Antonio & Danna - Epílogo Final

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—Es realmente hermosa —murmuró Antonio pasando sus brazos alrededor de mi cintura y recargando su barbilla sobre mi hombro, acaricié sus brazos y asentí de acuerdo con él—; como tú mi amor, si no fuera porque sus ojos son del color de los míos, ella sería un mini clon tuyo —reí por lo bajo y asentí ligeramente observando con atención a la menor de mis hijos de tan solo año y medio, Alejandra, que dormía profundamente sobre su cuna.
—¿Y Alfredo y Antonio? —cuestioné a mi marido acerca de mis otros dos pequeños, girándome entre sus brazos para poder verlo de frente.
—Alfredo —de cuatro años—, ni si quiera despertó mientras lo llevaba a su habitación y Antonio —el mayor, de los tres con sólo seis años y medio— dijo que él se preparaba sólo para dormir, así que seguramente debería ir a checarlo
—Iré contigo —decidí tomando su mano y dejando encendida una pequeña lámpara en la habitación de nuestra hija antes de salir de ahí y dar un rápido vistazo en la habitación de Alfredo que como era su costumbre ya dormía completamente atravesado y con uno de sus bracitos colgando de su cama, y después ir con Antonio bebé que como dijo, él solo se había alistado para dormir y ya dormitaba sobre su cama, lo abrigué bien y besé su frente ocasionando que entreabriera un poco los ojos y me dedicara una pequeña sonrisa, y como cada que sonreía dejó ver su más grande parecido con su padre, esa hermosa sonrisa que te hacia sonreír con él.
—Descansa, campeón —inquirió Antonio apartando el cabello de nuestro hijo de su frente.
—Y ustedes —murmuró el pequeño antes de quedarse dormido.

Una vez que estuve completamente lista para dormir, salí del baño de mi habitación encontrándome con la imagen de Antonio sobre la cama, con uno de sus brazos detrás de su nuca y el otro sosteniendo el control remoto de la televisión, apenas me miró sus labios se entreabrieron un poco y estoy segura de que me sonrojé, sí, yo aún me sonrojaba cuando él me miraba de esa manera.
La televisión se apagó y sólo quedó la luz de la lámpara sobre mi mesa de noche iluminando nuestra habitación. Arqueé una ceja y me acerqué un poco sentándome sobre el colchón de la cama, quedando frente a él.
—¿Sucede algo? —cuestioné, Antonio esbozó una pequeña sonrisa y asintió antes de llevar con cuidado la palma de su mano hasta mi mejilla y juntando su frente a la mía suspiró.
—Sucede que tú me dejas sin aliento... a cada momento mi amor, eres tan hermosa, tan amable, dedicada, eres una excelente mamá, Dan, eres tan bella, por dentro y por fuera —murmuró con sus labios rozando los míos—, que no sé si algún día terminaré de creer que eres real y eres mía —musitó antes de besarme y hacer que fuera con él para que mi espalda quedara completamente contra el colchón de nuestra cama—; simplemente sigo tan enamorado de ti como el primer día
—¿Cómo el primer día?
—Sí —respondió con sus labios bajando por mi cuello—, siempre será así preciosa, yo completamente loco por ti —respondió mirándome a los ojos, acaricié su mejilla y no supe que responder a eso, no cuando la verdad era que me sentía de la misma manera que él.
—Te amo —musité enredando mi pierna alrededor de su cadera, sus labios presionaron contra los míos mientras sonreía y cuando finalmente nos separamos un par de milímetros para recuperar un poco de oxígeno, él bajó su boca hasta que encontró el dije que descansaba sobre mi pecho, el pequeño corazón que era acompañado por su inicial y sus labios presionaron sobre ese punto.
—Te amo —inquirió mirándome de nuevo, haciéndome sonreír antes de regresar a nuestra tarea de besarnos, besarnos como si con cada uno de sus besos me reafirmara el amor que sentía por mí y el que yo sentía por él, como si con cada caricia me hiciera darme cuenta una y otra vez de lo inmensamente feliz que era con él, a pesar del pasado entre nosotros, porque de no ser por ese pasado tal vez no estaríamos juntos, doce años después de conocernos, profesando nuestro amor con tres hermosos hijos como fruto de ello.


Antonio.-
Depositando un beso sobre la frente de Dan suspiré y acaricié su espalda desnuda, la observé dormir tan pacífica como solía hacerlo, con su mejilla descansando sobre mi pecho, me sentí sonreír a sabiendas de que probablemente nunca me cansaría de observarla, porque cada vez que lo hacía y la encontraba a mi lado me recordaba lo dichoso que era de tenerla conmigo, de que ella me hubiera elegido a mí a pesar de lo imbécil que un día fui, ella me amaba y eso bastaba para hacerme sonreír como idiota, "la chica bonita" que había entrado con Daniel a nuestro salón de clases hace ya tantos años me amaba a mí, me amaba y se casó conmigo, me había dado tres hermosos hijos y simplemente jamás me cansaría de agradecerle o de hacerle saber lo feliz que me hacía y lo mucho que la amaba, porque desde que Dan entró a mi vida, sencillamente me volvió el más afortunado del mundo entero.
—Te amo —repetí con cuidado de no despertar a mi esposa, justo como la primera vez que le había dicho aquellas palabras, hace tantos años y a sabiendas de que desde aquel entonces ese sentimiento seguía intacto, presioné mis labios sobre su sien sintiendo como si la palabra "te amo" nunca parara de salir de mis labios cuando estaba con ella, pero no me podían culpar, bastaba sólo mirarla con ese ligero rubor natural coloreando sus mejillas para que yo recordara por qué me había enamorado de Dan, incluso desde mucho antes de que lo aceptara.

Mentiras de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora