La Pelea con Fred

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Alis notó una fuerte sacudida en el estómago y el suelo desapareció bajo sus pies, pero seguía teniendo una mano pegada a la tetera; chocó contra los otros mientras salían despedidos a toda velocidad hacia delante, en medio de un torbellino de colores y una fuerte ráfaga de viento, arrastrados por la tetera... hasta que tocó bruscamente el suelo con los pies y se le doblaron las rodillas; la tetera cayó al suelo, y una voz cercana dijo:

-Ya están aquí esos mocosos traidores a la sangre. ¿Es verdad que su padre está muriéndose?

-¡FUERA! – gritó otra voz.

George ayudó a Alis a ponerse en pie y ella miró alrededor; habían llegado a la lúgubre cocina del sótano del número 12 de Grimmauld Place. Los únicos puntos de luz eran el fuego y una vela parpadeante que iluminaban los restos de una cena solitaria. Kreacher salía en aquel momento por la puerta que daba al vestíbulo; entonces giró la cabeza y les lanzó una mirada maliciosa al mismo tiempo que se colocaba bien el taparrabos. Sirius corría hacia ellos con gesto de preocupación. Iba sin afeitar y todavía llevaba puesta la ropa de calle; despedía un olorcillo a alcohol parecido al de Mundungus.

-¿Qué ha pasado? – preguntó, y estiró una mano para ayudar a Ginny a levantarse –. Phineas Nigellus me ha dicho que Arthur está gravemente herido.

-Pregúntaselo a Harry – sugirió Fred.

-Sí, yo también quiero enterarme – dijo George.

Los gemelos y Ginny miraban fijamente a Harry. Los pasos de Kreacher se habían parado en la escalera.

-Fue... – empezó Harry –. Tuve una... especie de... visión...

Y les contó todo lo que había visto, pero alteró el relato, de modo que pareciera que lo había contemplado desde fuera, mientras la serpiente atacaba, y no con los ojos del reptil. Alis lo miró con preocupación, pero no dijo nada, comprendía muy bien lo que estaba sintiendo. Cuando Harry hubo terminado, Fred, George y Ginny se quedaron observándolo con atención un momento.

-¿Está nuestra madre aquí? – le preguntó Fred a Sirius.

-Seguramente ni siquiera sabe todavía lo que ha pasado – contestó Sirius –. Lo más importante era sacaros de Hogwarts antes de que la profesora Umbridge pudiera intervenir. Supongo que ahora Dumbledore estará contandoselo a Molly.

-Tenemos que ir a San Mungo – dijo Ginny con urgencia, y miró a sus hermanos, que, naturalmente, todavía iban en pijama como el resto –. Sirius, ¿puedes dejarnos unas capas o algo?

-¡Un momento, no pueden ir todavía a San Mungo! – la atajó Sirius.

-Claro que podemos ir a San Mungo si queremos – le contradijo Fred con testarudez –. ¡Es nuestro padre!

-¿Y cómo van a explicar que sabían que Arthur había sido atacado antes incluso de que lo supieran el hospital o su propia esposa?

-¿Qué importancia tiene eso? – preguntó George acaloradamente.

-¡Importa porque no queremos llamar la atención sobre el hecho de que Harry tiene visiones de cosas que ocurren a cientos de kilómetros de distancia! – repuso Sirius con enfado –. ¿Tienen idea de cómo interpretaría el Ministerio esa información?

Era evidente que a Fred y George no les importaba cómo lo interpretará el Ministerio. Ron, por su parte, seguía lívido y callado.

-Podría habérnoslo contado alguien más... – insinuó Ginny –, o podríamos habernos enterado por otra fuente que no fuera Harry.

Alisa BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora