¿Atrapados?

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Alis no se sentía con fuerza como para fingir estar molesta con Ron y por ello no se sorprendió cuando a la mañana siguiente Hermione se comunicase principalmente con miradas desagradables y silencios mordaces. Ron respondió manteniendo un comportamiento sombrío poco natural en su presencia, como un signo externo de continuo arrepentimiento. De hecho, cuando los cuatro estaban juntos, Harry y Alis tomaban una postura neutral ante el incómodo ambiente. Lo que Harry espetaba como la sensación de estar instruyéndose poco afligidos en un funeral al que habían acudido pocas personas. Sin embargo, durante los pocos momentos que pasaban lejos de Hermione (recogiendo agua y buscando champiñones en la maleza), Ron se volvía descaradamente alegre.

-Alguien nos ayudó – decía todo el rato –. Alguien envió a esa cierva. Alguien está de nuestro lado. ¡Un Horrocrux menos, colegas! – Alis sonrió y se preguntó qué pensarían si supieran que el autor de esa mano amiga era nada menos que su antiguo profesor de Pociones, Severus Snape.

Alentados por la destrucción del guardapelo, se pusieron a debatir sobre las posibles localizaciones de los otros Horrocruxes, y aunque habían discutido el asunto antes con tanta frecuencia, Harry se sentía optimista, y le había confiado a Alis su presentimiento de que más descubrimientos importantes seguirían al primero. El enfado de Hermione no podía estropear sus humores optimistas: el repentino aumento de su suerte, la aparición de la misteriosa cierva (del profesor Snape), la recuperación de la espada de Gryffindor, y por encima de todo, la vuelta de Ron haciendo que los cuatro amigos estuvieran de nuevo juntos, hacía a Harry tan feliz que le era bastante difícil mantener una expresión seria ya que al contrario de Alis se sentía menos motivado a mostrar su buen humor.

Al final de la tarde, Harry sacó a Alis de la tienda en donde había estado disfrutando de los últimos vestigios del remitente de la carta de amor que la mantenían fuerte ante todo, Ron y él querían escapar de nuevo de la presencia ceñuda de Hermione con el pretexto de registrar los setos vacíos en busca de zarzamoras inexistentes, retomaron el intercambio de noticias.

Harry finalmente había conseguido contarles todo lo ocurrido desde sus diferentes ausencias, como es que había recuperado el guardapelo de las garras de la gárgola, hasta la, no muy mencionada, marcha de Ron y luego lo sucedido tras ello hasta su escape del Valle de Godric. Ron ahora estaba informando a Harry de todo lo que había descubierto sobre el amplio mundo mágico durante esas semanas que había estado fuera.

-... y cómo descubristeis lo del Tabú? – le preguntó a Harry después de explicar los muchos intentos desesperados que hacían los hijos de muggles para evitar al Ministerio.

-¿El qué?

-¡Tú y Hermione han parado de decir el nombre de Quien-tú-sabes!

-Oh, sí. Bueno, es simplemente un mal hábito en el que hemos caído – dijo Harry –. Pero no tengo problema en llamarle V...

-¡NO! – bramó Ron, causando que Harry saltase al seto y que Hermione (con la nariz enterrada en un libro en la entrada de la tienda) los mirase con el ceño fruncido –. Perdón – dijo Ron, tirando de Harry para sacarlo de las zarzas –, pero el nombre ha sido maldecido, Harry, ¡así es cómo rastrean a la gente!

Usar su nombre rompe encantamientos protectores, causa algún tipo de perturbación mágica... ¡así es como nos encontraron en Tottenham Court Road!

-¿Porque usamos su nombre?

-¡Exacto! Hay que reconocerles el mérito, tiene sentido. Era sólo la gente que se tomaba en serio lo de hacerle frente, como Dumbledore, la que se atrevía a usarlo. Ahora que le han puesto un Tabú, cualquiera que lo diga puede ser rastreado... ¡una manera rápida y fácil de encontrar a miembros de la Orden! Casi pillaron a Kingsley...

Alisa BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora