La Cabeza del León

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Alis estaba muy orgullosa de los miembros de ED, en esas últimas semanas habían mejorado tanto que era casi imposible escoger un momento más satisfactorio pues en las últimas reuniones: Neville había conseguido desarmar a Hermione; Colin Creevey había realizado a la perfección el embrujo paralizante, Dae y Gav se habían lanzado con tal perfección el hechizo aturdidor que habían logrado noquearse el uno al otro; después de tres sesiones de duros esfuerzos, Parvati había hecho una maldición reductora tan potente que había convertido en polvo la mesa de los chivatoscopios...

Resultaba casi imposible escoger una noche a la semana para las reuniones del ED, porque tenían que adaptarse a los horario de entrenamientos de tres equipos de quidditch, que muchas veces se modificaban debido a las adversas condiciones climáticas. Pero eso no era preocupante: tenían la sensación de que, seguramente, era mejor que sus reuniones no tuvieran un horario fijo. Si alguien estaba observándolos, iba a costarle mucho descubrir un sistema predeterminado.

Hermione no tardó en idear un método muy ingenioso para comunicar la fecha y la hora de la siguiente reunión a los miembros del ED por si había que cambiarlas en el último momento, porque habría resultado sospechoso que los estudiantes de diferentes casas cruzaran el Gran Comedor para hablar entre ellos demasiado a menudo. El sábado por la noche Hermione había llegado con una enorme sonrisa de satisfacción a la mesa en la que Alis, Ginny, Fred y George se encontraban jugando una partida de naipes explosivos muy enérgica.

-Alis ¿puedo hablar contigo un momento? – a la muchacha que le intrigaba la sonrisa de satisfacción de su amiga dejó su mano sobre la mesa y se levantó para seguirla –. Se me ocurrió una estupenda idea para informar a los miembros del ED sobre cada reunión.

-¿Enserio? – le pregunto contenta –. ¿De qué se trata?

-Pues veras...

Durante la siguiente reunión Hermione entregó a cada uno de los miembros del ED un galeón falso (Ron se emocionó mucho cuando vio por primera vez el cesto, convencido de que estaba regalando oro de verdad).

-¿Ven los números que hay alrededor del borde de las monedas? – dijo Hermione mostrándoles una para que la examinaran al final de su cuarta reunión. La moneda, gruesa y amarilla, reflejaba la luz de las antorchas –. En los galeones auténticos no son más que un número de serie que se refiere al duende que acuñó la moneda. En estas monedas falsas, sin embargo, los números cambiarán para indicar la fecha y la hora de la siguiente reunión. Las monedas se calentarán cuando cambie la fecha, de modo que si las llevan en un bolsillo lo notaran. Cogeremos una cada uno, y cuando Harry decida la fecha de la siguiente reunión, él modificará los números de su moneda, y los de las demás también cambiarán para imitar los de la de Harry porque Alis y yo les hemos hecho un encantamiento proteico. – Las palabras de Hermione fueron recibidas con un silencio sepulcral. Ella observó a sus compañeros, que la miraban desconcertados –. No sé, me pareció buena idea –balbuceó –. Porque aunque la profesora Umbridge nos ordenara vaciar nuestros bolsillos, no hay nada sospechoso en llevar un galeón, ¿no? Pero..., bueno, si no quieren utilizarlas...

-¿Sabes hacer un encantamiento proteico? – le preguntó Terry Boot.

-Sí.

-Pero si eso..., eso corresponde al nivel de ÉXTASIS – comentó con un hilo de voz.

-Ya – repuso Hermione intentando parecer modesta –. Ya..., bueno..., sí, no lo hice todo yo sola, pero supongo que sí.

-¿Por qué no te pusieron en Ravenclaw? – inquirió Ron mirando a Hermione maravillado –. ¡Con el cerebro que tienes!...

-Verás, el Sombrero Seleccionador estuvo a punto de mandarme a Ravenclaw – contestó Hermione alegremente –, pero al final se decidió por Gryffindor. Bueno, ¿qué dicen? ¿Quieren usar los galeones?

Alisa BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora