Capítulo Treinta y Seis

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Danna.-

—Deberías comenzar a explicarme por qué ibas a faltar a la escuela y lo más importante, cómo terminó Antonio aquí, en tu cama —pidió mi madre tomando asiento en el sillón frente a mí—, oh y quiero respuestas explícitas, Danna —agregó.

—No sé por dónde comenzar —acepté.

—Decide pronto, porque estoy a punto de enloquecer e ir a comprar una prueba de embarazo a la farmacia más cercana —advirtió.

—No exageres —pedí cubriendo mi rostro.

—Pues te escucho

—Papá me llamó ayer —comencé, di una profunda respiración antes de comenzar a contarle los motivos por los cuales me llamó, agregué que no me había caído muy bien la noticia y al final la visita de Antonio al estar muy preocupado, y tal vez hasta lo hice parecer un hermoso caballero de brillante armadura.

—Ese hombre me va a escuchar —inquirió mi madre poniéndose de pie— ya verás, se arrepentirá tanto de hacer lo que te hizo, ¿quién se cree para ser tan descortés? —cuestionó—, ¿has visto el teléfono?, lo necesito justo ahora para llamar a ese ingrato y será mucho mejor si la zorra oxigenada está presente, me van a escuchar

—No vale la pena mamá —murmuré mientras la señora frente a mí en pijama con estampado de solecitos sonrientes buscaba bajo los cojines que adornaban los sillones el teléfono fijo—, mamá, ¿me estás escuchando?

—No Danna, estoy preparando mentalmente mis insultos más horribles —explicó.

—Agradecería un poco de tu atención por favor, aunque sea una vez en la vida —pedí; sí, tal vez ese fue un golpe bajo ya que yo jamás me había quejado sobre el poco tiempo que mi madre dedicaba a mi crianza y tal vez este no era el mejor momento, pero quería que me escuchara.

—Dan... —ella también sabía que realmente nosotras antes de que el divorcio nos obligara a vivir juntas sin la presencia de mi padre, compartíamos realmente poco tiempo, así que parecía a punto de disculparse.

—Escúchame —pedí de nuevo—, no lo llames, no vale la pena, deja que haga su vida como él desee, es obvio que cree que ya no nos necesita en ella... y está bien —me obligué a decir—, quizá es hora de que dejemos correr ese asunto

—Danny —inquirió mi madre sentándose a mi lado y envolviendo un brazo a mi alrededor—, ¿cuándo maduraste tanto?, amor, yo... quiero llamarlo porque no es justo para ti, él y yo acordamos en el divorcio que él y yo nos estábamos separando, tú no estabas dejando su vida a pesar de que te mudaras de ciudad —musitó apretujándome contra su costado—, no es justo que pierdas a tu padre por tonterías como una estúpida pelirroja —se quejó.

—Tal vez yo ya había perdido a mi padre de tiempo completo hace mucho —supuse, diciéndolo en voz alta—, pero caer en cuenta de ello de esta manera es difícil —acepté. Mi madre me miró unos segundos y luego desvió la mirada al frente, me abrazó con un poco más de fuerza y suspiró.

—Y yo que te dejé sola ayer todo el día —se culpó. Me encogí ligeramente de hombros.

—No fue tu culpa, ¿el trabajo estuvo bien?

—Eh... sí, estuvo... estuvo bien

—Mamá...

—¿Si?

—¿Le comentarás sobre esto a los padres de Antonio? —pregunté cambiando de tema.

—Sólo si tengo que ir a comprar una pastilla de emergencia, ¿tengo que hacerlo?

Mentiras de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora