El Tiempo No Para

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Maratón 4/4

Llevaba quizá días en aquel sofá, sin hacer nada, Kreacher le llevaba comida que apenas probaba y apenas se paraba para ir al baño, pero fuera de eso su actividad era nula, tenía un aspecto deplorable, sucia y con el cabello desparpajado, el pijama cubierto de sangre y mugre, parecía una verdadera vagabunda, incluso se podría decir que se veía tan mal como su padre cuando la primera vez que lo vio, como si los dementores también se hubieran robado la felicidad en su vida.

No sabía si era miércoles o viernes, pero sabía que algo que no había ocurrido desde que llego a Grimmauld Place ocurrió aquella tarde.

El timbre de la casa sonó, Alis ni siquiera se molestó en preguntarse quién era, le daba igual. Pero el elfo doméstico quien estaba preocupado por su joven ama abrió la puerta sin chistar.

-Que adorable – dijo con tranquilidad la voz de Severus Snape.

-No recuerdo haber ordenado a Kreacher que abriera la puerta.

-Hubiera entrado de todas formas – le dijo mirándola desde el umbral –. ¿Cuántos días llevas aquí?

-Qué más da, no lo sé – resoplo –, ni me interesa.

-¿Ese es tu plan? ¿Quedarte aquí hasta que la vida haga lo suyo y mueras de inanición para poder reunirte con tus padres?

-Si ese es mi plan ¿algún problema?

-Pensé que eras más inteligente y fuerte que eso.

-Pues ya ve que no, le dije a Remus que no quería ver a nadie, así que si no tiene nada mejor que decir ya conoce la salida.

-¿Y esperas que te deje aquí en ese estado?

-Espero, efectivamente espero que se vaya de mi casa en este momento – Alis ya no estaba impasible ni hablaba con voz monótona y aburrida sino que la ira se reflejaba en su temblorosa voz.

-¿O qué?

Aún adolorida por no continuar con el tratamiento se levantó del sofá por primera vez en el día y le apuntó a Snape con la varita.

-O tendré que sacarlo – sus palabras reflejaban enojo, ira, pero Snape sabía que lo necesitaba, Alisa necesitaba recordar que estaba viva, que muy a pesar de ella no había cruzado el velo con su padre.

-Para que puedas seguir auto compadeciéndote y lamentándote, llenándote de odio, secándote y muriendo lento.

-Ese es asunto mío – Snape sonrió sardónicamente.

-Entonces supongo que tendrás que echarme.

El salón se llenó enseguida de rayos rojos, naranjas, azules y por último con una onda de luz púrpura combinado con un grito de frustración de la joven que derribó al profesor Snape, el salón había quedado aún más destruido que unos minutos atrás, Alisa le apunto con la varita al hombre que aún se encontraba mirándola desde el suelo.

-Largo – le dijo rechinando los dientes.

-Ese no es ni por asomo todo tu potencial.

-Ni el suyo, pero no se equivoque porque la próxima irá directo a San Mungo – Snape sonrió, la prueba de que la joven amable y dulce que conocía seguía debajo de esa coraza de rabia era aquella, a lo máximo que aspiraba era a mandarlo al hospital, pero si la Alisa Black que él conocía hubiera desaparecido, Severus Snape habría muerto en ese salón.

-Vendré a verte el lunes – Alis lo ignoro y volvió a tumbarse en el sofá completamente agotada luego de repararlo.

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Alisa BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora