Carlos & Karen - Epílogo

46 4 0
                                    

Cuando Karen pensó que todo lo que estaba sucediendo era irónico hasta el punto de dar risa creyó que quizá lucía un poco extraña si seguía sonriendo con tanta diversión así que respiró profundamente justo en el momento en que Carlos entró a la habitación que pronto, en cinco meses a decir verdad, pertenecería a su pequeño Rafael.
—¿Y... qué te parece? —cuestioné a Carlos en medio de una orgullosa sonrisa por mi increíble trabajo al organizar la habitación, él se acercó a mí y pasando su brazo por mi cintura me dedicó una hermosa sonrisa.
—Quedó perfecto —respondió presionando sus labios sobre mi frente—, aunque... ¿en serio son necesarios tantos monitores?
—Son de reserva —respondí asintiendo, tal vez mi esposo tenía razón y tres pares de monitores podían ser bastantes, pero no podía evitar tener toda esa paranoia de mamá primeriza. Carlos rio por lo bajó y asintió de acuerdo.
—Aun así, dormirá con nosotros los primeros meses, ¿no?, lo prefiero así, y después, moveré la cuna hasta nuestra habitación, creo que estará más seguro —aseveró.
—Con un papá como tú, claro que lo estará mi amor —aseguré levantándome un poco sobre las puntas de mis pies para poder besar sus labios.
—¿Un papá como yo? —curioseó.
—Ajá... y la verdad es que tengo que admitir que como futuro papá te ves increíble... muy guapo —agregué sonrojándome.
—Preciosa, esto es nada, sólo espera a que tenga a nuestro peque en brazos y te vas a derretir al vernos juntos, vas a querer casarte conmigo otras mil veces —apostó mientras acariciaba mi mejilla y me hacía sonreír.
—No creo poder tolerar el proceso de la boda otras mil veces —confesé—, ni si quiera porque tú seas el novio —bromeé; y también tenía que admitir que aunque antes nunca había sido una de esas chicas que desde pequeñas había imaginado su boda perfecta la mía había sido todo un sueño, quizá por el simple hecho de que el hombre que había estado esperando por mí frente al altar era el mismo que estaba hoy conmigo, el único del que me había enamorado en toda mi vida, el hombre por el cual había decidido convertirme en una persona cursi y tradicionalista, al grado de decidir casarme con él a penas cumplí mi mayoría de edad y con el que pronto, nuestra pequeña familia de dos, crecería.
—Sí, eso dices ahora, pero en serio, sólo espera a que Rafael decida que ya quiera nacer y verás que me darás la razón —respondió antes de que sus labios hicieran presión sobre los míos. Un día, conversando con Marlen me había comentado que los bebés sabían cuando hablaban de ellos aunque aún no nacieran y en ese momento pareció que su teoría fue respaldada por mi pequeño en cuanto se movió rápidamente.
—No lo alborotes —pedí a Carlos murmurando sobre sus labios.
—¿Qué?
—Se movió —informé sonriéndole a mi esposo, su sonrisa se agrandó y su mano estuvo enseguida sobre mi abultado vientre de cuatro meses de embarazo.
—¿De verdad?
—Sí... —Carlos se agachó hasta quedar a la altura de mi vientre, y suspiró.
—Hola mi amor... soy papá, espero y te guste el nombre que te elegimos... si no, ya tendrás después mucho tiempo para reprocharle a tu madre —reí por su ingenioso comentario, cayendo en cuenta que, con esos pequeños detalles Carlos hacia que a cada momento recordara que si antes había querido y planeado un montón de cosas diferentes para mi vida, hoy me alegraba de no haber seguido aquellos planes y es que estaba claro que de haberlos seguido no me hubiesen dado ni si quiera la mitad de la felicidad que sentía al estar con él.

Nuestro bebé se movió de nuevo causando una mueca de total sorpresa y admiración en la expresión de Carlos que me miró boquiabierto y me hizo saber que él también había sentido el movimiento de Rafael.
—Él sabe que tú fuiste quien más insistió para que se llamara Rafael —murmuré con algunas pequeñas lágrimas acumulándose en mis ojos, Carlos sonrió conmigo y bajó de nuevo su mirada hasta mi estómago.
—Mi amor, sólo te voy a pedir un pequeño favor —continuó—, trata de no poner a mami muy sentimental, ya vas a ver cuando nazcas que se ve aún más hermosa cuando sonríe —musitó antes de depositar un beso sobre mi vientre y haciéndome sonreír, regresó a su postura normal y suspiró pareciendo... él parecía realmente muy tranquilo, parecía una persona muy feliz y los recuerdos acudieron a mí, haciéndome notar que tenía la misma expresión que cuando decidí quedarme en México con él y ya no regresar a Texas luego de su fiesta de cumpleaños, o la misma expresión que cuando me propuso matrimonio y acepté justamente después de haber celebrado mi mayoría de edad frente a toda mi familia, sí, mi marido sabía cómo hacer las cosas y sabía cómo hacerme ver una y otra vez que realmente haberme aventurado por una relación con él, aun cuando ambos éramos escépticos del amor, fue lo mejor que pude haber hecho.
—Te amo, Karen —murmuró presionando su boca contra la mía—, y a ti —agregó colocando su mano sobre mi vientre—, muchas gracias hermosa, por hacerme el hombre más feliz del mundo entero... en sí, simplemente muchas gracias por existir en mi vida
—No des las gracias mi amor, es que... sencillamente ha sido todo un placer —murmuré en respuesta mientras colocaba mis brazos alrededor de su cuello y sentía sus manos posarse sobre mi cadera; sintiéndome como la persona más sabia del universo, tan sólo porque a pesar de que viví una historia de amor que nunca planeé ni vi acercarse, fue lo mejor que pudo haber pasado en mi vida y con el hombre más perfecto en el universo entero y me conformaba con saber eso, que tenía una muy hermosa historia con un hombre que me amaba tanto como yo a él; y con el cada vez más cercano nacimiento de Rafael, esta sería una buena forma de decir fin, porque según Disney y todos los cuentos de hadas se supone que termina cuando los personajes terminan viviendo felices por siempre y justo ese, sentía era mi mejor momento.

Carlos.-
Carlos miró atrás —en sentido figurado— y analizando las cosas se sorprendió de lo mucho que había cambiado en los últimos tres años, claro que el cambio más radical que todo el mundo pudo ver en él fue cuando recién conoció a la mujer que en muy poco tiempo se convirtió en el amor de su vida, cuando el Carlos Treviño que muchas veces dijo imposible su compromiso en alguna relación desapareció por completo y se convirtió en el Carlos de hoy, el que desde el momento en que Karen aceptó ser su novia, se había dedicado en cuerpo y alma a hacerle saber lo mucho que le había importado desde el primer momento en que ella apreció en su campo visual, en hacerle saber lo mucho que la amaba y siempre la amaría.
Y la verdad es que fuera de que todo me pareciera hoy muy curioso, me parecía realmente... lindo, sí, creo que esa palabra funcionaba. Ya que, puede que haya cambiado un montón, pero me alegraba infinitamente haberlo hecho, y definitivamente no haría nada diferente porque gracias a los radicales cambios que hice en mi vida, hoy día tenía a la mujer más valiosa a mi lado, amándome como yo la amaba a ella, aunándole a ese maravilloso hecho el que ella me había dado la bendición más grande de mi vida entera que era el pequeño que sostenía entre mis brazos, nuestro pequeño Rafael.
—¿Algún día vas a dejar que lo cargue? —cuestionó Manuel con el ceño ligeramente fruncido haciéndome mirarlo, mire a mi bebé de nuevo y negué. Adi y Karen rieron por lo bajó y negaron ligeramente divertidas por la situación.
—Amor, deja que lo carguen un poco —intervino Karen con una pequeña sonrisa.
—Ya qué; sólo porque mi mujer me lo pide —respondí a Manuel poniéndome de pie y caminando en su dirección para que cargara a Rafael.
—¡Ya llegamos!, ¿dónde está el bebé? —inquirió Daniel a manera de saludo entrando a la habitación que asignaron a Karen en el hospital.
—Ou, míralo, es tan bonito y precioso —exclamó Karly luego de saludar a Adi, mirándolo y apartando de su carita el ligero cobertor con el que las enfermeras lo envolvieron como taco—; ¿cómo estás? —preguntó hacia mi esposa, saludándola.
—Exhausta, pero feliz
—¿Y tú? —quiso saber mi amiga mirándome.
—Sinceramente, soy el hombre más feliz del planeta entero —respondí tomando asiento junto a Karen y depositando un beso sobre su sien.
—¿Pueden decirle a Manuel que es mi turno para cargarlo? —preguntó Daniel.
—¿Qué?, pero si a penas y Carlos lo ha soltado, además... míralo, es un bebé tan bonito, quiero cargarlo más tiempo —decidió Manuel
—¡Llegamos! —avisó Marlen abriendo la puerta de la habitación, parecía apurada y estaba en compañía de los miembros restantes de nuestra familia política que prácticamente abarrotaron la habitación.
Y para el final del día, mientras mi esposa terminaba de prepararse para salir del hospital y regresar a nuestro hogar ya en compañía de nuestro primogénito, me di cuenta de lo afortunado que había sido en el momento en que decidí acompañar a Antonio en su viaje a Texas para que recuperara a Danna, si no lo hubiera hecho, sólo Dios sabe si hubiese podido ser tan feliz como lo era con mi Karen, sólo con ella, y ahora con nuestro precioso Rafael a quien levanté un poco en mis brazos aprovechando que seguía durmiendo —como había hecho la mayoría del tiempo desde que lo trajeron con nosotros— y besé su pequeña frente.
—Tenías razón —murmuró Karen saliendo del baño de su habitación ya vestida de manera deportiva y cómoda, la miré esperando que siguiera y me sonrió con ternura, y en ese instante sentí de nuevo como si otra vez ella robará mi corazón—, con Rafael en tus brazos hasta me dan ganas de casarme otra vez contigo —respondió haciéndome sonreír.
—Un punto para Carlos —festejé, ella se sentó a mi lado con calma y suspiró mirando al pequeño en mis brazos con una sonrisa tan hermosa que me confirmó aún más lo que ya sabía: siempre la amaría—; te amo —musité atrayendo su atención, ella suspiró y presionó sus labios contra los míos.
—También te amo —respondió haciendo mi día aún más perfecto.
—Te amo mucho —repetí haciéndome notar que estaba diciendo las palabras que nunca creí decirle a alguien con tanta certeza y mucho menos en aquella situación, pero justo ahora no me importaba, porque eran las palabras que se sentían más correctas, definitivamente la amaba y eso nunca en la vida cambiaría.

Mentiras de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora