La Necedad de Harry

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Los pies de Harry golpearon tierra dura y cayó sobre manos y rodillas en el patio de la Madriguera. Oyó gritos.

Tirando a un lado el cepillo que ya no brillaba, Harry se puso en pie, tambaleándose ligeramente, y vio a la Señora Weasley y a Ginny corriendo por los escalones de la puerta de atrás mientras Hagrid, que también se había derrumbado al aterrizar, se ponía laboriosamente en pie.

-¿Harry? ¿Eres el auténtico Harry? ¿Qué ha pasado?

¿Dónde están los demás? – gritó la Señora Weasley.

-¿Qué quiere decir? ¿Nadie más ha vuelto? – jadeó Harry.

La respuesta estaba claramente grabada en la cara pálida de la Señora Weasley.

-Los mortifagos estaban esperándonos – le dijo –. Nos rodearon en el momento en que despegamos... sabían que era esta noche... no sé qué pasó con los demás, cuatro de ellos nos persiguieron, y todo lo que pudimos hacer fue huir, y entonces Voldemort dio con nosotros...

Podía oír la nota auto justificativa en su voz, la súplica para que entendiera por qué no sabía qué les había pasado a sus hijos pero...

-Gracias a dios que tú estás bien – dijo, empujándole a un abrazo del que no se sentía merecedor.

-¿No tendrás algo de brandy, verdad, Molly? – preguntó Hagrid un poco tembloroso-. ¿Por propósitos medicinales?

Podía haberlo convocado con mágica, pero cuando se apresuró a volver a la encorvada casa, Harry supo que quería esconder la cara. Se giró hacia Ginny y ella respondió a su súplica silenciosa de información al instante.

-Ron y Tonks deberían haber vuelto primero, pero perdieron su Traslador, volvió sin ellos – dijo señalando a una lata de aceite oxidada que descansaba en la tierra cercana-. Y ese – señaló a una vieja zapatilla deportiva –. Debería haber sido el de Papá y Fred, se suponía que serían los segundos. Hagrid y tú erian los terceros – comprobó su reloj –. Si lo consiguen, George y Lupin estarán de vuelta en alrededor de un minuto. Y Andrey y Alis deberían llegar en tres minutos.

La Señora Weasley reapareció llevando una botella de brandy, que ofreció a Hagrid. Él la descorcho y bebió de un trago.

-¡Mamá! – gritó Ginny señalando un punto a varios pies de distancia.

Una luz azul había aparecido en la oscuridad. Se hacía más y más brillante, y Lupin y George aparecieron, girando y después cayendo. Harry supo inmediatamente que algo había ido mal. Lupin estaba sujetando a George, que estaba inconsciente y cuya cara estaba cubierta de sangre.

Harry corrió y agarró las piernas de George. Juntos, él y Lupin llevaron a George a la casa y atravesaron la cocina hasta el salón, donde le tendieron en el sofá.

Cuando la luz de la lámpara cayó sobre la cabeza de George, Ginny jadeó y el estómago de Harry se revolvió. Una de las orejas de George había desaparecido. El costado de su cara y cuello estaban

empapados de una húmeda y sorprendentemente escarlata sangre.

Tan pronto como la Señora Weasley se inclinó sobre su hijo Lupin agarró a Harry por la parte superior del brazo y le arrastró, no muy gentilmente, de vuelta a la cocina, donde Hagrid todavía estaba intentando pasar por la puerta de atrás.

-¡Eh! – dijo Hagrid indignado –. ¡Suéltalo! ¡Suelta a Harry!

Lupin le ignoró.

-¿Qué criatura se sentaba en la esquina la primera vez que Harry Potter visitó mi oficina en Hogwarts? -dijo, dando a Harry una pequeña sacudida –. ¡Respóndeme!

Alisa BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora