Más lechuzas mensajeras

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Capítulo 29:

Más lechuzas mensajeras

-¡Chicos!-exclamó Hermione tirándoles de las manga, mirando el reloj.- Tenemos diez minutos para regresar a la enfermería sin ser vistos. Antes de que Dumbledore cierre la puerta con llave.

-De acuerdo.-dijo Harry, apartando los ojos del cielo.- ¡Vamos!

Entraron por la puerta que tenían detrás y bajaron una estrecha escalera de caracol. Al llegar abajo oyeron voces. Se arrimaron a la pared y escucharon. Parecían Fudge y Snape. Caminaban aprisa por el corredor que comenzaba al pie de la escalera.

-... Sólo espero que Dumbledore no ponga impedimentos.-decía Snape.- ¿Le darán el Beso inmediatamente?

-En cuanto llegue Macnair con los Dementores. Todo este asunto de Black ha resultado muy desagradable. No tiene ni idea de las ganas que tengo de decir a El Profeta que por fin lo hemos atrapado. Supongo que querrán entrevistarle, Snape... Y en cuanto a los jóvenes Potter vuelva a estar en sus cabales, también querrán contarle al periódico cómo usted los salvó.-Harry apretó los dientes. Entrevió la sonrisa hipócrita de Snape cuando él y Fudge pasaron ante el lugar en que estaban escondidos. Sus pasos se perdieron.

Los mellizos y Hermione aguardaron unos instantes para asegurarse de que estaban lejos y echaron a correr en dirección opuesta. Bajaron una escalera, luego otra, continuaron por otro corredor y oyeron una carcajada delante de ellos.

-¡Peeves!-susurró Tabatha, asiendo a Hermione por la muñeca.- ¡Entremos aquí!-corrieron a toda velocidad y entraron en un aula vacía que encontraron a la izquierda. Peeves iba por el pasillo dando saltos de contento, riéndose a mandíbula batiente.

-¡Es horrible!-susurró Hermione, con el oído pegado a la puerta.- Estoy segura de que se ha puesto así de alegre porque los Dementores van a ejecutar a Sirius...-miró el reloj.- Tres minutos, chicos.-

Aguardaron a que la risa malvada de Peeves se perdiera en la distancia. Entonces salieron del aula y volvieron a correr.

-Hermione, ¿qué ocurrirá si no regresamos antes de que Dumbledore cierre la puerta?-jadeó Harry.

-No quiero ni pensarlo.-chilló Hermione, volviendo a mirar el reloj.- ¡Un minuto!-llegaron al pasillo en que se hallaba la enfermería.- Bueno, ya se oye a Dumbledore.-dijo nerviosa.- ¡Vamos, chicos!

Siguieron por el corredor cautelosamente. La puerta se abrió. Vieron la espalda de Dumbledore.

-Voy a cerrar con llave.-le oyeron decir.- Son las doce menos cinco. Señorita Granger; tres vueltas deberían bastar. Buena suerte.-Dumbledore salió de espaldas de la enfermería, cerró la puerta y sacó la varita para cerrarla mágicamente. Asustados, los mellizos y Hermione se apresuraron. Dumbledore alzó la vista y una sonrisa apareció bajo el bigote largo y plateado. -¿Bien?-preguntó en voz baja.

-¡Lo hemos logrado!-exclamó Harry entre jadeos.- Sirius se ha ido montado en Buckbeak...-Dumbledore les dirigió una amplia sonrisa.

-Bien hecho. Creo...-escuchó atentamente por si se oía algo dentro de la enfermería.- Sí, creo que ya no están ahí dentro. Entren. Los cerraré.-ingresaron en la enfermería. Estaba vacía, salvo por lo que se refería a Ron, que permanecía en la cama. Después de oír la cerradura, se metieron en sus camas. Hermione volvió a esconder el Giratiempo debajo de la túnica. Un instante después, la señora Pomfrey volvió de su oficina con paso enérgico.

-¿Ya se ha ido el director? ¿Se me permitirá ahora ocuparme de mis pacientes?-se la notaba de muy mal humor.- ¡Oh, señorita Potter!-exclamó.- Veo que al fin podré atenderla. ¿Dónde se había metido?-

Los Mellizos Potter |Cancelada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora