El Sueño en el Lago Negro

1K 93 3
                                    

Fueron hacia el despacho de la profesora McGonagall tras Fred y George casi arrastrando los pies y esperando lo peor, los gemelos los dejaron en la puerta del despacho y se fueron, cuando vieron a Dumbledore a los tres se les cayó el alma al suelo empalideciendo al instante.

-No van a ser expulsados – les aclaró la profesora McGonagall al verles las caras.

-En realidad necesitamos de su ayuda – les dijo el profesor Dumbledore con una sonrisa en el rostro que los tranquilizó, además de ellos en el despacho se encontraba una niña pequeña de unos ocho años con el cabello dorado –. Como saben mañana es la segunda prueba del Torneo y esta consistirá en que los campeones deben rescatar lo que más valora, en el caso de el señor Krum se trata de la señorita Granger – Hermione se puso completamente roja y Ron puso mala cara –. Del señor Potter, el señor Weasley, el señor Diggory, la señorita Black y de la señorita Delacour su hermana pequeña – los cuatro se miraron entre sí con preocupación –. Les aseguro que no tienen nada que temer, solo los dormiremos y despertaran cuando hayan sido recatados.

-¿Y si no nos rescatan? – preguntó Hermione nerviosa.

-Confiamos en las habilidades de nuestros campeones y en el peor de los casos la gente del lago los traerá a la superficie sanos y salvos en ningún momento correrán peligro alguno, pero al final es su decisión.

Los cuatro asintieron incapaces de articular palabra, el profesor Dumbledore sacó su varita y conforme les iba apuntando perdían el conocimiento, cuando llegó el turno de Alis fue como si se quedara dormida y nada más.

Una melodía sonaba y se repetía en su cabeza, las teclas de un piano eran dulcemente acariciadas, se vio a sí misma años atrás sentada frente a un piano en compañía de una mujer muy hermosa que tocaba las teclas con agilidad y después le sonreía.

-Tu turno – le decía con dulzura y entonces ella ponía sus pequeñas manos sobre las teclas y repetía con torpeza los movimientos de la mujer que la guiaba con una sonrisa, Alis la reconoció enseguida, se trataba de su madre.

-Mamá – Alis se acercó a ellas, pero no podían verla o escucharla porque solo se trataba de un sueño más, de un recuerdo que estaba reviviendo.

-Muy bien – aplaudía su madre –. Eres muy inteligente, serás una pianista excelente ¿quieres ser una pianista famosa cuando seas grande? – le preguntó, ella sonrió y comenzó a aporrear las teclas.

Alis echó un vistazo a el lugar en el que estaba, era una casa pequeña y pintoresca en mitad de la nada con ventanas grande que mostraban un riachuelo correr.

Al salir de la casa pudo sentir el calor del sol contra su piel, se sentó en una banca dispuesta con vista al río y se quedó mirándolo por lo que le pareció una eternidad, quizá eso tardó en sentarse su madre a su lado.

-¿Qué voy a hacer sin ti? – su madre miraba una foto de su padre, las lágrimas no tardaron correr por sus ojos.

-Lo mismo que yo he estado haciendo hasta ahora – le dijo Alis –. ¿Sabes que te extraño? – su madre se volteó a mirarla, el recuerdo se había convertido en un sueño.

-¿Lo mismo que yo a ti?

-Más – la abrazo, no era real, pero podía sentirla y el olor de las flores de loto se le metía por las fosas nasales cuando aspiraba en su cuello igual que el calor le abrazaba con su contacto.

-Se fuerte – le susurro –. Puedes seguir adelante como yo nunca lo hice – los ojos de las dos estaban llenos de lágrimas, su madre la miraba con cariño –. Te pareces más a él que a mí.

-Él no me quiere – sollozo –. Por lo menos no como a Harry.

-No seas tonta – le susurro su madre –. Sirius te adoro desde el primer momento que supo de ti, salúdalo de mi parte la próxima vez que lo veas. Dile que aún lo amo.

Alisa BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora