Capítulo Cuarenta y Seis

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Danna.-

Mis nervios desaparecieron casi completamente cuando recibí el mensaje de Antonio avisando que llegaría un poco tarde, pero pasando una hora de eso fue mi ansiedad la que tomó su lugar, envié un mensaje cuestionando qué tanto debía esperarlo que no tuvo respuesta, esperé media hora más y envié uno nuevo preguntando si todo estaba bien, no quise enojarme con él porque había dicho que fue una emergencia así que preferí llamarlo, pero esta vez la línea me mandaba directamente al buzón de voz.

Traté un par de veces más y lo mismo sucedió. Conté un par de veces hasta diez tranquilizándome, queriendo creer que las cosas simplemente se habían complicado y nada malo le había pasado... finalmente las malas noticias eran las primeras en llegar.

Así que a eso de las nueve comencé con nuestra exposición, pidiendo que él llegara pronto para ayudarme, ya que por el contrario de lo que yo creía la información sobre nuestro tema era extensa y abundante.

Reuní los datos necesarios para hacer una presentación en power point con lo que la maestra había dicho debía contener, la cual debo decir quedó impresionante. Después tuve que ingeniármelas para hacer un tríptico al que después debía sacarle copias para que cada alumno tuviera el suyo, debo decir que a pesar de que me apresuré lo más que pude, combinar los colores para la presentación y hacer que el tríptico quedara decente cuando vi el reloj ya era pasada la media noche, a esa hora jamás encontraría un lugar para sacar las copias del tríptico, tuve que recurrir a mi madre y enviarle al correo de su oficina mi tríptico con un pequeño mensaje suplicante para que ella imprimiera los que me faltaban. Fue a eso de la una y media de la madrugada que decidí sería una buena idea enviar al correo de Antonio la presentación para que por lo menos pudiera echarle un rápido vistazo.

—También traje la caja de condones —avisó mi madre entrando a mi habitación con su ropa del trabajo aún puesta e impecable como siempre. En su mano derecha llevaba mis valiosos trípticos y en la otra una sencilla taza blanca—, caíste —se burló entregándome los trípticos y tomando asiento a mi lado dejando lejos de mi teclado la tasa blanca que al parecer contenía té.

—A veces me sorprende tu madurez —ironicé—, ¿el té es para mí?

—Sí, lo traje porque te podía visualizar sentada frente a la computadora a última hora haciendo tarea, ¿ya casi acabas?

—Terminé —afirmé mostrándole la presentación y tomando la tasa de té en mis manos. La observó asintiendo y luego sonrió.

—Es importante que sepas todo eso, y quedó muy bien, como siempre —inquirió—; pero, ¿por qué dejaste esto a último momento?, no es usual en ti —notó mientras deshacía su peinado.

—Se supone que Antonio me ayudaría pero tuvo una emergencia así que... tuve que arreglármelas sola —expliqué haciendo que frunciera el ceño.

—¿Una emergencia? —asentí—, ojalá esté todo bien, sólo... traten de que esto no se repita, es tarde y mañana tienes escuela —dijo, como si necesitara recordármelo—, ¿necesitas algo más antes de que me vaya a dormir?

—No, gracias por todo, pero mamá...

—¿Si?

—Deberías tener un horario de salida en tu oficina, ya era tarde para que siguieras allá, ¿no crees? —una pequeña sonrisa atravesó sus labios y asintió poniéndose de pie.

—Lo tendré, ahora duérmete —ordenó—, es tardísimo —agregó antes de salir de mi habitación, comencé a ordenar mis cosas para cuando me levantara y entonces noté que aún no doblaba correctamente los trípticos, así que por fin pude acostarme a dormir hasta las dos de la mañana.

Mentiras de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora