Capítulo Cien

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Antonio.-

Nuestro maestro de Cálculo casi se queda dormido mientras escuchaba las dudas que algunos tenían sobre el tema que toda la semana había explicado una y otra vez, así que como la verdad lucía muy cansado se retiró como quince minutos antes de que su clase terminara, la mayoría nos miramos unos entre otros al no entender ni la mitad de una palabra de la excusa que utilizó para marcharse y finalmente el salón se convirtió en un hervidero de pláticas sobre lo que habían estado haciendo el fin de semana.

—¿No creen que las niñas ya se tardaron? —cuestionó Daniel.

—Me sorprendería si llegan para la segunda clase —respondió Manuel—, si es que van a hablar de los planes que tienen para la graduación apenas han de ir como a la mitad de su explicación

—Tengo hambre —aseveró Carlos—, no me miren así, yo preferí dormir otros quince minutos antes que levantarme a desayunar —defendió.

—Yo también tengo hambre —aceptó Manuel, enarqué una ceja mirándolo y él se encogió de hombros—, estoy en pleno desarrollo, qué quieren que haga

—Vamos a ver qué hay en la cafetería —inquirió Manuel poniéndose de pie—, es mejor que estar aquí solo escuchándolos mientras se quejan

—¿Tengo que ir?

—Ya que nosotros te ayudaremos con lo de Dan, sí —contestó Carlos.

Tuve que levantarme de mi lugar y mientras caminábamos hasta la cafetería nos encontramos con Marlen y Karly antes de entrar al lugar más grato para todos los estudiantes en aquella escuela.

—¿No se supone que Dan se fue con ustedes? —pregunté, ambas se miraron y asintieron.

—Si sigues caminando por el pasillo y luego das vuelta a la derecha en el primer cruce la vas a encontrar —informó Mar.

—Deberías apresurarte, no se veía realmente feliz cuando se quedó allá —aconsejó Karly.

—¿Qué?, ¿por qué?

—Tú sólo date prisa —pidió Marlen. Reanudé mi camino siguiendo las instrucciones de Marlen y cuando llegué hasta donde dijo Danna estaría creí que no pude haber llegado en mejor momento.

Mateo parecía estarle advirtiendo algo mientras sostenía su brazo y ella mantenía el ceño ligeramente fruncido e intentaba que él la soltara; mi sangre hirvió de inmediato y me sorprendió que haya mantenido el control cuando le pedí que la soltara en vez de simplemente alejarlo de ella.

Danna.-

Mateo divagó un poco sobre lo que quería decirme y estaba poniéndome ansiosa, en realidad lo único que yo quería hablar con él era que no regresaría a sus clases de boxeo y que realmente debería comenzar a tomar su distancia conmigo, el pequeño problema era que no sabía cómo decir eso último.

—Ni si quiera me estás escuchando, ¿cierto? —quiso saber él llevando mi mirada hasta la suya, fruncí el ceño y negué, luego asentí.

—No, sí te escucho, pero realmente tú no debes disculparte por lo que pasó el sábado, es un asunto que se quedará entre ella y yo —supuse en medio de un suspiro.

—Ok, supongo que en realidad debería decirle a ella que lamento lo de sus moretones —inquirió en medio de una pequeña risa, asentí de acuerdo con él y levanté un hombro indecisa de cómo despedirme de él.

—Sip, si eso es todo, tengo que irme —anticipé señalando el pasillo por donde Marlen y Karly habían desaparecido.

—¿Tienes prisa? —cuestionó acortando la distancia entre nosotros, dando un paso al frente y acercándose a mí, moví mis manos lejos de él y retrocedí el mismo paso que él avanzó.

Mentiras de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora