La Vuelta al Castillo

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Los pies de Alis tocaron la carretera. Vio la familiar calle principal de Hogsmeade, las fachadas oscuras de las tiendas, la línea de neblina en las montañas negras tras la aldea, la curva adelante en el camino que conducía directamente a Hogwarts, y luz que salía de las ventanas de Las Tres Escobas, Alis podía recordar todos los buenos momentos que había pasado en ese pueblo y sonrió, pero en ese momento una punzada golpeó su pecho y un frío le recorrió el cuerpo, la pena que sentía le hacían enterarse de la presencia cercana de dementores sin embargo Alis no tuvo tiempo de decir nada antes que el aire fuera rasgado por un grito que sonó igual que el de Voldemort al descubrir que la copa había sido robada. Resonó en cada uno de los nervios del cuerpo de los muchachos, y Alis supo que había sido causado por su aparición.

Mientras miraba hacia los otros bajo de la Capa, la puerta de Las Tres Escobas se abrió de golpe y una docena de mortifagos encapuchados y enmascarados salieron a la calle, con las varitas en alto.

Alis sacó su varita, pero el brusco movimiento la hizo tambalearse un poco. Ron también había sacado su varita, pero Harry lo agarró por la muñeca. Había demasiados para correr el riesgo y Alis no se tenía en pie, Harry estaba aterrado, le recordaba aquella noche en que él y Dumbledore se habían aparecido ahí mismo y el anciano profesor se encontraba tan débil como su amiga. No podían ni correr incluso intentarlo revelaría su posición. Uno de los mortifagos alzó su varita, y el grito se detuvo, haciendo eco a través de las montañas distantes.

-¡Accio Capa! – rugió uno de los mortifagos.

Harry aferró los pliegues, pero la Capa no hizo ningún intento por escapar. El hechizo convocador no había funcionado.

-¿No estás bajo tu envoltorio, entonces, Potter? – grito el mortífago que había intentado el encantamiento, y después hacia sus compañeros –. Dispérsense ahora. Está aquí.

Seis de los Mortifagos corrieron hacia ellos, Alis, Harry, Ron y Hermione retrocedieron tan rápido como fue posible hacia la calle lateral más cercana y los Mortifagos no los encontraron por milímetros. Esperaron en la oscuridad, oyendo los pasos corriendo arriba y abajo, haces de luz de las varitas de los mortifagos que buscaban volaban a lo largo de la calle.

-¡Vamos sin más! – susurró Hermione –. ¡Desaparezcamos ahora!

-¡Excelente idea! – dijo Ron, pero antes de que pudieran decir más un mortífago grito.

-¡Sabemos que estas aquí, Potter, y no hay salida posible! ¡Te encontraremos!

-Estaban preparados para nosotros – susurro Harry –. Montaron ese hechizo para que les avisara cuando viniéramos. Supongo que han hecho algo para mantenernos aquí, atraparnos...

-¿Y qué hay de los dementores? – habló otro Mortífago –. ¡Denles rienda suelta, ellos los encontrarán rápidamente!

-El Señor Tenebroso no quiere a Potter muerto por ninguna mano que no sea la suya...

-¡... los dementores no le matarán! El Señor Tenebroso quiere la vida de Potter, no su alma. ¡Será más fácil de matar si ha sido Besado antes!

Se produjeron muestras de conformidad. Alis se sintió morir, no podrían usar un patronus sin descubrirse de inmediato.

-¡Vamos a tener que intentar desaparecer, Harry! – susurró Hermione.

Mientras lo decía, sintió ese frío antinatural extendiéndose por la calle con mayor fuerza que unos minutos antes. La luz fue succionada del ambiente, hasta las estrellas se desvanecieron. En medio de la oscuridad, sintió a Hermione tomar y sujetar su brazo y juntos, se dieron la vuelta en el lugar. El aire por el que necesitaban moverse, parecía haberse vuelto sólido. No podían desaparecerse, los mortifagos habían realizado bien sus encantamientos. El frío penetrando más y más profundamente en la carne de Alis. Ron, Hermione y él retrocedieron hacia atrás por la calle lateral, andando a tientas a lo largo de la pared, intentando no hacer ruido. Entonces, a la vuelta de la esquina, deslizándose silenciosamente, llegaron los dementores, diez o más de ellos, visibles porque eran de una oscuridad más densa que sus alrededores, cubiertos con sus negras capas y con sus manos en descomposición y con pústulas. Parecían estar acercándose más rápido ahora, con esas pesadas y ruidosas respiraciones que detestaba, probando la desesperación en el aire, acercándose...

Alisa BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora