El Reproche de Fred

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Se fueron directamente al Gran Comedor sin dejar las mochilas en la torre de Gryffindor, con la idea de que Harry comiera algo antes de enfrentarse a lo que la profesora Umbridge le tuviera preparado. Por su parte Alis estaba muy preocupada por lo que podría hacerle a su amigo como para preocuparse por nada más. Sin embargo, cuando acababan de llegar a la puerta, alguien le gritó a Harry, con voz potente y enfadada:

-¡Eh, Potter!

-¿Qué pasa ahora? – murmuró él con tono cansino. Al darse la vuelta se encontraron con Angelina Johnson, que parecía de un humor de perros.

-¿Cómo que qué pasa? – replicó ella dirigiéndose hacia él y clavándole el dedo índice en el pecho –. ¿Cómo has permitido que te castiguen el viernes a las cinco?

-¿Qué? ¿Qué...? ¡Ah, sí, las pruebas para elegir al nuevo guardián!

-¡Ahora te acuerdas! – rugió Angelina –. ¿Acaso no te dije que quería hacer una prueba con todo el equipo y buscar a alguien que encajara con el resto de los jugadores? ¿No te dije que había reservado el campo de quidditch con ese propósito? ¡Y ahora resulta que tú has decidido no ir!

-¡Yo no he decidido nada! – protestó Harry –. La profesora Umbridge me ha castigado por decir la verdad sobre Quien-tú-sabes.

-Pues ya puedes ir a verla y pedirle que te levante el castigo del viernes – dijo Angelina con fiereza –. Y no me importa cómo lo hagas. Si quieres dile que Quien-tú-sabes es producto de tu imaginación, pero ¡quiero verte el viernes en el campo!

Dicho eso, se alejó a grandes zancadas.

-¡Podrías ser menos injusta con Harry! – le gritó Alis fastidiada, pero Angelina la ignoro.

-¿Saben qué? – les dijo Harry a Alis, Ron y a Hermione cuando entraban en el Gran Comedor –. Tendríamos que preguntar al Puddlemere United si Oliver Wood se ha matado en una sesión de entrenamiento, porque tengo la impresión de que su espíritu se ha apoderado del cuerpo de Angelina.

-¿Crees que hay alguna posibilidad de que la profesora Umbridge te levante el castigo del viernes? – preguntó Ron con escepticismo mientras se sentaban a la mesa de Gryffindor.

-Ninguna – contestó Harry con desánimo; se sirvió unas costillas de cordero y empezó a comer –. Pero de todos modos será mejor que lo intente, ¿no? Le propondré cambiar el castigo del viernes por dos días más o algo así, no lo sé... – Tragó un bocado de patata y añadió –: Espero que no me entretenga demasiado esta tarde. ¿Te das cuenta de que tenemos que escribir tres redacciones, practicar los hechizos desvanecedores para McGonagall, trabajar en un contraencantamiento para Flitwick, terminar el dibujo del bowtruckle y empezar ese absurdo diario de sueños para Trelawney?

Ron soltó un gemido y miró al techo.

-Y para colmo parece que va a llover.

-¿Qué tiene eso que ver con nuestros deberes? – le preguntó Hermione con las cejas arqueadas.

-Nada – contestó rápidamente Ron, y se le pusieron las orejas coloradas.

A las cinco menos cinco, Harry se despidió y fue hacia el despacho de la profesora Umbridge. Alis no pudo dejar de sentirse preocupada ¿Y si a él le hacía algo peor? ¿Podía hacerle algo peor que echarle la maldición Cruciatus y marcarle la cara?

Alis agito la cabeza tratando de despejar esas ideas.

-Voy a ponerme con los de herbología – les dijo a Ron y a Hermione –. Nos vemos más tarde.

Camino a la biblioteca se encontró con el pequeño Gav que iba corriendo hacia el Gran Comedor.

-Y apenas vas en primero – soltó una risita.

Alisa BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora