Capítulo Cuarenta y Cinco

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Antonio.-

Lo más difícil que pude haber hecho durante todo el día fue separarme de ella, no quería dejarla ir en cuanto notamos que nuestros lugares apartados por los chicos estaban separados, no, yo quería permanecer con ella cerca. Pero el encargado de dar la plática sobre el gobierno o algo así, nos apresuró para sentarnos en cuanto entramos.

Luego, el día sólo se empeñó en no darnos un poco más de tiempo a solas, ya que yo tenía entrenamiento dos horas y ella saldría alrededor de hora y media antes que yo, no podía pedirle que se quedara conmigo, así que supuse nos veríamos hasta la tarde cuando se supondría nos juntaríamos a hacer la exposición de Ciencias de la Salud.

Ya me estaba arrepintiendo por no haberla hecho antes, así quizá habríamos tenido el día libre, eso hubiese sido muy bueno.

—Deberías ponerte un casco o algo así —aconsejó Carlos deteniéndose a mi lado un par de segundos, lo miré sin comprender a lo que se refería.

—Y eso porque...

—Cuando menos lo esperes alguien golpeara tu cabeza con el balón y como tú estás en las nubes, no sería muy complicado

—Tomaré eso como una advertencia —decidí.

—Sí, eso estaría bien —respondió mi amigo antes de seguir con su recorrido por la cancha.

—Briseño, no estamos tomando el sol —espetó el entrenador sacando de su boca un pequeño silbato verde—, a trabajar —ordenó en cuanto comencé a dar mis vueltas a la cancha y hasta entonces noté que Tamara y un par de chicas más permanecían en las gradas.

Luego de unos segundos me emparejé al paso de Daniel y Carlos, este último no parecía nada incómodo con la atención que nuestras espectadoras en las gradas le estaban poniendo.

—Pollo —inquirió Daniel llamando mi atención.

—¿Qué?

—Cuando salgamos quiero que le digas a cualquier mujer que pregunte por mí que tengo un compromiso al que no puedo faltar y que si falto, moriré —pidió.

—¿Por lo menos puedo saber por qué?

—La chica que casi lo viola está sentada en las gradas —se adelantó a responder Carlos; casi me reí.

—Por qué no sólo le dices de nuevo que ya tienes novia —cuestioné—, no es como un secreto que Karly y tú están juntos y terminarán por casarse algún día —agregué.

—¿En serio lo crees? —asentí y Daniel sonrió un par de segundos pero luego agitó la cabeza, probablemente centrándose en lo que importaba justo ahora—, aun así necesito ese favor, yo no sé cómo decirle que no a las personas, sobre todo si son niñas que parece se podrían poner a llorar

—Pollo tampoco sabe —añadió Carlos.

—Claro que sé hacerlo —me lo pensé un momento pero Carlos en serio me conocía bien—, ¿por qué no lo haces tú? —reté.

—No sé mentir —respondió Carlos con una pequeña sonrisa en los labios.

—Claro que sabes mentir, por ejemplo a todas las mujeres con las que sales —argumenté, pero mi amigo no perdió su tranquila expresión.

—Yo no les miento, soy tan claro como el agua

—Intenta entonces mentir... por mí —pidió Daniel.

—Aunque suenes muy encantador y todo —bromeó Carlos—, no puedo, probablemente cuando le esté diciendo tu sarta de excusas me eche a reír

Mentiras de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora