Enfrentamientos de Navidad

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A las siete treinta las tres chicas bajaron a la sala común en donde se separaron, para reunirse con sus respectivas parejas.

-Pero mira qué guapa estás – le dijo Daevid que jugaba al ajedrez mágico con Gavrel.

-Gracias – le sonrió –. ¿No vienes a la fiesta?

-Sí, sí, pero más tarde, como en media hora quizá, te veré ahí.

-¿Porque no hay chicas tan guapas en mi curso? – le pregunto Gav.

-Seguro que sí las hay, deberías fijarte bien – le sonrió –. Tengo que irme ya, no olvides hacer el equipaje he.

-No, no olvido – le dijo él intentando averiguar qué pieza mover.

-Caballo a Torre – le dijo en un susurro antes de marcharse.

Alis se fue directo al despacho de Slughorn, se imaginó que se encontraría a Cassius ahí.

El despacho era mucho más amplio que los de los otros profesores, bien porque lo habían construido así, bien porque Slughorn lo había ampliado mediante algún truco mágico. Tanto el techo como las paredes estaban adornados con colgaduras verde esmeralda, carmesí y dorado, lo que daba la impresión de estar en una tienda. La habitación, abarrotada y con un ambiente muy cargado, estaba bañada por la luz rojiza que proyectaba una barroca lámpara dorada, colgada del centro del techo, en la que aleteaban hadas de verdad que, vistas desde abajo, parecían relucientes motas de luz. Desde un rincón apartado llegaban cánticos acompañados por instrumentos que recordaban las mandolinas; una nube de humo de pipa flotaba suspendida sobre las cabezas de unos magos ancianos que conversaban animadamente, y, dando chillidos, varios elfos domésticos intentaban abrirse paso entre un bosque de rodillas, pero, como quedaban ocultos por las pesadas bandejas de plata llenas de comida que transportaban, tenían el aspecto de mesitas móviles.

-¡Oh Alisa, querida! – la saludo con entusiasmo el profesor Slughorn –. ¡Adelante, adelante!

-Gracias profesor.

-Debo decir que te vez radiante hoy, muy parecida a tu madre, ¿acaso vienes sin acompañante?

-No, yo... quedamos de encontrarnos aquí, es que no es de Gryffindor.

-Ya veo, mira ven, ven, quiero presentarte a alguien – le dijo escoltándola del brazo –. Tiberius McLaggen, ya conoces a su sobrino Cormac – el tío de Cormac era un hombre alto de cabello castaño y radiante apariencia –. Tiberius te presento a Alisa Black, la hija de Sirius y Larisa, ¿la recuerdas? Claro que sí, Tiberius era un amigo de tu madre.

-Es un gusto – lo saludo Alis cortésmente.

-El gusto es mío jovencita, ¿entonces eres compañera de mi sobrino Cormac? Me sorprende que no me hablara de ti, Cormac siempre ha tenido debilidad por la belleza.

-Muchas gracias – le dijo Alis sonrojada, no podía negarse que aquel hombre de gran atractivo tenía una facilidad para la palabra –. Pero no, Cormac y yo no nos conocemos mucho realmente, hemos hablado un par de veces, pero yo estoy en otro curso, aunque en la misma casa.

-Alisa es mi alumna prodigio – le aseguro Slughorn a Tiberius –. Ah adelantado un curso y me atrevería a decir que ella y la señorita Granger son las mejores estudiantes en este colegio –. Creo que estas enterado de que el Ministro la ha colocado en ese nuevo puesto que crearon para la seguridad de los alumnos, me temo que debo atender a mis otros invitado, ya nos veremos más tarde, quiero presentarte a otras cuantas personas.

-Sera un placer profesor – asintió Alis.

-Así que tú eres la pequeña auror – le dijo con una sonrisa aún más radiante –. No me sorprende, tus padres eran grandes magos.

Alisa BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora