La Saeta de Fuego

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Capítulo 18:

La Saeta de Fuego

Los mellizos no sabían muy bien cómo se las habían apañado para regresar al sótano de Honeydukes, atravesar el pasadizo y entrar en el castillo. Lo único que sabían era que el viaje de vuelta parecía no haberles costado apenas tiempo y que no se daban muy clara cuenta de lo que hacían. En el trayecto, Tabatha, había estado sollozando mientras estaba firmemente tomada de la mano de su hermano. Aquella noticia, les había caído como bomba a ambos. Harry, logró disimularlo bien aunque tenía una llama de ira y odio que se había encendido en su interior.

-Tab, Tab.-habló el azabache, deteniéndola, cuando llegaron a uno de los pasillos.- Hey, escúchame.-pidió, tomándola de los hombros. La pelirroja, ya era un mar de lágrimas.- Tranquila.-ella se echó hacía adelante, abrazándolo.

-Fue su culpa.-masculló.- Él fue.-la voz de Tabatha, estaba cortada con un sinfín de sollozos que subía por su garganta.

-Lo sé, lo sé.-murmuró Harry, frotándole la espalda.- Lo mejor será pensar en otra cosa.-propuso, volviéndola a tomar de la mano para seguir caminando.- Pero, ten en cuenta, de que haremos algo al respecto.- la pelirroja, apoyó su cabeza en el hombro de su hermano, siguiéndolo.

A la hora de la cena, Ron y Hermione, los observaron intranquilos, sin atreverse a decir nada sobre lo que habían oído, porque Percy estaba cerca. Cuando subieron a la sala común atestada de gente, descubrieron que Fred y George, en un arrebato de alegría motivado por las inminentes vacaciones de Navidad, habían lanzado media docena de bombas fétidas.

Los mellizos, que no quería que los gemelos les preguntaran si habían ido o no a Hogsmeade, así que ambos se fueron a hurtadillas hasta el dormitorio vacío de los varones. Harry abrió el armario. Echó todos los libros a un lado y rápidamente encontró lo que buscaba: el álbum de fotos encuadernado en piel que Hagrid le había regalado hacía dos años, que estaba lleno de fotos mágicas de sus padres. Se sentó junto a la pelirroja su cama, corrió las cortinas y comenzó a pasar las páginas.

-Detente en esta.-pidió la joven Potter, sobándose la nariz. Ambos contemplaron la foto de la boda de sus padres. Su padre saludaba con la mano, con una amplia sonrisa. El pelo negro y alborotado que Harry había heredado se levantaba en todas direcciones.-Es cierto.-comentó.- Te pareces a él.-

-Y tú a mamá.-Tabatha, rió, escurriéndose una lágrima. Lily, radiante de felicidad, estaba agarrada del brazo de James. Y allí... aquél debía de ser. El padrino.

Nunca le habían prestado atención. Si no hubieran sabido que era la misma persona no habrían reconocido a Black en aquella vieja fotografía. Su rostro no estaba hundido y amarillento como la cera, sino que era hermoso y estaba lleno de alegría

-El ministro dijo que los Dementores no le afectan.-murmuró la pelirroja, fijándose en aquel rostro agradable y risueño.

-Él no tiene que oír los gritos de mamá cuando se aproximan demasiado...-agregó Harry. Él cerró de golpe el álbum y volvió a guardarlo en el armario.

-¿Puedo quedarme?-preguntó la chica, juntando sus rodillas sobre su pecho. El azabache asintió.

Tabatha solo salió de la habitación para ir a la de chicas y buscar su pijama. Para cuando volvió a ingresar, se encontró con que su mellizo ya estaba cambiado. Se apresuró a ir al baño, donde se quitó la túnica y se soltó el cabello, desordenándolo un poco. A los pocos se segundos, se ubicó junto a Harry, quién se aseguró de que las cortinas los ocultara de la vista.

Estuvieron varios minutos con los ojos abiertos, mirándose fijamente. El azabache, de vez en cuando le acomodaba un mechón rebelde a su hermana o simplemente le sonreía.

Los Mellizos Potter |Cancelada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora