumina a un hombre, de unos 25 años, parado frente a ellos

-Persona: ¡Hey! ¿Qué hacen? Vengan, no pasa nada.

El Flaco y Pancho se miran y finalmente se acercan, siguiendo a este personaje dentro de la estación.

-Pancho: Che, disculpa, ¿Dónde estamos? ¿Qué es esto?

-Guillermo: Guillermo es mi nombre. ¿No son de capital, verdad? Esta es…era la Estación Constitución. Habrán notado las vías y los vagones. Los usamos para los animales y esas cosas

-Flaco: ¿Tienen animales?

-Guillermo: Si. Cuidamos, criamos y consumimos. También cosechamos, pero eso es en otro lado. No hay mucho espacio disponible

-Flaco: ¿Qué es todo esto?

-Guillermo: ¿No escuchaste la parte de la estación?

-Flaco: Ya se boludo. Digo, ¿esto es un refugio? ¿Quién lo maneja? ¿Son muchos?

-Guillermo: Déjenme enseñárselos

Frente a ellos, en el hall de la estación, cerca de cincuenta personas se encuentran realizando diferentes actividades. Algunos patrullan el lugar, otros reparan vidrios y puertas, otros simplemente conversan y pasean, algunos cuidan de sus hijos que corretean por todo el salón.

-Pancho: Increíble.

-Guillermo: ¿Tienen hambre? Déjennos invitarlos a comer. Más tarde podemos seguir hablando. Simplemente siéntense en uno de los viejos puestos de comida y les darán algo

El Flaco y Pancho se acercan a un viejo puesto de hamburguesas, ahora convertido en una especie de expendio de alimentos. Les sirven un plato de sopa con unas verduras.

-Pancho: Bueno, buen provecho. (Come) ¿Qué pasa que no comes?

-Flaco: Espero. Si no te pasa nada, la comida no está envenenada

-Pancho: ¿Cómo podes vivir con esa mente retorcida?

 -Flaco: Sobrevivo.

Más tarde…

-Guillermo: ¿Y? ¿Qué les parece el lugar?

-Pancho: Es genial. ¿Cómo lograron todo esto?

-Guillermo: Bueno, unos pocos somos de la zona. Cuando los edificios se volvieron inseguros, pensamos, “che, la estación” y acá estamos.

-Flaco: ¿Tan sencillo?

-Guillermo: Bueno, hubo que limpiar el lugar. Por suerte las vallas y muros de alambre están intactos y dejan a los podridos del otro lado. Lo complicado es la comida, pero de a poco lo vamos solucionando

-Pancho: ¿Podridos?

-Guillermo: La mayoría de estas cosas están así. Decirles zombies o algo parecido me parece infantil. Suficiente de mí. ¿Qué hay de ustedes?

 -Flaco: Venimos del interior. Esta complicado, pensamos que acá habría algún orden o algo.

-Guillermo: Tenemos muchos residentes con una historia parecida. No hay señales de civilización.

-Pancho: ¿Estamos simplemente a la deriva?

-Guillermo: Exactamente. Es duro, pero cuanto más rápido lo acepten, más fácil es vivir. Hablando de eso, ¿ustedes tienen dónde vivir?

-Pancho: No realmente. Estamos un poco perdidos y no sabemos que hacer de ahora en adelante

-Guillermo: Miren, nosotros tenemos un proceso para permitir entrar o no. Se darán cuenta lo que costo armar un grupo sólido.

-Flaco: ¿Y qué clase de prueba es esa?

-Guillermo: Tranquilos. Descansen por hoy, mañana será un gran día.

Una pequeña pero cómoda habitación con dos camas, alberga al Flaco y Pancho. En la medianoche, varias personas ingresan sigilosamente en la habitación, golpeando al Flaco y a Pancho en la cabeza, dejándolos inconscientes y arrastrándolos fuera de sus camas

Survive: A Story of zombiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora