Capítulo Once

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Antonio.-

—Creo que está a punto de ponerse a llorar —murmuró Carlos a mi lado, dejé de mirar el piso como si se tratara de lo más interesante en el planeta y miré a Manuel que seguía paseándose de un lado a otro con el celular pegado a la oreja.

—Sólo vas a lograr que te bloqueé las llamadas —le espetó Daniel.

—Pero es que... —se quejó Manuel—, maldición, esperaré a mañana para llamarla —decidió mientras se sentaba con nosotros.

—¿Qué es lo que tienen? —cuestionó Daniel al aire.

—¿Quiénes? —preguntó Carlos.

—Las mujeres —respondió Manuel—, ok, solo... algunas mujeres

—Que cursis suenan —murmuró Carlos—; por qué tan callado —me preguntó luego de unos segundos de silencio total.

—Danna —respondí.

—¿Qué hay con Danna? —preguntó Daniel.

—Está tan enfadada conmigo —confesé.

—¿Por?

—Quería hablar con ella y se enfadó porque ahora si le hablaba y antes me porté como si ella fuera el anticristo —sonreí recordando sus palabras, verla enojada era algo, tal vez loco, pero era lindo, sobre todo porque se ruborizaba un poco más de lo que lo hacía cuando algo la cohibía y eso la hacía ver tan bonita.

—¿Y luego? —insistió Carlos.

—Pues luego le dije que había estado un poco enfadado porque había estado a punto de besarse con Omar y ella dijo que eso no era posible y que no tenía derecho a juzgarla basándome en algo que alguien muy mal de la cabeza había dicho

—¿Ella se iba a besar con Omar? —cuestionó Carlos, Daniel negó seguro y con cara de asco y Manuel sólo negó.

—¿Quién dijo semejante estupidez? —quiso saber Manuel.

—Pues... alguien —divagué.

—Espera, por eso lloraba Sofía el día que patéticamente se le escurrían los mocos en la cancha de fútbol —supuso Carlos.

—...Tal vez

—Creo que es totalmente falso, aunque al parecer ya te diste cuenta —inquirió Manuel— por cierto, Sofía debería arreglar su vista, Omar sí se iba a besar con alguien, pero no era Danna —nos contó—, yo lo vi todo —agregó.

—Sí, creo que ella ahora pienso que soy el idiota más grande del mundo

—No es la única —espetó Daniel levantando su brazo.

—Intentaré arreglarlo —me defendí.

—Pronto —pidió Carlos—; ella me cae bien —agregó.

Danna.-

El sábado me dediqué a hacer lo que mejor se me daba: dormir hasta tarde. Y cuando decidí levantarme, fue por una llamada de Andrea, mi prima necesitaba conseguir unas prendas nuevas y yo unos libros nuevos, así que iría con ella en unas horas al centro comercial.

Decidí darme una ducha y ponerme algo muy cómodo para bajar a comer algo. Mi cabello seguía húmedo, mis shorts eran muy cortos y la blusa de tirantes que vestía podría mostrar un poco de mi estómago si me estiraba; supuse que a mamá le molestaría un poco verme en esas fachas para la hora que era y comencé a reírme un poco de la expresión que seguramente pondría cuando me viera, pero mi sonrisa murió en cuanto pasé por la sala y noté que había gente con mi madre.

Mentiras de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora