"La victoria de Irlanda"

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Capítulo 7:

"La victoria de Irlanda"

Luego de haber tomado todo lo que compraron se internaron a toda prisa en el bosque por el camino que marcaban los faroles. A medida que se iban acercando se oían los gritos, los canticos de los espectadores, los vendedores promocionando sus productos. La emoción llenaba el ambiente y la adrenalina invadía a cada uno. Harry tenía una sonrisa tan grande en su rostro que le hacía doler las mejillas. Tabatha tenía los ojos llenos de imágenes que jamás había visto en su vida. De vez en cuando ella y Ron se emocionaban con cada cosa que veían.

-Hay asientos para cien mil personas.-explicó el señor Weasley, por encima de todo el ruido.-Quinientos funcionarios han estado trabajando durante todo el año para levantarlo. Cada centímetro del edificio tiene un repelente mágico de muggles. Cada vez que se acercan hasta aquí, recuerdan de repente que tenían una cita en otro lugar y salen corriendo... ¡Dios los bendiga!-añadió en tono cariñoso, encaminándose delante de los demás hacia la entrada más cercana, que ya estaba rodeada de un enjambre de bulliciosos magos y brujas.

Una vez que ingresaron, vieron las escaleras del estadio. Subieron con la multitud, que poco a poco iba traspasando por las puertas que daban a las tribunas que había a derecha e izquierda. Siguieron subiendo hasta llegar al final de la escalera y encontraron una pequeña tribuna ubicada en la parte más elevada del estadio, justo a mitad de camino entre los dorados postes de gol. Contenía unas veinte butacas de color rojo y dorado, repartidas en dos filas. Los mellizos se sentaron juntos. Pocos minutos después llegaron los Diggory; Cedric se ubicó junto a la pelirroja, luego de guiñarle un ojo y acomodarle un moño de Irlanda en el cabello.

Cien mil magos y brujas ocupaban sus asientos en las gradas dispuestas en torno al largo campo. Todo estaba envuelto en una misteriosa luz dorada que parecía provenir del mismo estadio. El campo parecía forrado de terciopelo. A cada extremo se levantaban tres aros de gol, a unos quince metros de altura.

Hasta entonces no había llegado nadie, salvo una criatura diminuta que estaba sentada en la antepenúltima butaca de la fila de atrás. La criatura, cuyas piernas eran tan cortas que apenas sobresalían del asiento, llevaba puesto a modo de toga un paño de cocina y se tapaba la cara con las manos.

-Harry...-susurró Tabatha, pellizcando la mano de su mellizo.- Mira.-el azabache giró hacía atrás, mirando a la criatura.

-¿Dobby?-preguntó, extrañado.

La diminuta figura levantó la cara y separó los dedos, mostrando unos enormes ojos castaños y una nariz que tenía la misma forma y tamaño que un tomate grande. No era Dobby... pero no cabía duda de que se trataba de un elfo doméstico.

-¿El señor acaba de llamarme Dobby?-chilló el elfo de forma extraña, por el resquicio de los dedos. Tenía una voz aún más aguda que la de Dobby, apenas un chillido flojo y tembloroso que le hizo suponer a Harry.

-Me parece que no es él.-murmuró la pelirroja.- Más bien parece una...elfina.- Ron y Hermione se volvieron en sus asientos para mirar.

-Disculpe.-se disculpó Harry.-La he confundido con un conocido.

-¡Yo también conozco a Dobby, señor!-chilló la elfina. Se tapaba la cara como si la luz la cegara, a pesar de que la tribuna principal no estaba excesivamente iluminada.- Me llamo Winky, señor... y usted, señor...ustedes...-en ese momento reconoció la cicatriz de Harry, y los ojos se le abrieron hasta adquirir el tamaño de dos platos pequeños.- ¡Ustedes sin duda son los...!-

-Sí, lo somos.-se apresuró a terminar Tabatha.

-¡Dobby habla todo el tiempo de ustedes!-dijo la elfina, bajando las manos un poco pero conservando su expresión de miedo.

Los Mellizos Potter |Cancelada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora