Lagrimas de Fénix

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Capítulo 34:

Lagrimas de Fénix

Los mellizos cayeron de bruces, y el olor del césped les llenó las fosas nasales. La cabeza les daba vueltas sin parar. Tabatha sintió un horrendo mareo y el estómago se le revolvió. Como acto reflejo apretó algo; la fría y sin vida muñeca de Cedric. El corazón parecía querer saltar de su pecho para evitar sufrir como estaba sufriendo. El horror y el agotamiento eran como una pesada ancla que la mantenía pegada al suelo. Tenía que pasar algo para que la hiciera reaccionar.

Como si le sacasen dos tapones de los oídos, se alzó un estrepito ensordecedor. Había gente que gritaba, otros que vitoreaban, pisadas por aquí y por allá, pero nadie parecía darse cuenta de lo que en realidad estaba pasando. Solo una persona lo hizo.

Un agudo grito interrumpió los festejos por la llegada de los campeones de Hogwarts. Alguien por fin lo había notado.

Tabatha cerró los ojos y dejó que un par de la agarraran con fuerza y la sentaran en el suelo.

La profesora McGonagall estaba arrodillada a su lado y la miraba con preocupación.

-Por Merlín, Potter.-exclamó.- ¿Qué pasó?-

-Él...-miró de reojo a Cedric y la voz le patinó. Largas sombras oscuras no tardaron en rodearla. Atrapó la túnica de McGonagall y la acercó a ella.-Él lo hizo.-susurró.-Él lo mató.-se aclaró la garganta y vio que Harry hablaba en voz baja con Dumbledore. Estaba casi en el mismo estado que ella.-Él ha regresado.-

-¡Dios mío!-exclamó Fudge.-Diggory...está muerto, ¡está muerto, Dumbledore!-Tabatha se arrastró por el suelo y quedó junto a Cedric.

Durante el viaje con el traslador, la pelirroja cerró los ojos e imaginó que Cedric JAMÁS había sido alcanzado por la maldición y que estaba solo...durmiendo. Ella se imaginó que al volver a Hogwarts, él despertaría...

La cruda realidad la abofeteo.

Él no volvería a abrir sus bonitos ojos grises, nunca jamás.

-Oh...-musitó, abrazándose al cuerpo de Cedric.-No...no...-McGonagall intentó confortarla, pero ella la apartó.

La multitud ya estaba dispersando la noticia sobre la muerte de Diggory y los espectadores bajaban de sus asientos con la intención de verificarlo con sus propios ojos.

-Suéltalo, Tabatha.-oyó que le decía la voz de Fudge, y notó dedos que intentaban separarla del cuerpo sin vida de Cedric, pero ella no lo soltó.

-¡No!-gritó, abrazándolo con más fuerza.-Pude haberlo salvado...-sollozó.-Pude haberlo empujado...pude...-

-Ya no puedes hacer nada por él.-habló Dumbledore, arrodillándose junto a ella.- Todo acabó. Suéltalo.

-Quería que lo trajéramos.-musitó Harry: le parecía importante explicarlo.- Quería que lo trajéramos con sus padres...

-De acuerdo, Harry...-asintió Dumbledore, luego se volvió hacia la pelirroja.-Querida, ahora suéltalo.-se inclinó y, con extraordinaria fuerza para tratarse de un hombre tan viejo y delgado, la levantó del suelo, poniéndola de pie. Tabatha se tambaleó. Pero McGonagall estuvo para sostenerla y abrazarla mientras nuevas lágrimas brotaban de sus ojos avellanas. A su alrededor, la multitud daba empujones intentando acercarse y ver que estaba pasando.

-¡Tendrán que llevarlo a la enfermería!-dijo Fudge en voz alta.- Está enfermo, está herido...Dumbledore, los padres de Diggory están aquí, en las gradas...

-Yo llevaré a los Potter, Dumbledore, yo los llevaré...-propuso Moody.

-No, yo preferiría...

Los Mellizos Potter |Cancelada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora