"La Orden del Fénix"

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Capítulo 5:

"La Orden del Fénix"

-¿Tu...?

-Sí, mi querida y anciana madre.-afirmó Sirius.-Llevamos un mes intentando bajarla, pero creemos que ha hecho un encantamiento de presencia permanente en la parte de atrás del lienzo.-dio una suave palmada al aire, revolviéndole el cabello a Tabatha.- Rápido, vamos abajo antes de que despierten todos otra vez.

-Pero ¿qué hace aquí un retrato de tu madre?-preguntó Harry, desconcertado, mientras salían por una puerta del vestíbulo y bajaban un tramo de estrechos escalones de piedra seguidos de los demás.

-¿No se los han dicho?-inquirió Sirius. Los mellizos negaron lentamente.- Ésta era la casa de mis padres.-añadió.- Pero yo soy el único Black que queda, de modo que ahora es mía.-se encogió de hombros.- Se la ofrecí a Dumbledore como cuartel general; es lo único medianamente útil que he podido hacer.-rodeó los hombros de la pelirroja, frotándole el brazo. Tabatha recostó su cabeza contra el pecho de su tío y sonrió levemente.

A pesar de que la voz de Sirius sonaba dura y amarga, Harry notó que fue un tanto más flexible con su hermana que con él. El azabache se esperaba un recibimiento más caluroso de parte de su padrino, pero en cambio, solo se limitó a seguirlo hasta el final de la escalera y por una puerta que conducía a la cocina del sótano.

La cocina, una estancia grande y tenebrosa con bastas paredes de piedra, no era menos sombría que el vestíbulo. La poca luz que había procedía casi toda de un gran fuego que prendía al fondo de la habitación. Se vislumbraba una nube de humo de pipa suspendida en el aire, como si allí se hubiera librado una batalla, y a través de ella se distinguían las amenazadoras formas de unos pesados cacharros que colgaban del oscuro techo. Habían llevado muchas sillas a la cocina con motivo de la reunión, y estaban colocadas alrededor de una larga mesa de madera cubierta de rollos de pergamino, copas, botellas de vino vacías y un montón de algo que parecían trapos. La señora Weasley y Bill hablaban en voz baja, con las cabezas juntas, en un extremo de la mesa.

La señora Weasley carraspeó. Su marido miró alrededor y se puso en pie de un brinco.

-¡Chicos!-exclamó el señor Weasley; fue hacia ellos para recibirlo; a ambos les estrechó la mano con energía.- ¡Cuánto me alegro de verlos!

Detrás del señor Weasley, Bill enrollaba con precipitación los rollos de pergamino que quedaban encima de la mesa.

-¿Han tenido buen viaje?- preguntó mientras intentaba recoger doce rollos a la vez.- ¿Así que Ojoloco no los ha hecho venir por Groenlandia?

-Lo intentó.-intervino Tonks; fue hacia el pelirrojo con aire resuelto para ayudarlo a recoger, y de inmediato tiró una vela sobre el último trozo de pergamino.- ¡Oh, no! Lo siento...

-Dame, querida.-dijo la señora Weasley con exasperación, y reparó el pergamino con una sacudida de su varita. Con el destello luminoso que causó el encantamiento de la señora Weasley, Harry alcanzó a distinguir brevemente lo que parecía el plano de un edificio.-Estas cosas hay que recogerlas enseguida al final de las reuniones.-espetó, y luego fue hacia un viejo aparador del que empezó a sacar platos.

Bill sacó su varita, murmuró un encantamiento y los pergaminos desaparecieron.

-Siéntense.-indicó Sirius. Los mellizos parecieron tener una silenciosa discusión por quién se sentaría junto a Black; Harry ganó.-Ya conocen a Mundungus, ¿verdad?-

-¿Eso es una persona?-preguntó Tabatha en un susurro. Sirius asintió.-Pensé que era un montón de ropa.-admitió, curvando los labios.

-No, ese es Mundungus.-

Los Mellizos Potter |Cancelada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora