El Culpable Inocente Y El Misterio de la Acromantula

2.7K 165 1
                                    

Le explicaron de la capa a Alisa y quedaron de verse en cuanto sus compañeros se durmieran para ir a visitar a Hagrid sin que nadie se enterara, Alisa alcanzo a George que estuvo pendiente de ella el resto del día, se había puesto muy mal la última vez que atacaron a alguien importante para ella y George temía que pudiera volver a sufrir un ataque de nervios por lo que él y Fred la entretuvieron hasta un poco tarde cuando ella pensó que era la hora de irse a la cama y esperar que los demás se durmieran.

Para ella fue más fácil ya que sus compañeras de dormitorio ya estaban dormidas cuando subió, le hecho un último vistazo a Ginny y espero a dejar de escuchar ruido en la sala común para bajar.

Ron y Harry bajaron unos minutos después y se decidieron a salir a hurtadillas.

El recorrido por los corredores oscuros del castillo no fue en absoluto agradable. Los prefectos, profesores y fantasmas circulaban por los corredores en parejas, buscando cualquier detalle sospechoso. Como, a pesar de llevar la capa invisible, hacían el mismo ruido de siempre, hubo un instante especialmente tenso cuando Ron se dio un golpe en el dedo del pie, y estaban muy cerca de donde Snape montaba guardia. Afortunadamente Snape estornudo en el momento preciso que Ron grito. Cuando finalmente alcanzaron la puerta principal de roble y la abrieron con cuidado, suspiraron aliviados.

Unos segundos después de llamar, Hagrid les abrió. Les apuntaba con una ballesta, y Fang, el perro jabalinero, ladraba furiosamente detrás de él.

-¡Ah! – dijo, bajando el arma y mirándolos –. ¿Qué hacen aquí los tres?

-¿Para qué es eso? – pregunto Harry, señalando la ballesta al entrar.

-Nada, nada...– susurro Hagrid –. Estaba esperando... No importa... Siéntense, preparare té.

Parecía que apenas sabía lo que hacía. Casi apaga el fuego al derramar agua de la tetera metálica, y luego rompió la de cerámica de puros nervios al golpearla con la mano.

-¿Estas bien, Hagrid? – pregunto Harry – ¿Has oído lo de Hermione?

-¡Ah, sí, claro que lo he oído? – dijo Hagrid con la voz entrecortada.

Miro por la ventana, nervioso. Les sirvió sendas jarritas solo llenas de agua hirviendo (se le había olvidado poner las bolsitas de té). Cuando les estaba poniendo en un plato un trozo de pastel de frutas, aporrearon la puerta.

Se le cayó el pastel. Los chicos intercambiaron miradas de pánico, se echaron encima la capa para hacerse invisibles y se retiraron a un rincón oculto. Tras asegurarse de que no se les veía, Hagrid cogió la ballesta y fue otra ve a abrir la puerta.

-Buenas noches, Hagrid.

Era Dumbledore. Entro, muy serio, seguido del primer ministro Cornelius Fudge tenía expresión nerviosa.

-¡Es el jefe de mi padre! – musitó Ron - ¡Cornelius Fudge, el ministro de magia!

Alisa le pico la costilla a Ron para que se callara.

Hagrid estaba pálido y sudoroso. Se dejó caer abatido en una de las sillas y miro a Dumbledore y luego a Cornelius Fudge.

-¡Feo asunto, Hagrid! – dijo Fudge, telegráficamente –. Muy feo. He tenido que venir. Cinco ataques contra hijos de muggles. El ministerio tiene que intervenir.

-Yo nunca... – dijo Hagrid, mirando implorante a Dumbledore –. Usted sabe que yo nunca, profesor Dumbledore, señor...

-Quiero que quede claro, Cornelius, que Hagrid cuenta con mi plena confianza – dijo Dumbledore, mirando a Fudge con entrecejo fruncido.

Alisa BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora