La Última Reliquia

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-...mi Señor, la resistencia se está desmoronando...

-... y lo está haciendo sin tu ayuda – dijo Voldemort con su altiva y clara voz –. Aunque tú seas un hábil mago, Severus, no creo que supongas mucha diferencia ahora. Casi estamos... casi.

-Permítame encontrar al chico. Déjeme traerle a Potter. Sé que puedo encontrarle, mi Señor. Por favor.

Snape pasó a zancadas por delante de la hendidura, y Harry se retiró un poco, manteniendo los ojos fijos en Nagini. Voldemort se levantó. Alis podía verle ahora, ver sus ojos rojos, el achatado rostro de serpiente, su palidez reluciendo levemente en la penumbra.

-Tengo un problema Severus – dijo Voldemort suavemente.

-¿Mi Señor? – dijo Snape.

Voldemort levantó la Varita de Saúco, cogiéndola tan delicada y meticulosamente como la batuta de un director.

-¿Por qué no me funciona, Severus?

-¿Mi... Mi Señor? – dijo Snape sin comprender –. No lo entiendo. Usted... usted ha ejecutado magia extraordinaria con esa varita.

-No – dijo Voldemort – He ejercido mi magia habitual. Soy extraordinario, pero esta varita...no. No ha revelado las maravillas que me habían prometido. No percibo diferencias entre esta varita y la que obtuve de Ollivander tantos años atrás.

El tono de Voldemort era pensativo, tranquilo.

-Ninguna diferencia – dijo de nuevo Voldemort.

Snape no habló. Alis no podía verle la cara, pero sabía que él podía presentir el peligro, y estaba intentando encontrar las palabras adecuadas para tranquilizar a Voldemort.

Voldemort empezó a moverse alrededor de la habitación. Alis lo perdió de vista unos segundos mientras la rondaba, hablando con la misma voz mesurada.

-He pensado largo y tendido, Severus... ¿sabes por qué te he hecho volver de la batalla?

Y por un momento Alis vio el perfil de Snape. Sus ojos estaban fijos en la enroscada serpiente en su caja encantada.

-No, mi Señor, pero le ruego que me permita volver. Déjeme encontrar a Potter.

-Suenas como Lucius. Ninguno de ustedes entiende a Potter como lo hago yo. No necesita ser encontrado. Potter vendrá a mí. Yo conozco sus debilidades, sabes, su único gran defecto. Odiaría ver como son fulminados los demás a su alrededor, sabiendo que lo que ocurre es a causa de él. Querrá detenerlo a cualquier precio. Vendrá.

-Pero mi Señor, podría resultar muerto accidentalmente por cualquier otro antes de que usted...

-Mis instrucciones a los mortifagos han sido perfectamente claras. Capturar a Potter. Matar a sus amigos...cuantos más, mejor... pero no matarle a él. Pero es de ti de quien deseo hablar, Severus, no de Harry Potter. Has sido muy valioso para mí. Muy valioso.

-Mi Señor sabe que solo ambiciono servirle. Pero... déjeme ir a por el chico, mi Señor. Déjeme traérselo. Sé que puedo...

-¡Te he dicho que no! – dijo Voldemort, y Alis captó el brillo rojo en sus ojos cuando se giraba de nuevo, y el susurrar de su manto fue como el deslizar de una serpiente –.Mi preocupación por el momento, Severus, es que ocurrirá cuando finalmente encuentre al chico.

-Mi Señor, no puede haber dudas, ¿seguramente...?

-... pero hay una duda, Severus. La hay.

Voldemort se detuvo, y nuevamente Alis pudo verlo perfectamente mientras deslizaba la Varita de Saúco entre sus blancos dedos, mirando fijamente a Snape.

Alisa BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora