Capítulo Cuarenta y Tres

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—Cuéntanos Danna, por favor —pidió Antonio.

—No estamos saliendo —respondió Saúl antes que yo pudiera hacerlo—, Dan y yo sólo somos amigos

—¿No están saliendo? —Tamara parecía decidida a que siguiéramos hablando del tema—, me pareció algo diferente sobre todo porque ustedes estaban como... besándose

—Tamara, si te están diciendo que no están saliendo es porque no están saliendo —intervino Manuel.

—Pues sería lindo que lo hicieran... hacen una bonita pareja —inquirió Tamara sonriendo falsamente, Antonio se levantó de su lugar y se retiró por el pasillo que llevaba a las salas de juntas.

—Esa... sería una buena idea —la apoyó Saúl, y por muy bonitos que fueran los ojos verdes del muchacho, me dieron ganas de sacárselos ahí mismo—, ¿no te parece?

—Voy a buscar a Antonio —informó Tamara yéndose por el mismo camino que Antonio.

—Eh, yo voy a... —Manuel estaba a punto de ponerse de pie para dejarme sola con Saúl, lo miré suplicante y creo que él comprendió que no era buena idea que justo ahora huyera— ...estirar las piernas —se puso de pie y caminó unos pocos metros paseándose frente a los ventanales.

—¿Qué sucedió? —cuestionó Saúl acercándose un decidido paso a mí.

—Nada —respondí en medio de un suspiro.

—Cómo que nada —insistió mirándome a los ojos—, todos se pusieron tan extraños —notó.

—Llevamos mucho tiempo aquí, es todo —expliqué—, creo que sería mejor si conversáramos en otro momento, ¿te parece? —Saúl asintió y besó mi mejilla para despedirse, Manuel llegó de nuevo a la pequeña sala de espera y se sentó junto a mí mientras suspiraba con exageración.

—Eso fue... no sé ni por dónde comenzar Dan —inquirió.

—Ni que lo digas —murmuré apoyando sobre mis rodillas mis brazos.

—¿En serio sales con él? —negué con fuerza, luego asentí una vez y después negué de nuevo— sabes, me siento como una niña chismosa preguntándote por cada detalle, así que, sólo por favor, cuéntame y que conste que es la única vez que lo pediré —advirtió dedicándome una pequeña sonrisa.

—Quizá sea complicado —informé.

—Ya es complicado —agregó.

—Tienes razón —cedí preparándome para contarle lo que había sucedido pero antes de que mi voz saliera, la risa de Tamara sonó a poca distancia. Levanté la vista y la encontré caminando muy pegada a Antonio con el brazo de él alrededor de su cintura. ¡Alrededor!

Antonio.-

Simplemente no pude mantenerme sentado en aquel lugar un minuto más, sabía que si lo hacía, probablemente pasarían dos cosas: sacaría a Saúl de ahí a patadas y comenzaría a pedirle a Danna explicaciones, explicaciones que no me debía.

Ella y yo no éramos absolutamente nada y por eso mismo no podía exigirle que me explicara qué clase de mierda era esa de la que hablaba Tamara. Aunque, si ella no se dio el tiempo de desmentirla era probable que todo eso simplemente fuese la verdad.

Yo simplemente no la entendía, ¿a qué quería jugar?

Primero acepta pasar el rato conmigo teniendo una muy corta pero excelente sesión de besos y luego ¿qué?, ¿sale con él en cuanto ha terminado su tiempo conmigo?, ¿y también lo besa?

En serio que no entendía a Danna, pudo simplemente haber sido sincera conmigo, pero entonces, una voz interna me corrige, recordándome que yo tampoco he sido sincero con ella, y sé que esa maldita voz de mi conciencia que sorprendentemente suena como la voz de mis amigos tiene razón, pero eso no cambia el hecho de que esté enojado porque ella ha salido conmigo y luego con Saúl. Sé que no tenía ni si quiera ese derecho, pero me justificaría diciendo que de todas las personas que pudieron haberme dicho una mentira, Danna se encontraba en el final de la lista, sencillamente no lo esperaba.

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