Los Mortifagos

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Capítulo 32:

Los Mortifagos

Voldemort apartó la vista de Harry y ni siquiera prestó atención a la pelirroja, si no que empezó a examinar su propio cuerpo. Las manos eran como grandes arañas blancas; con los largos dedos se acarició el pecho, los brazos, la cara. Los rojos ojos refulgieron en la oscuridad. Levantó las manos y flexionó los dedos con expresión embelesada y exultante. Deslizó una de aquellas manos de dedos anormalmente largos en un bolsillo de la túnica, y sacó una varita mágica. También la acarició suavemente, y luego la levantó y apuntó con ella a Colagusano, que se elevó en el aire y fue a estrellarse contra la tumba a la que Harry estaba atado. Cayó a sus pies y quedó allí, desmadejado y llorando.

-Señor...-rogó con voz ahogada.-Señor... me prometió... me prometió...

-Levanta el brazo.-ordenó Voldemort con desgana.

-¡Ah, señor... gracias, señor...!

Alargó el muñón ensangrentado, pero Voldemort volvió a reírse.

-¡El otro brazo, Colagusano!-

-Amo, por favor... por favor...

Voldemort se inclinó hacia él y tiró de su brazo izquierdo. Le retiró la manga por encima del codo, y Harry vio algo en la piel, algo como un tatuaje de color rojo intenso: una calavera con una serpiente que le salía de la boca: la Marca Tenebrosa. Voldemort la examinó cuidadosamente, sin hacer caso del llanto incontrolable de Colagusano.

-Ha retornado.-dijo con voz suave.- Todos se habrán dado cuenta... y ahora veremos... ahora sabremos...

Apretó con su largo índice blanco la marca del brazo de Colagusano.

La cicatriz volvió a dolerle, y Colagusano dejó escapar un nuevo alarido. Casi como si volviese a revivir, Tabatha soltó un gritito. Voldemort retiró los dedos de la marca y Harry vio que se había vuelto de un negro azabache.

Con expresión de cruel satisfacción, Voldemort se irguió, echó atrás la cabeza y contempló el oscuro cementerio.

-Al notarlo, ¿cuántos tendrán el valor de regresar?-susurró, fijando en las estrellas sus brillantes ojos rojos.- ¿Y cuántos serán lo bastante locos para no hacerlo?

Comenzó a pasear de un lado a otro ante Harry y Colagusano, barriendo el cementerio con los ojos sin cesar. Le dio una mirada curiosa a la pelirroja, quién estaba recostada sobre el suelo con una expresión vacía en sus ojos. Después de un minuto volvió a mirar al azabache, y una cruel sonrisa torció su rostro de serpiente.

-Estás sobre los restos de mi difunto padre, Harry.-dijo con un suave siseo.- Era muggle y además idiota... como tu querida madre. Pero los dos han tenido su utilidad, ¿no? Tu madre murió para defenderlos cuando eran bebés...a mi padre lo maté yo, y ya ves lo útil que me ha sido después de muerto.

Volvió a reírse. Seguía paseando, observándolo todo mientras andaba, en tanto la serpiente describía círculos en la hierba. Se detuvo una segunda vez frente a la pelirroja.

-¿Tan débil es tu hermana?-preguntó y de haber tenido cejas, las hubiera enarcado.- Todo por un chiquillo.-con la punta de su pie, ladeó la cabeza de Cedric.

-¡No lo toques!-rugió Tabatha, con los ojos brillando de odio.

Voldemort sonrió de lado.

-Oh, Potter.-susurró, cortando las sogas que la apresaban y haciéndola que se pusiese de pie.-Te voy a contar una bonita historia.-la despojó de su varita mientras le daba vueltas a su alrededor.- ¿Ves la casa de la colina, Potter?-preguntó, señalándola con uno de sus blancos y largos dedos.-En ella vivió mi padre. Mi madre, una bruja que vivía en la aldea, se enamoró de él. Pero mi padre la abandonó cuando supo lo que era ella: no le gustaba la magia. La abandonó y se marchó con sus padres muggles antes incluso de que yo naciera, Potter, y ella murió dándome a luz, así que me crie en un orfanato muggle...-

Los Mellizos Potter |Cancelada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora