Capítulo Nueve

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—¿Qué hace aquí ella? —preguntó Daniel, mi mirada fue hasta donde él veía: el lugar que el entrenador ocupaba en los juegos, donde una llorosa Sofía estaba de pie, mi mirada se encontró con la de ella y me saludó con la mano.

—Ahora vengo —avisé encaminándome a ella.

—Pollo —inquirió en medio de un sollozo, literalmente lanzándose a mí, la rodeé con los brazos porque se sentía como lo correcto y porque quería hacerlo.

—¿Qué pasa?

—Es Omar —respondió colocando sus brazos a mí alrededor.

—Sofi, tranquilízate —pedí—, no puede ser tan malo, dime qué paso —en serio no podía ser tan malo, ellos no habían estado juntos por tanto tiempo, no como para que ese tarado ya lo hubiera echado todo a perder.

—Él y ella, estaban juntos Antonio, los vi con mis propios ojos —habló entre sollozos. La miré unos segundos a los ojos y ella comprendió que para nada estaba siendo explícita—, con Danna

—¿Con Danna? —Sofía asintió segura.

—En el corredor cerca del gimnasio —siguió—, estaban así de cerca de besarse —expresó levantando la mano y dejando un pequeño espacio entre su pulgar y su índice.

—Sofía —me alejé un paso de ella, intentando alejar esa punzada de decepción que sentí al escuchar el nombre de Danna—, ¿estás segura que eran ellos?, no creo que Danna sea capaz de algo así, es decir, a penas y lo conoce, ella no es esa clase de persona y...

—¿La estás defendiendo? —por lo menos ya no estaba llorando, ahora sólo me miraba con sorpresa.

—No es eso

—¿Entonces qué es?, tú tampoco la conoces Antonio, no creo que deberías juzgar ese libro sólo por su linda portada de niña buena —reclamó—, pero no sé qué me sorprende más, que la estés defendiendo o que dudes de mí, de lo que vi y me está haciendo sufrir, me duele

—Sofía... —pero antes de que yo pudiera decir cualquier otra cosa ella ya se había marchado dando enojadas zancadas.

—¿Todo bien? —preguntó Carlos.

—No, todo mal, ¿y Omar? —cuestioné buscándolo con la mirada entre los jugadores que seguían corriendo.

—Oh, espera, iré por mi rastreador de idiotas a mi mochila —respondió Daniel con sarcasmo—, obvio no sé y tampoco es como si me interesara

Danna.-

—Así que... ¿eso es todo? —pregunté a Marlen y ella asintió desbordando felicidad.

—Por eso todos querían este taller y parece que Dios nos bendice a nosotros —musitó tomando su mochila del suelo, tomé la mía y unos segundos después Manuel nos estaba acompañando a la salida del gimnasio.

—¿Entonces... irás sola a tu casa? —cuestionó el pelinegro.

—No

—Sólo pregunta lo que quieres saber, Manu —sugirió Marlen.

—¿En serio me harás preguntarlo? —preguntó Manuel a mí lado con las mejillas sonrojadas. Definitivamente, aprobaba al muchacho, aunque tampoco es como si a Andrea le importara mi aprobación.

—Hoy también viene a recogerme Andrea —le informé—, pero no hasta que yo le envíe un mensaje y considerando que aún tengo que ir a hacer unos cuantos trámites a la dirección, y ella sigue en clases, tardará por lo menos otra hora

Mentiras de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora