El retorno a La Madriguera

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Capítulo 3

El retorno a La Madriguera

Todo perfecto, Ron: los muggles me dejan ir. Hasta mañana a las cinco. ¡Me muero de impaciencia!

Harry

Plegó la nota hasta hacerla muy pequeña y, con inmensa dificultad, la ató a la diminuta pata de la lechuza, que aguardaba muy excitada. En cuanto la nota estuvo asegurada, la lechuza se marchó: salió por la ventana zumbando y se perdió de vista.

Harry se volvió hacia Hedwig.

-¿Estás lista para un viaje largo?-le preguntó. Hedwig ululó henchida de dignidad.- ¿Puedes hacerme el favor de llevar esto a Sirius?- pidió, tomando la carta que reposaba sobre su escritorio.- Espera, tengo que terminarla.-volvió a desdoblar el pergamino y añadió rápidamente una postdata.

Si quieres ponerte en contacto conmigo, estaré en casa de mi amigo Ron hasta el final del verano. ¡Su padre nos ha conseguido entradas para los Mundiales de Quidditch!

Una vez concluida la carta, la ató a una de las patas de Hedwig, que permanecía más quieta que nunca, como si quisiera mostrar el modo en que debía comportarse una lechuza mensajera.

-Estaré en casa de Ron cuando vuelvas, ¿de acuerdo?-le recordó. Ella le pellizcó cariñosamente el dedo con el pico y, a continuación, con un zumbido, extendió sus grandes alas y salió volando por la ventana.

Harry la observó mientras desaparecía. Luego se metió debajo de la cama, tiró de la tabla suelta y sacó un buen trozo de tarta de cumpleaños. Se lo comió sentado en el suelo, disfrutando de la felicidad que lo embargaba: tenía tarta, mientras que Dudley sólo tenía pomelo; era un radiante día de verano; se iría de casa de los Dursley al día siguiente, la cicatriz ya había dejado de dolerle e iba a presenciar los Mundiales de Quidditch. Era difícil, precisamente en aquel momento, preocuparse por algo. Ni siquiera por lord Voldemort.

-.-.-

A las doce del día siguiente, el baúl de Harry ya estaba lleno de sus cosas del colegio y de sus posesiones más apreciadas: la capa invisible heredada de su padre, la Saeta de Fuego y el mapa del Merodeador. Había vaciado de todo comestible el espacio oculto debajo de la tabla suelta de su habitación y repasado dos veces hasta el último rincón de su dormitorio para no dejarse olvidados ninguna pluma ni ningún libro de embrujos, y había despegado de la pared el calendario en que marcaba los días que faltaban para el 1 de septiembre, el día de la vuelta a Hogwarts.

El ambiente en el número 4 de Privet Drive estaba muy tenso. La inminente llegada a la casa de un grupo de brujos ponía nerviosos e irritables a los Dursley. Tío Vernon se asustó mucho cuando Harry le informó de que los Weasley llegarían al día siguiente a las cinco en punto.

-Espero que le hayas dicho a esa gente que se vista adecuadamente.-gruñó de inmediato.- He visto cómo van. Deberían tener la decencia de ponerse ropa normal.

Harry tuvo un presentimiento que le preocupó. Muy raramente había visto a los padres de Ron vistiendo algo que los Dursley pudieran calificar de «normal». Los hijos a veces se ponían ropa muggle durante las vacaciones, pero los padres llevaban generalmente túnicas largas en diversos estados de deterioro. A Harry no le inquietaba lo que pensaran los vecinos, pero sí lo desagradables que podían resultar los Dursley con los Weasley si aparecían con el aspecto que aquéllos reprobaban en los brujos. Tío Vernon se había puesto su mejor traje. Alguien podría interpretarlo como un gesto de bienvenida, pero Harry sabía que lo había hecho para impresionar e intimidar. Dudley, por otro lado, parecía algo disminuido, lo cual no se debía a que su dieta estuviera por fin dando resultado, sino al pánico.

Los Mellizos Potter |Cancelada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora