Metamorfosis

749 77 7
                                    

Los jardines del castillo relucían bajo la luz del sol como si acabaran de pintarlos; el cielo, sin una nube, se sonreía a sí mismo en la lisa y brillante superficie del lago; y una suave brisa rozaba de vez en cuando las satinadas y verdes extensiones de césped. Había llegado el mes de junio, pero para los alumnos de quinto curso eso sólo significaba una cosa: que se les habían echado encima los TIMOS. Los profesores ya no les ponían deberes y las clases estaban íntegramente dedicadas a repasar los temas que ellos creían que con mayor probabilidad aparecerían en los exámenes. Aquella atmósfera de febril laboriosidad casi había conseguido apartar de la mente de Alis cualquier otra cosa que no fueran los TIMOS, aunque a veces, durante las noches en que ella y Ginny se quedaban juntas a estudiar hasta tarde en la sala común, Alis extrañaba con todas sus fuerzas el alboroto que producían Fred y George, en especial teniendo en cuenta que muy pronto sería 24 de junio y Alis sufría de repentinas crisis de ansiedad sin contar las pesadillas sobre Cedric que tenía en sus pocas horas de sueño.

Lo único positivo era que Hermione estaba tan absorta en sus estudios que había dejado de darles la lata a Harry para que practicara Oclumancia y a Alis para que lo presionara y fuera a hablar con Snape; su amiga pasaba mucho rato murmurando para sí, y llevaba varios días sin tejer ninguna prenda para elfos.

Sin embargo, Hermione no era la única persona que se comportaba de forma extraña a medida que los TIMOS se iban acercando. Ernie Macmillan había adoptado la molesta costumbre de interrogar a sus compañeros sobre las técnicas de estudio que empleaban.

-¿Cuántas horas al día crees que dedicas a repasar? – preguntó con una chispa de locura en los ojos a Alis, Harry y Ron mientras hacían cola para entrar en la clase de Herbología.

-No lo sé – contestó Ron –. Unas cuantas.

-¿Más o menos de ocho?

-Creo que menos – dijo Ron un tanto alarmado.

-Yo, ocho – aseguró Ernie hinchando el pecho –. Ocho o nueve. Estudio una hora todos los días antes del desayuno. Mi promedio son ocho horas. El fin de semana, si estoy inspirado, llego hasta diez. El lunes hice nueve y media. El martes no estuve tan fino: sólo conseguí llegar a siete y cuarto. Y el miércoles...

Alis se alegró muchísimo de que la profesora Sprout los hiciera entrar en aquel momento en el invernadero número tres, lo que obligó a Ernie a interrumpir su recital.

Entre tanto, Draco había encontrado otra manera de provocar el pánico.

-Lo que importa no es lo que hayas estudiado – oyeron que les decía a Crabbe y Goyle en voz alta frente al aula de Pociones unos días antes de que empezaran los exámenes –, sino si estás bien relacionado. Mira, mi padre es íntimo amigo de la jefa del Tribunal de Exámenes Mágicos, Griselda Marchbanks, ha ido varias veces a cenar a mi casa y todo...

-¿Creen que eso es verdad? – les susurró una alarmada Hermione a Alis, Harry y Ron.

-Aunque lo sea, nosotros no podemos hacer nada – contestó Ron con pesimismo.

-Yo no me lo creo – opinó Neville, que estaba detrás de ellos –. Porque Griselda Marchbanks es amiga de mi abuela, y nunca ha mencionado a los Malfoy.

-¿Cómo es, Neville? – le preguntó de inmediato Hermione –. ¿Es muy estricta?

-La verdad es que se parece bastante a mi abuela – admitió Neville con voz apagada.

-Pero al menos el hecho de conocerla no te perjudicará, ¿no? – intentó animarlo Ron.

-Bah, no creo que tenga ninguna importancia – repuso Neville más apesadumbrado todavía –. Mi abuela siempre le dice a la profesora Marchbanks que no soy tan buen mago como mi padre... Y, bueno, ya vieron cómo está la situación en San Mungo...

Alisa BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora