Thestrals

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-No sé si habrás conseguido que lo entienda – comentó Ron poco después, cuando, tras comprobar que no había peligro, volvían al castillo por la espesa capa de nieve sin dejar rastro tras ellos gracias al encantamiento de obliteración que Hermione realizaba a medida que avanzaban.

-Pues mañana iré a verlo otra vez – afirmó ésta muy decidida –. Si es necesario le programaré las clases. ¡No me importa que echen a la profesora Trelawney, pero no voy a permitir que despidan a Hagrid!

El domingo Alis se levantó muy temprano para asistir a la mazmorra en que practicaba con el profesor Snape afortunadamente aquel día (quizá porque se notaban sus enormes avances desde que habían formado el ED) la dejo salir a la hora de la comida y recortó la clase del lunes.

Alis se encontró en el Gran Comedor con que Hermione había vuelto de la cabaña de Hagrid, temblando ligeramente y con la túnica mojada hasta las rodillas.

-¿Y bien? – le preguntó Ron, que levantó la cabeza al verla llegar –. ¿Ya le has programado las clases?

-Bueno, lo he intentado – contestó ella con desánimo, y se dejó caer junto a ellos en la mesa de Gryffindor. Luego sacó su varita mágica e hizo un movimiento con ella. Del extremo salió un chorro de aire caliente que Hermione dirigió hacia su túnica, y ésta empezó a despedir vapor hasta que se secó por completo –. Ni siquiera estaba en la cabaña cuando llegué, y pasé media hora llamando a la puerta. Hasta que vi que venía del bosque...

Harry soltó un gemido. El bosque prohibido estaba lleno del tipo de criaturas que podían hacer perder el empleo a Hagrid.

-¿Qué tiene escondido allí? ¿Te lo dijo? – inquirió.

-No – respondió Hermione tristemente –. Dice que quiere que sea una sorpresa. He intentado explicarle qué clase de persona es la profesora Umbridge, pero él no lo entiende. Insiste en que nadie en su sano juicio preferiría estudiar los knarls a las quimeras. No, no creo que tenga una quimera – añadió al ver las caras de horror de sus amigos –, pero no será porque no lo haya intentado, pues ha hecho un comentario sobre lo difícil que es conseguir sus huevos. No sé cuántas veces le habré dicho que lo mejor sería que siguiera el programa de la profesora Grubbly-Plank. Francamente, creo que ni siquiera me escuchaba. Está un poco raro, la verdad. Y sigue sin querer explicar cómo se hizo esas heridas.

La reaparición de Hagrid en la mesa de los profesores al día siguiente no fue recibida con entusiasmo por parte de todos los alumnos. Algunos, como Fred, George y Lee, gritaron de alegría y corrieron por el pasillo que separaba la mesa de Gryffindor y la de Hufflepuff para estrecharle la enorme mano; otros, como Parvati y Lavender, intercambiaron miradas lúgubres y movieron la cabeza. Alis entendía que muchos estudiantes preferían las clases de la profesora Grubbly-Plank, y lo peor era que en el fondo, si eran objetivos, podían reconocer que tenían buenas razones: para la profesora Grubbly-Plank una clase interesante no era aquella en la que existía el riesgo de que alguien terminara con la cabeza seccionada.

El martes, Alis, Harry, Ron y Hermione, muy atribulados, se encaminaron hacia la cabaña de Hagrid a la hora de Cuidado de Criaturas Mágicas, bien abrigados para protegerse del frío.

Alis se tronaba los dedos preocupada, ¿Qué pasaría si Hagrid les llevaba a Aragog? De pronto sintió como le decencia la presión arterial al punto de que si Hagrid hubiera aparecido con señales de tener reservado algo parecido se habría desmayado en aquel mismo lugar solo de pensar en lo que haría la vieja gárgola.

Sin embargo, no vieron a la suprema inquisidora cuando avanzaban trabajosamente por la nieve hacia la cabaña de Hagrid, que los esperaba de pie al inicio del bosque. Hagrid no presentaba una imagen muy tranquilizadora: los moretones, que el sábado por la noche eran de color morado, estaban en ese momento matizados de verde y amarillo, y algunos de los cortes que tenía todavía sangraban. Aquello desconcertó a Harry; la única explicación que se le ocurría era que a su amigo lo había atacado alguna criatura cuyo veneno impedía que las heridas que provocaba cicatrizaran. Para completar aquel lamentable cuadro, Hagrid llevaba sobre el hombro un bulto que parecía la mitad de una vaca muerta.

Alisa BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora