Capítulo Veintiuno

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Danna.-

—¿No me vas a contar? —le pregunté a mi amiga mientras me sentaba frente a ella en el receso, comenzaba a preocuparme su imborrable sonrisa.

—No sé qué contarte —respondió sonrojándose. Tenía que tomarle una foto, Marlen nunca se sonrojaba.

—Todo, bueno sin los detalles íntimos —pedí—, él sigue siendo mi primo —Marlen rio y asintió.

—Tu primo tiene potencial

—¿Potencial?

—Podría ser un buen novio —inquirió comenzando a comer.

—Oh por Dios... ¿puedes repetir eso? —pedí.

—No, sólo... no lo repitas ¿sí?, no quiero adelantarme a nada

—Está bien —respondí sonriendo—, esto será emocionante —pude haberme puesto a aplaudir, pero parecería una foca, así que contuve mi impulso.

—¿Y Antonio? —cuestionó Marlen—, escuché que ayer prácticamente no se separó de ti —me encogí de hombros— y hoy llegaron juntos, comienzo a preguntarme si ustedes se están poniendo serios

—Él sólo está pasando por mí, no hay nada serio en eso

—Pero le molesta que algún otro hombre que no sea de su confianza esté cerca de ti, ¿no? —preguntó Marlen de nuevo, lo pensé unos segundos y asentí.

—No le gusta que David hable conmigo, eso me molesta un montón

—Se está poniendo serio —murmuró la castaña con seguridad.

—Hola hermosas mujeres —saludó Manuel tomando asiento junto a Marlen.

—¿Qué quieres? —pregunté.

—Cuñadita, esa no es manera de tratarme, sólo intento ser amable... y saber si tienen la tarea de Historia

—Manuel, es Historia —regañó Marlen—, sólo era copiar lo que está en el libro

—Perdí mi libro —explicó el pelinegro.

—Hola —se integró Daniel—, ¿ya estás dando lástimas? —le preguntó a Manuel.

—¿Lástimas, yo?, ¿quién es quien aún llora por los rincones moqueando por Karly? —respondió Manuel.

—Es mejor que llorar por perder mi libro de Historia

—Eso es cierto —coincidió Marlen—, lo de Dany es romántico

—¿Acabas de decir romántico? —cuestionó Carlos colocando su comida en la mesa que compartíamos; Marlen se encogió de hombros y Carlos le sonrió con alegría.

—Hola —me saludó Antonio sentándose a mi lado, dio un despreocupado beso en mi mejilla que estoy segura al a par de la otra tomó un color rojizo.

—Que grosero eres, también nosotros necesitamos que nos digas hola de vez en cuando —reclamó Daniel.

—Hola —complació Antonio.

—Si te lo tenemos que pedir, ya no cuenta —reclamó Carlos.

Antonio.-

Generalmente yo me sentaba en el receso con los otros miembros del equipo de fútbol de la escuela, esta vez fue diferente por el simple hecho de que quería estar cerca de ella.

Tan cursi como suena.

—¿Tienes planes en la tarde? —pregunté a ella bajando un poco la voz, para no interrumpir la conversación de los demás. Danna me miró e hizo una mueca con los labios, después de unos segundos negó.

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