Martin había perdido de vista al resto hacia varios minutos. En su mano derecha tenía una enorme barra de metal, posiblemente caída después de las explosiones, aun con muestras de quemaduras y un poco caliente. La calle en que corría era realmente una carnicería, llena de gente peleando, gritos, empujones, sangre y cuerpos apilados. Él no tenía una clara idea de hacia dónde estaba yendo, simplemente sabía que lo hacía. Trataba de abrirse paso entre la multitud, repartiendo fierrazos y destrozando cabezas, piernas y brazos de cualquiera que se cruzara, pero también recibiendo algunos golpes en su cuerpo. Uno lo impacto de lleno en su hombro izquierdo, lo que provoco que tambaleara y cayera al piso. Allí fue pisoteado y recibió algunas patadas, lo que provoco que perdiera su arma entre la multitud. Intento ponerse de pie, pero alguien lo tomo por las piernas y lo arrastro por el asfalto. Cuando se detuvo, se arrojó sobre él y comenzó a golpearlo sin piedad, mientras lo insultaba.
Martin intentaba cubrirse como podía, pero aquella persona seguía golpeándolo sin piedad. Casi sin poder ver, producto de la sangre y los continuos puñetazos en la cara, estiró el brazo y alcanzó su bolsillo. Desde allí tomó el mango de un pequeño cuchillo y lo sacó, incrustándolo con todas sus fuerzas en el cuello de su atacante. Este inmediatamente dejo de golpearlo y se tomó el cuello con ambas manos, que pronto se cubrieron de sangre y Martin pudo sacárselo de encima. Viendo como agonizaba, hundió un poco más el cuchillo y luego lo retiró.
Como pudo, todavía confundido por los golpes, ensangrentado y dolorido, intento alcanzar la vereda y refugiarse, justo cuando alguien lo tomo del brazo y lo hizo precipitarse hacia un callejón. Martin estuvo a punto de usar su cuchillo, pero rápidamente se dio cuenta de que debajo de esa capucha negra estaba alguien conocido.
-Martin: Estas viva.
-Gabriela: Vos también.
-Martin: Creo que estábamos destinados a reencontrarnos.
-Gabriela: No lo sé. Pero realmente me alegra que estés bien.
-Martin: Pensé que no te iba a ver nunca más.
-Gabriela: Yo también. Pero mi corazón sabía que te iba a poder abrazar de nuevo.
-Martin: Podemos hacer algo mejor.
Martin le acomodo el pelo a Gabriela, quitándoselo suavemente de los ojos y luego la beso. Pero solamente fue un segundo, porque rápidamente se arrojó sobre ella y ambos rodaron detrás de unas bolsas. Antes de que Gabriela pudiera darse cuenta de lo que pasaba, una balacera lleno de agujeros la tierra y levanto el poco césped que había. Ambos se apretujaron como pudieron y cerraron los ojos, rezando por lo mejor. De repente, la balacera termino súbitamente.
-Martin: Se quedaron sin balas.
Martin se levantó y pudo ver quiénes eran los agresores: a pocos metros, Ricardo y Acacia comenzaban su retirada, cargando sus pistolas descargadas.
-Gabriela: Ya se lo que estás pensando.
-Martin: ¿Y qué decís?
-Gabriela: Vamos. Por lo menos vamos a saber que nos pasó.
Ambos salieron corriendo detrás de sus agresores, esquivando al resto de la población y sorteando los distintos focos de violencia a su paso. Así atravesaron varias casas, patios y dos calles, hasta que finalmente Martin pudo arrojarse sobre Ricardo y hacerlo caer al suelo. La mujer siguió corriendo y Gabriela fue tras de ella.
Martin comenzó a golpear el rostro de Ricardo primero con sus puños y luego con la culata de la pistola que había soltado al caer. Mientras lo hacía, escucho un grito de tras de sí y fuertes pasos que se acercaban cada vez más. En el último segundo, Martin tomo al maltrecho Ricardo por el cuello y lo dio vuelta, utilizándolo como escudo humano y cubriéndose de otro hombre que intento apuñalarlo. Inmediatamente, empujo a ambos al suelo y tomo su propio cuchillo, matando a su más reciente agresor.
Mientras intentaba levantarse, alguien lo ayudo a sacarse esos cuerpos de encima y le tendió una mano.
-Joaco: Te ves terrible.
-Martin: Vos también. Pero a mí me dieron una paliza.
-Joaco: ¿Ustedes armaron todo este quilombo?
-Martin: Larga historia. ¡Tenemos que ir a ayudar a tu hermana!
Ambos salieron corriendo, intentando averiguar el camino que había seguido Gabriela. Pronto descubrieron un rastro de sangre que los guio hasta uno de los últimos rincones del country, cerca de las vayas perimetrales más alejadas de la entrada. Allí encontraron un cuerpo casi destrozado, con numerosas heridas, mutilaciones y la cara desfigurada. A pocos metros, arrodillada y mirando a la nada estaba Gabriela, temblando.
-Joaco: Gabriela...¿estas....estas bien?
-Martin: Tenemos que sacarla de acá.
-Joaco: Pero...
-Martin: ¡Ahora!
Mientras tanto, Pancho está corriendo, más alejado de la multitud, portando su cuchillo. Al cabo de andar, finalmente llego a la zona de los galpones, donde antes él y los demás habían montado las celdas, pero que ahora estaban prácticamente abandonados y estaban lúgubremente vacíos. Siguió caminando por el medio del camino, observando a ambos lados. De repente escuchó un sonido a metal y a algo corriéndose. Apretó el cuchillo más fuerte y lentamente se dirigió a uno de los galpones, apostándose al costado de la puerta. Suspiro y entró a la oscuridad, intentando hacer que sus ojos se acostumbren a la penumbra.
-Marcelo: Hola.
Marcelo golpea a Pancho en el estómago, provocando que este caiga al piso. Intenta recuperarse y agarrar su cuchillo, pero Marcelo le pisa la mano y lo patea en la espalda. Él está listo para recoger el cuchillo, pero Pancho logra reunir fuerzas y patearlo en su pierna izquierda, provocando su caída. Antes de que pudiera levantarse, vuelve a patearlo, pero esta vez en la cara.
Ambos quedan tendidos en el suelo, doloridos. De repente, comienzan a escuchar débiles sonidos y gruñidos. Pronto se dan cuenta de que sus acciones han atraído visitantes y que, al dejar la puerta abierta, los zombies comienzan a entrar por ella. Al principio son tres, pero rápidamente el número aumenta.
Pancho lentamente se pone de pie, pero trastabilla y tiene que gatear. Puede sentir a los podridos acercándose y eso le da ánimos para volver a levantarse, pero Marcelo se arroja sobre él y lo golpea repetidamente en la cara, hasta dejarlo casi inconsciente y sangrando.
Marcelo intenta alejarse, arrastrándose por el suelo, pero Pancho lo agarra del tobillo.
-Marcelo: ¡Soltame! ¡Morí dignamente!
-Pancho: ¡Ah!
Pancho, con sus pocas fuerzas, se arroja sobre las piernas de Marcelo, impidiendo que este pueda seguir trasladándose. Este intenta patalear y retorcerse, pero no logra quitárselo de encima. Pancho aprieta su puño izquierdo y golpea a Marcelo en el abdomen pero este, a pesar del golpe, logra sacárselo de encima y ambos quedan tirados boca arriba, a pocos centímetros uno del otro.
Marcelo comienza a arrastrarse nuevamente, intentando llegar hasta una pila de basura para lograr ponerse de pie. Pancho nota esto e intenta hacer lo mismo, mientras los podridos siguen acercándose y ya están a pocos metros. Ambos continúan arrastrándose por el sucio suelo, hasta que llegan a la pila de cajas y bolsas de basura.
Pancho es el primero en alcanzarlas, logrando aferrarse a varias de ellas, pero es Marcelo quien lo golpea en el estómago de nuevo y lo hace caer al suelo. Este logra arrodillarse primero, y ponerse tímidamente de pie, después, temblando y sangrando. Cuando está a punto de erguirse, Pancho lo patea en las rodillas, haciendo que caiga sobre él y, de inmediato, se lo saca de encima con un golpe, haciendo que ruede por el piso y quede frente a todos los podridos. Estos pronto lo rodean mientras el grita, abriéndole el pecho y sacando sus intestinos, junto con otros órganos y creando un lago de sangre a su alrededor.
Pancho logra ponerse de pie, con muchas dificultades y, antes de ser visto por los podridos, se arroja por una ventana, destrozando el cristal y cayendo a salvo del otro lado.
-Pancho: Tengo que buscar a mi hijo.
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Survive: A Story of zombies
HorrorAño 2014. Un virus creado por la OTAN durante la guerra fría se desata en África. Los reportes son tan claros como increíbles: los muertos regresan de su estado terminal y atacan a los vivos. A pesar de todo, el Mundial de Brasil se desarrolla no...