Capítulo Veinte

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—¿Era tan difícil subir al auto? —cuestionó una vez que apago el motor.

—Sí, lo era —desabroché el cinturón de seguridad—, acababas de ser un completo idiota, te lo recuerdo —echó la cabeza hacia atrás en su asiento y una sonrisa que no mostraba alegría se extendió por sus labios.

—Eres increíble Danna, era algo muy sencillo de hacer, subir al auto y ya

—No pienso seguir discutiendo por eso, ya fue suficiente en un día, además pudiste haberte ido sin mí y ya, iba a tomar un taxi —me quejé, intenté abrir la puerta pero esta no cedió—, ¿le pusiste el seguro para niños?

Antonio no respondió, se quitó el cinturón de seguridad y bajó del auto, lo rodeó y abrió la puerta para mí.

—Gracias —murmuré sin mirarlo y me aparté del auto.

—No hay de qué, deberías acostumbrarte, pasaré por ti a partir de mañana —decidió—, y te traeré de regreso

—No es necesario

—Te estoy avisando —respondió sonriéndome.

—Tengo un auto, puedo transportarme yo sola

—¿Puedes? —retó cruzándose de brazos, entrecerré los ojos y suspiré contando hasta diez de cinco en cinco para no estampar mi puño en su estúpida y perfecta cara.

—Gracias por traerme —dije antes de retirarme.

—A las siete, puntual

—No pierdas tu tiempo, iré sola —decidí.

Antonio.-

Tomó mucho esfuerzo de mí levantarme más temprano de lo acostumbrado, pero cuando estuve en la cocina de la casa de Danna, faltando cinco minutos para las siete, me sentí realizado.

—¿Entonces eres su amigo solamente? —preguntó la señora que se había presentado como "Chely" poniendo frente a mí un vaso con jugo de naranja y un plato con fruta en trocitos.

—Por ahora —respondí.

—¿Y dices que la señora Alejandra ya te conoce?

—Sí, mi mamá y ella son amigas, de hecho esperaba poder saludarla hoy

—No creo que se pueda, anoche trabajó hasta tarde y no creo que despierte pronto, es como Danna en ese aspecto —externó—, sólo que a Dan le gusta quedarse despierta hasta tarde para leer

—Le gusta leer mucho, ¿no?

—Sí, ahora come, ella casi nunca lo hace o nunca termina, no me hagas el mismo desaire —pidió la señora.

—Chely, buenos días, puedes avisarle a mi mamá en cuanto despierte que me lleve mi auto y que por amor a todo lo bueno en el mundo no se vuelva loca —pidió Danna entrando a la cocina aún con el cabello húmedo e intentando poner una manga de su sudadera en su lugar.

—Buenos días Dan, lo haría pero no creo que sea necesario —respondió la señora Chely dedicándome una sonrisa.

—¿Por qué? —la pregunta de Danna quedó resuelta en cuanto levantó la mirada y se encontró con la mía.

—¿Qué haces aquí?

—Te avisé que sería puntual

—Y yo te dije que puedo ir sola

—Pueden discutir eso después, ahora, desayunen —intercedió Chely—, iré a ver si tu madre aún respira —agregó mirando a Danna.

—¿No desayunarás? —pregunté a Danna antes de poner un poco de fruta en mi boca y sonreírle.

Mentiras de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora