Terapia Dolosa

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La cena fue horrible, si bien nadie había sido tan atrevido como para hablar de Alis, esa noche mientras miraba su plato vacío con recelo escuchaba como la noticia de lo ocurrido en clase había volado y todos murmuraban más alto de lo normal. George le acariciaba la mano con ternura, pero cuando los comentarios comenzaron a surgir con más ímpetu Alis se quedó helada.

-Y su padre, seguro que si es eso...

-Sí, seguramente será trastórnate tener esa historia...

-Y además cree en lo que dice Potter...

-Dice que vio cómo asesinaban a Cedric Diggory...

-Asegura que se batió en duelo con Quien-tú-sabes...

-Anda ya...

-¿Nos toma por idiotas?

-Yo no me creo nada...

-Lo que no entiendo – comentó Harry con voz trémula, dejando el cuchillo y el tenedor, pues le temblaban demasiado las manos para sujetarlos con firmeza – es por qué todos creyeron la historia hace dos meses, cuando se la contó Dumbledore...

-Verás, Harry, no estoy tan segura de que la creyeran – replicó Hermione con desánimo—. ¡Vamos, larguémonos de aquí!

Alis apartó la mano y George la miró con tristeza.

Hermione dejó también sus cubiertos sobre la mesa; Ron, apenado, echó un último vistazo a la tarta de manzana que no se había terminado y los siguió. Los demás alumnos no les quitaron el ojo de encima hasta que salieron del comedor.

-¿Qué quieres decir con eso de que no estás segura de que creyeran a Dumbledore? – le preguntó Harry a Hermione cuando llegaron al rellano del primer piso.

-Mira, tú no entiendes cómo se vivió eso aquí – intentó explicar Hermione –. Fue todo un caos, primero apareció la esfinge y sacaron a Fleur y Viktor, luego Alis aparece con la túnica hecha jirones, llena de rasguños nadie entendía nada. Y minutos después apareciste en medio del jardín con el cadáver de Cedric en brazos... Ninguno de nosotros había visto lo que había ocurrido en el laberinto... No teníamos más pruebas que la palabra de Dumbledore de que Quien-tú-sabes había regresado, había matado a Cedric y había peleado contigo.

-¡Es la verdad!

-Ya lo sé, Harry, así que, por favor, deja de echarme la bronca – dijo Hermione cansinamente –. Lo que pasa es que la gente se marchó a casa de vacaciones antes de que pudiera asimilar la verdad, y ha estado dos meses leyendo que tú estás chiflado y que Dumbledore chochea.

-Los veo más tarde – les dijo Alis mirando su reloj –. Tengo que ir a ver a la arpia.

-¿Qué? – preguntó Harry sorprendido –. Pensé que no te había castigado.

-No exactamente, que te lo cuenten Ron y Hermione, entre más pronto vaya, más pronto saldré.

-Suerte – le dijeron los tres.

Alis tocó a la puerta y cuando la profesora Umbridge le cedió el paso casi se le cayó la mandíbula al piso. Todas las superficies estaban cubiertas con fundas o tapetes de encaje. Había varios jarrones llenos de flores secas sobre su correspondiente tapete, y en una de las paredes colgaba una colección de platos decorativos, en cada uno de los cuales había un gatito de color muy chillón con un lazo diferente en el cuello.

-Buenas tardes señorita Black.

-Buenas tardes profesora – le respondió con desdén.

-Siéntese – le indico la silla frente a ella y Alis lo hizo de mala gana.

Alisa BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora