Al Descubierto

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La casa de campo de Bill y Fleur se asentaba sola en una roca dando al mar, sus paredes incrustadas con conchas y cal. Era un solitario y hermoso lugar. En cualquier sitio al que Alis fuera dentro de la pequeña casa o de su jardín, podía oír el constante ir y venir del mar, como la respiración de alguna gran criatura dormida. Alis pasaba la mayor parte del tiempo haciendo compañía a Harry, evitando las preguntas de Fleur y paseándose en el jardín, le gustaba mucho pasearse en el jardín le daba calma y ayudaba a calmar tanto el dolor por la muerte de su tío y la del pequeño elfo como la angustia por Draco a quien echaba en falta más que nunca. Alis disfrutaba la vista desde arriba de las rocas, del cielo abierto y ancho, el mar vacío, y la sensación del viento frío y salado en su rostro.

Pero también se empeñaba en intentar mejorar el ánimo de Harry quien se sentía superado por la enormidad de su decisión, no competir con Voldemort por la varita todavía asustaba a Harry. Sobre todo le molestaba la falta de acción, Harry como Alis no era de los que se quedaban quietos. Estaba lleno de dudas, dudas con las que Ron no ayudaba diciendo, dondequiera que fuesen juntos:

-¿Y si Dumbledore quería que trabajáramos en el símbolo en vez de conseguir la varita? ¿Y si trabajando en lo que el símbolo significaba te revelaba la importancia de conseguir las reliquias? Harry, si esa es realmente la varita de sauco, ¿Cómo demonios se supone que debemos terminar con Tú-Sabes-Quien?

Harry no tenía respuestas. Hubo momentos en los que se preguntó si había sido una completa locura no tratar de impedir que Voldemort abriera la tumba. No podía siquiera explicar satisfactoriamente por qué había decidido no hacerlo.

Lo extraño es que el apoyo de Hermione lo hizo sentir tan confundido como las dudas de Ron. Ahora forzado a aceptar que la varita de saúco era real, ella sostenía que era un objeto diabólico, y que la forma en que Voldemort había tomado posesión de ella era repelente, sin ninguna consideración.

-Tú nunca podrías haber hecho eso, Harry – decía ella una y otra vez –, No podrías haber roto la tumba de Dumbledore.

-No los escuches – terminó por decirle Alis una tarde cuando ambos habían decidido refugiarse tras el seto, al borde del acantilado –. Dumbledore sabía que tomarías las mejores decisiones, por eso me pidió que confiara en tu instinto, dijo que solo debía confiar en ti y en tus decisiones que el resto caería en su lugar llegado el momento.

-¿Y no dijo nada sobre ayudarme a tomar esas decisiones o darme un poco de luz en el camino a ciegas? – Alis sonrió y negó.

-Me pidió que confiara plenamente en tu instinto y me prometió que de esa forma todo iría bien.

Harry suspiro y le planteo su dilema a su amiga. La idea del cuerpo de Dumbledore asustaba a Harry mucho menos que la posibilidad de que podría haber malinterpretado las intenciones de Dumbledore mientras estaba vivo. Sintió que todavía andaba a tientas en la oscuridad; había escogido su camino, pero seguía mirando hacia atrás, preguntándose si había leído mal los signos, si no debería haber tomado otro camino.

-Pero, ¿Está muerto? – dijo Ron, tres días después de que hubieran llegado a la casa de campo.

Harry y Alis estaban recargados uno contra el otro mirando fijamente hacia fuera, sobre la pared que separaba el jardín de la casa de campo de la roca, cuando Ron y Hermione los encontraron; era obvio que Harry lamentaba que lo hubiesen hecho, no tenía ningún deseo de participar en su discusión.

-¡Sí, lo está, Ron, por favor, no empieces otra vez!

-Mira los hechos, Hermione – dijo Ron, hablando hacia Harry, que continuaba mirando fijamente al horizonte –. La cierva plateada. La espada. El ojo que Harry vio en el espejo...

Alisa BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora