Capítulo Setenta y Nueve

82 7 5
                                    

Danna.-

Pasaron cerca de quince minutos desde que mi madre salió de mi habitación hasta que Karen entró después de tocar un par de veces, dejándose caer encima de mi cama, cubriendo su cara con ambas manos y suspirando sonoramente.

—Danna —se quejó—, ¿qué voy a hacer? —preguntó sin dejar de cubrir su cara.

—Pues... no lo sé a ciencia cierta, que tal si primero me platicas qué pasó exactamente —pedí sentándome frente a ella en la silla de mi escritorio.

—...No mucho —respondió sentándose—, bien, tal vez un poco, el punto es que me besó y yo lo besé de vuelta y fue... fue maravilloso —aceptó llevándose la mano hasta los labios, luego negó con la cabeza apresuradamente mientras yo sonreía por ella y por Carlos—, pero no debió pasar, y...

—Pero pasó —la interrumpí—, y sé que no te arrepientes —aposté.

—No ahora, pero... qué pasará la próxima vez que lo vea, ni si quiera... ni si quiera sé qué voy a decir

—No siempre tienes que saberlo Karen, tal vez... por qué no sólo disfrutas por ahora y te preocupas después

—Eso le decían a las señoras de antes y ¿cuántos hijos tenían?, como quince —casi me reí por ese comentario, pero sabía que mi risa no le sería de mucha ayuda a mi amiga en ese momento.

—¿Te gusta Carlos? —pregunté retomando la seriedad. Karen asintió.

—Más de lo que me gustaría aceptar

—Tú le gustas a él —me atreví a aseverar—, no veo cuál es el problema

—Te lo recordaré —decidió poniéndose de pie y comenzando a pasear de un lado a otro por mi habitación— yo no quería, no necesitaba una relación porque estoy concentrada en mis estudios y... pues, las relaciones consumen tu tiempo y pensamientos, por cursi que suene

—Sí, suena cursi —acepté—; pero piensa esto —le pedí—, si no quieres una relación ahora que tienes dieciséis años y estás por terminar la preparatoria, lo cual la mayoría de la gente normal no hace —agregué—, cuándo vas a querer y, o necesitar una —pregunté—, no creo que lo desees cuando estés estudiando una carrera, te conozco un poco y sé que será la última de tus prioridades, así que, por qué no ahora, con el muchacho que en realidad te gusta

—No sé si ese muchacho quiera lo mismo que yo —ni yo lo sabía, pero tenía un buen presentimiento acerca de esto

—Nunca lo sabrás si no te arriesgas un poco —aconsejé, esperando que ella no me regresara mis palabras. Afortunadamente, no lo hizo, sólo se sentó de nuevo sobre mi cama y asintió despacio.

—Esto es demasiado por procesar, iré a dormir, descansa Danna Banana oh, y... si te sientes mal por la noche no dudes en molestar a Edgar

—Graciosa —murmuré.

—O a mí —agregó con una pequeña sonrisa caminando hasta la puerta.

—No te preocupes, también descansa —deseé antes de que terminara de marcharse.

A la mañana siguiente, desperté muy temprano, comencé a arreglarme para ir a hablar con el encargado del semestre foráneo, y, aproximadamente dos horas después, mientras caminaba de regreso a la casa que había sido mi hogar durante los últimos dos meses pensando en lo imbécil que me sentía y en que tal vez decir algunas groserías en inglés y español en la oficina de aquel sujeto me hubieran ayudado a sentirme mejor, no pude evitar sentirme pesarosa, después Carlos apareció en mi camino con una deslumbrante sonrisa en la cara y abriendo sus brazos mientras caminaba en mi dirección, tuve que voltear hacia atrás y comprobar que era a mí a quien se preparaba para abrazar.

Mentiras de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora