#89 Story

17 1 0
                                    


Hace siete días.

Chechu se despertó de la cama súbitamente. Sacudió la cabeza y luego hizo lo mismo con las sabanas. Miró lacónicamente a su costado, en aquel enorme hueco de la cama. A pesar de ser suficiente para dos personas, ella seguía utilizando solo un pequeño lugar. Su novio ya no estaba. Posiblemente ya sería su ex novio. En realidad, ¿en algún momento tuvieron esa charla novio/novia? ¿Existe eso en este mundo?

Mientras pensaba, escuchó unos gritos y continuó su despertar apresurado. No estaba lejos de la fuente del ruido, solo tuvo que dirigirse hacia la habitación contigua. Allí, en su cuna, estaba Luis, el pequeño bebe de Pancho, que cada vez se parecía más a él, aunque en sus ojos podía ver el recuerdo de Sabrina.

Chechu alzó al pequeño y lo arrullo, intentando calmarlo.

-Chechu: Extrañas a tu papa, ¿eh? Tenes suerte de no poder extrañar a tu mama. Bueno, no sé si es suerte, pero si tenes suerte de tenernos a todos. Tenes muchos papas y muchas mamas.

El pequeño Luis sonrió y balbuceo algo inentendible.

-Chechu (sonriendo): Y más suerte tenes de no entender todas las cosas que digo.

Mientras ella seguía paseando al bebe por toda la habitación una mujer mayor entró, no sin antes tocar la puerta para llamar su atención.

-Chechu: Buen día, Romina.

-Romina: Buenos días. ¿Cómo esta ese chiquito? ¿No sufre el frio?

-Chechu: No. Se la banca bastante. Es igual de cabeza dura que el padre.

-Romina: Y come igual.

-Chechu: Eso te lo firmo. ¿Tiene suficiente para hoy?

-Romina: Si, pero hay que racionarlo. Pero eso es todo. No hay más.

-Chechu: ¿Nada de nada?

-Romina: Nada. Y eso que el Flaco trajo mucho. Pero aun así.

-Chechu: Estoy segura de que podemos conseguir algo. Voy a preguntarle al resto. ¿Podrías cuidarlo mientras?

-Romina: Dale. Si ves a Joaco....

-Chechu: (sonriendo) Tranquila. Te lo mando.

-Romina: Gracias.

Chechu pasó a Luis a los brazos de Romina y luego lo beso en la frente. Volvió a su habitación y se colocó toda la ropa abrigada que pudo. Luego, bajo rápidamente las escaleras y salió a la fría callecita del barrio cerrado. Allí, fuera, parecía un pequeño pueblo fantasma. El pasto se había quemado casi por completo, todas las ventanas estaban cerradas (algunas incluso tapiadas) y el sol apenas se veía entre todas las nubes en el cielo.

En su trayecto a la vieja residencia de Oscar, casi en la entrada misma del country, escasamente se topó con algunos guardias armados, restos de la vieja patrulla, ahora ocupada más en mantener a la enorme cantidad de presos bajo custodia que cuidar los muros.

Después de caminar un trecho, finalmente llego a la oficina donde se reunían sus amigos, ahora devenidos en líderes del lugar. Después de la partida del Flaco, Pancho y Martin, tan solo Gabriela estaba detrás de un enorme escritorio de roble oscuro, mirando unos papeles y mapas.

-Chechu: ¿Estas ocupada?

-Gabriela: Todos los días. Pero nunca demasiado como para no hablar con vos. ¿Cómo estás?

-Chechu: Yo bien. Vos me preocupas.

-Gabriela: No te preocupes.

-Chechu: ¿Estuviste llorando?

Survive: A Story of zombiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora