Insoportable Ron

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Katie Bell seguía ingresada en el Hospital San Mungo y no parecía que fueran a darle el alta pronto, y eso significaba que al prometedor equipo de Gryffindor que Harry entrenaba con tanto esmero desde septiembre le faltaba un cazador pues la chica, Demelza, a quien Harry había aceptado como reserva se había tenido que retirar, por razones incomprensibles para el resto del equipo. Harry aplazaba el momento de sustituir a Katie con la esperanza de que se reincorporará al equipo, pero faltaba poco para el primer partido contra Slytherin, y finalmente tuvo que aceptar que ella no volvería a tiempo para jugar.

Sin embargo, no se veía capaz de soportar otras pruebas de selección como las primeras. Así pues, con un sentimiento de desazón que tenía poco que ver con el quidditch, un día abordó a Dean Thomas después de la clase de Transformaciones en compañía de Alis. La mayoría de los alumnos ya se había marchado, aunque todavía quedaban algunos canarios zumbando y gorjeando por el aula, todos obra de Hermione y Alisa (nadie más había conseguido hacer aparecer de la nada ni una pluma).

-¿Todavía te interesa jugar de cazador?

-¿Qué? ¡Pues claro! – exclamó Dean, emocionado.

Seamus Finnigan, que estaba detrás de Dean, metió sus libros en la mochila con cara de enfado. Una de las razones por las que Harry habría preferido no pedirle a Dean que jugara era porque sabía que a Seamus no le haría ninguna gracia. Pero su obligación era pensar en lo mejor para el equipo, y Dean había volado mejor que Seamus en las pruebas.

-Pues quedas convocado – dijo –. Esta noche hay entrenamiento a las siete en punto.

-Vale. ¡Gracias, Harry! ¡Ostras, voy a contárselo a Ginny!

Salió a toda prisa del aula y Alis tomó del brazo a Harry para que salieran y evitar así la incómoda situación quedándose a solas con Seamus.

Finnigan no fue el único que se sintió contrariado por la elección del sustituto de Katie. En la sala común se murmuró mucho sobre que Harry hubiera elegido a dos de sus compañeros de curso para jugar en el equipo; pero a él, que había sido blanco de murmuraciones mucho peores desde que empezara sus estudios en Hogwarts, no le importó demasiado. No obstante, se sentía muy presionado para ganar el inminente partido contra Slytherin. Si Gryffindor se alzaba con la victoria, sus compañeros de casa olvidarían que lo habían criticado y jurarían que siempre habían creído a pies juntillas en su equipo. En cambio, si perdían...

-Bueno, he soportado cosas peores – le comentó con ironía a Alis mientras iban juntos hacia el campo de quidditch.

Esa noche, después de ver volar a Dean, se le pasaron todas las dudas acerca de su elección: Dean encajaba muy bien con Ginny y Alis, y los golpeadores, Peakes y Coote, estaban progresando mucho. El único problema era Ron. Ellos sabían que su amigo era un jugador inconstante cuyo punto débil eran los nervios y la falta de confianza, y por desgracia, la cercanía del primer partido de la temporada había sacado a la superficie sus antiguas inseguridades. Acababa de encajar media docena de goles, la mayoría de ellos marcados por Ginny, y sus movimientos parecían cada vez más desesperados y torpes, hasta que al final le pegó un puñetazo en la boca a Alis cuando ésta intentaba colocarse de cara al gol.

-¡Ha sido un accidente! ¡Lo siento muchísimo, Alis! – se excusó Ron mientras ella, con el labio sangrando, descendía en zigzag hasta el suelo –. Es que...

-¡Te has dejado dominar por el pánico! – le reprochó Ginny, furiosa. Aterrizó al lado de Alis y le examinó el hinchado labio –. ¡Eres un idiota, Ron! ¡Mira cómo la has dejado!

-Ya se lo arreglo yo – dijo Harry, posándose junto a las dos chicas; apuntó con su varita a la boca de Alis y exclamó –: ¡Episkey! – Luego añadió –: Y no llames idiota a Ron, Ginny. Tú no eres la capitana del equipo.

Alisa BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora