Capítulo Treinta y Dos

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Alejandra Rinalde bajó de su auto último modelo con elegancia y naturalidad, recordando cómo cuando ella tenía la edad de su hija, jamás se había percatado de que así hacía la mayoría de las cosas que le parecían tan simples hasta que cierto joven hizo mención de ello, fue la primer plática verdadera que habían tenido, en una cafetería donde se había reunido con un par de sus amigas, donde lo conoció y creyó por primera vez que el amor a primera vista no era solo un mito.

Diecisiete, casi dieciocho años después, le pareció todo muy bizarro; aquella cafetería ya no existía, las amistades con las que se había reunido ese día terminaron por no ser verdaderas amistades y aquel joven por el que creyó sentir tanto amor también se había ido, y ahora parecía como si el solo pensar en él evocara a su versión de diecisiete años.

Alejandra puso los seguros del coche y levantó la vista encontrándose con el novio de su sobrina Andrea caminando en dirección a las mismas oficinas a las que ella se dirigía. Internamente pidió no ser vista por aquel muchacho, pero Manuel —si recordaba bien— la vio casi inmediatamente.

—Buenas tardes señora Rinalde —saludó amablemente el joven.

—Buenos días, Manuel, ¿cierto?

—Sí, ¿está aquí buscando a Danna? —cuestionó Manuel mientras abría la puerta de cristal grisáceo para ambos, dejándola a ella entrar primero.

—No, vengo a hacer mi propia aportación, ¿y tú?

—Es mi propia aportación también —contestó— bueno, mi papá me presionó un poco, pero me siento entusiasmado al respecto —Alejandra sintió su alma caer a los pies en cuanto aquel jovencito mencionó a su padre.

—Que bien —logró murmurar en respuesta al adolescente que caminaba a su lado en el interior de las cómodas oficinas.

—Sí, se supone que vendría hoy con él, pero se adelantó —y ahora sí, Alejandra sintió como si sus pulmones dejaran de trabajar correctamente—, ha tenido mucho trabajo y esto es como algo extracurricular aunque no sé si se pueda llamar así a cosas del trabajo extra, señora Rinalde, ¿está bien?

—¿Eh?... Sí, claro que estoy bien

—¿De verdad?, porque luce un poco pálida

—No te preocupes, estoy perfectamente

—Oh bien, entonces, buscaré a alguien que me diga qué haré hoy, supongo que usted ya tiene una cita —Alejandra asintió confirmando—, así que nos veremos después señora Rinalde, fue un gusto saludarla

—Igualmente Manuel —inquirió Alejandra permaneciendo de pie cerca de la salida que justo en ese momento parecía una oferta muy tentadora.

Aunque, a los treinta y cinco años ya no se puede simplemente huir, se supone que a esa edad las personas simplemente afrontan sus problemas. Finalmente todo esto era sólo cosa de enfrentarlo y tal vez simplemente sería olvidado, esa era una bonita mentira que con gusto podría creer, todo sería más fácil de afrontar si Danna no estuviera deambulando por esas oficinas y tal vez ya se hubiera encontrado con el papá de Manuel. Bien, Alejandra debía tranquilizarse, aún no sucedía nada y ella se estaba poniendo paranoica y tal vez Danna ya se había ido a comer con Antonio.

—Alejandra, estás aquí —exclamó Adriana, la madre de Antonio.

—Sí yo... no sabía cuál era exactamente tu oficina —explicó.

—Lo siento, se supone que debería haber una recepcionista pronto aquí, pero parecía que hoy todos estaban ansiosos por irse a su hora de comida, incluso Danna y mi Antonio ya se fueron —Alejandra se sintió tranquila de escuchar eso y asintió. Bien, tal vez ahora sí podría enfrentar algunos problemas si es que justo hoy querían encontrarla luego de diecisiete años.

Mentiras de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora