Complicadas Revelaciones

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Los Delacour llegaron la mañana siguiente a las once en punto. En ese momento Harry, Ron, Hermione y Ginny se sentían bastante resentidos con la familia de Fleur; y fue de mala gana que Ron subió otra vez escaleras arriba para ponerse calcetines iguales, y Harry intentó aplastarse el pelo. Una vez que todos fueron declarados suficientemente elegantes, entraron en tropel en el soleado patio trasero para esperar a los invitados.

Alis nunca había visto el lugar tan arreglado. Los calderos oxidados y las viejas botas de goma que normalmente cubrían los escalones de la puerta trasera habían desaparecido, reemplazados por dos nuevos arbustos temblones situados a cada lado de la puerta en grandes macetas; aunque no había brisa, el patio había sido barrido, y el cercano jardín había sido podado, recortado y en general arreglado.

Como ya no se podía llegar hasta la madriguera directamente usando magia el señor Weasley había ido a recibir a los Delacour a la cima de una colina cercana, donde tenían que llegar con un Traslador. El primer sonido que indicó que se acercaban fue una extraña risa estridente, que resultó provenir del señor Weasley, que apareció en la verja momentos después, cargado de equipaje y con una hermosa rubia con una túnica larga y de color verde hoja, que solo podía ser la madre de Fleur.

-¡Mamá! – gritó Fleur, saliendo disparada para abrazarla –. ¡Papá!

Monsieur Delacour no era ni de lejos tan atractivo como su mujer; era una cabeza más bajo y extremadamente regordete, con una pequeña barba puntiaguda. Sin embargo, parecía afable. Saltando hacia la señora Weasley con botas de tacón alto, la besó dos veces en cada mejilla, dejándola aturullada.

-Se han tomado tantas molestias – dijo con voz profunda –. Fleur nos ha dicho que han estado

trabajando muy duro.

-¡Oh, no ha sido nada, nada! – trinó la señora Weasley –. ¡Ninguna molestia!

Ron descargó sus sentimientos lanzándole una patada a un gnomo que estaba echando un vistazo desde detrás de uno de los nuevos arbustos.

-¡Querida dama! – dijo Monsieur Delacour, todavía agarrando la mano de la señora Weasley entre las suyas regordetas y mirándola con una sonrisa radiante –. ¡Nos sentimos muy honrados por la inminente unión de nuestras dos familias! Permítame presentarle a mi mujer, Apolline.

Madame Delacour se deslizó hacia delante y se detuvo para besar también a la señora Weasley.

-Enchantée – dijo ella – ¡Su magido nos ha estado contando unas histogias tan divegtidas!

El señor Weasley dejó escapar una risa maníaca; la señora Weasley le lanzó una mirada, tras la que

inmediatamente él se quedó en silencio y asumió una expresión apropiada para el lecho de enfermo de un amigo íntimo.

-¡Y por supuesto, ya conoce a mi hija pequeña, Gabrielle! – dijo Monsieur Delacour. Gabrielle era una Fleur en miniatura; con once años, pelo por las caderas de un rubio totalmente platino, le lanzó a la señora Weasley una sonrisa deslumbrante y la abrazó, luego le lanzó a Harry una mirada brillante, agitando las pestañas. Ginny se aclaró la garganta ruidosamente.

-Bien, ¡pasen, pasen! – dijo el señor Weasley alegremente, e hizo pasar a los Delacour al interior de la casa, con muchos "¡No, por favor!" y "¡Después de usted!" y "¡Para nada!"

Los Delacour, descubrieron rápidamente, eran invitados amables y agradables. Estaban encantados con todo y deseosos de ayudar con los preparativos de la boda. Monsieur Delacour declaró que todo, desde el plan de distribución de asientos hasta los zapatos de las damas de honor era "¡Charmant!". Madame Delacour era experta en hechizos del hogar y tuvo el horno adecuadamente limpio en un pispás; Gabrielle seguía a su hermana mayor y a Alis a todas partes, intentando ayudar de cualquier forma que pudiese y farfullando en un rápido francés que a Alis le costaba trabajo seguir en ocasione.

Alisa BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora