Capítulo Setenta y Seis

75 5 0
                                    

Danna.-

¿Hubiese sido correcto abrir los ojos en ese momento y decirle que yo también lo amaba?, no, tal vez hubiera hecho las cosas más sencillas, pero para mí no se sentía correcto, quizá yo también debía hacer caso del consejo de Carlos y dejar que Antonio respaldara todo ese amor que decía sentir por mí con actos. Fue por eso que como pude reprimí el suspiro de alivio que se formó en mi pecho al sentir el tacto de sus labios sobre mi frente y mejilla.

Realmente tuve que seguir fingiendo que dormía por otra media hora, eso no debía ser sano, pero fue hasta que Karen apareció en mi habitación que decidió debían despertarme.

—Danna Banana, ¿te sientes mejor? —preguntó Karen reorganizando el mobiliario de la habitación para poder sentarse al lado de mi camilla.

—Aún sueno fatal —ella frunció el ceño y asintió de acuerdo.

—Se arreglará tu voz, tengamos fe —pidió entregándome una cuadrada caja de resistente cartón que pesaba un poco, idéntica a la que le había entregado a Antonio hace un segundo y una lata de Coca Cola—, me amarán después de ver lo que hay dentro —advirtió mirando rápidamente a Antonio y después a mí.

—Pensé que era Edgar quien había ido a conseguir la comida decente —dijo Antonio abriendo su lata de refresco.

—Pues sí, él fue por esta comida, pero amigo, fui yo quien la pasó de contrabando —presumió mi amiga con una pequeña en el rostro.

—¿Así de sencillo? —pregunté abriendo la cajita de Carls Jr. Y dejando que la felicidad me embargara al oler la comida decente y grasosa.

—Sí, bueno... el practicante inepto me vio, pero como que se ha enamorado de mí —sugirió en medio de una mueca extraña de duda, Carlos comenzó a toser atragantándose con el sorbo que había dado al café que aún sostenía en sus manos y lo miré enarcando una ceja mientras Antonio le daba unas ligeras palmadas en la espalda—, o de ti al verte inconsciente —deseché esa idea de inmediato y miré de nuevo a mi amiga—, el punto es que solo me dijo: ojalá y esas cajas de comida no sean de comida y menos para la paciente, y yo estaba cómo, por qué me estás hablando —narró Karen.

—Traes un pegue que no puedes con el —murmuré a mi amiga, ella esbozó una muy pequeña sonrisa y negó con la cabeza ligeramente.

—Oh, y me encontré a... a, Nicole esta mañana, dijo que vendría esta tarde a visitarte con su uhm, novio —informó mi amiga.

—¿Otra vez? —murmuré.

—Ayer no pudo verte —respondió Karen con seriedad—; supongo que este es un buen momento para decirles que la mamá de Danna me pidió que les avisara que sus respectivas madres la han estado llamando —siguió mi amiga levantando un poco la voz hacia los hombres sentados en el sillón de cuero que "distraídamente" ignoraban nuestra conversación— y no se escuchaban felices —agregó haciendo que ambos se pusieran de pie.

—Esto será feo —murmuró Carlos.

—¿Tú crees? —preguntó Antonio terminando de pasar el bocado que había estado masticando—, dijimos que sería algo rápido, van a querer colgarnos de algún puente

—Ya regresamos —avisó Carlos saliendo de la habitación y dejándonos solas.

—¿Eso era cierto? —pregunté a Karen.

—Claro, me ofende que pienses mal de mí —se quejó.

—Disculpa, entonces... te encontraste a Nicole —le recordé.

Mentiras de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora