Capítulo Sesenta y Uno

67 6 3
                                    

Danna.-

Poco a poco el lugar comenzó a llenarse nuevamente de ruido conforme todos se fueron despertando, suspirando decidí que era tiempo de regresar al pequeño claro, necesitaba un poco de comida en mi sistema para comenzar a procesar todo de una manera menos dramática, además, si seguía pasando tiempo sola no tardaría en ponerme a llorar de nuevo y justo ahora no necesitaba unos ojos hinchados.

Comencé a caminar lentamente por la orilla del lago cubriendo con mi mano mis ojos de la luz del sol, pero cuando tropecé por segunda vez a punto de caerme decidí que era mejor sufrir un poco con la luz del sol en los ojos que caer de bruces a la orilla del lago, así que levanté la vista, y entonces lo divisé, conversando con Sofía, con sólo poca distancia entre ellos, conversando con tal confidencialidad que incluso mirando desde lejos, me sentía como si invadiera su privacidad. Entonces noté que él la miraba con tal anhelo que la preocupación crispaba su rostro... y las palabras de David hicieron eco en mis pensamientos con esa escena otorgándole la razón, para Antonio, Sofía era la única.

Un familiar sonido proveniente del bolsillo de mi pantalón distrajo mi atención, un nuevo mensaje en mi teléfono fue anunciado y noté que, en esa parte del lago, tenía una rayita de señal, entonces, una nueva notificación entró, esta vez anunciaba que tenía trece llamadas perdidas de mi mamá que comenzaron en las últimas dos horas, ocho de Leila y nueve de César quien había dejado un mensaje diciendo: "Llama en cuanto veas esto, es URGENTE".

Sintiendo como mi corazón se aceleraba decidí llamarlo en seguida, pero en cuanto moví el teléfono de lugar la llamada dejó de realizarse, mis manos comenzaron a temblar con preocupación y comencé a correr en dirección al claro para ir en seguida a la tienda y obtener un poco de señal y saber por qué mi madre había llamado tantas veces al igual que Leila y por qué César quería que lo llamara con urgencia.

—Danna —me detuvo Antonio tomando mi brazo, sorprendiéndome de lo doloroso que era escuchar su voz con ese tono tan decaído, me negué a mirarlo—, necesitamos hablar... qué pasa, a dónde vas —preguntó intentando alcanzar mi barbilla con su mano.

—Suéltame —exigí jalando hacia mí mi brazo sin éxito alguno—, ¡que me sueltes! Tengo... tengo que ir a llamar a mi madre, ¡suéltame! —grité exasperada, lo miré con los ojos empañados de lágrimas nuevas que amenazaban con caer por mis mejillas en cualquier momento.

—No, Danna, qué pasó, qué te sucedió, habla conmigo, por favor —pidió llevándome hacia él.

—Justo ahora no tengo tiempo para hablar contigo —usando casi todas mis fuerzas me solté de su agarre y reanudé mi camino para que mi teléfono tuviera señal.

—Danny —murmuró Andrea observándome pasar a su lado con rapidez, la sonrisa que había estado esbozando se sustituyó por una expresión seria mientras me veía alejarme.

Con poco aliento y las piernas ardiéndome por el esfuerzo saqué de nuevo mi teléfono del bolsillo de mi pantalón, y antes de que yo pudiera llamar a alguien una nueva llamada de mi madre hizo que la pantalla de mi celular se iluminara.

—Mamá —respondí sintiendo mis pulmones arder—, ¿qué sucedió', has estado llamando tanto

—Dan —su voz sonaba aliviada—, intenté llamar a todos y nadie respondió —se quejó sollozando.

—Ma... ¿por qué lloras?, ¿qué sucede?

—Necesito que regreses ahora mismo —ordenó—, algo pasó, Alfredo...

—Mamá, tranquilízate —interrumpí cuando ella no pudo seguir con lo que decía debido al llanto—; qué pasó con papá —mi voz tembló, ella estaba llorando, algo había pasado con mi padre y eso en la misma situación no predecía algo bueno.

Mentiras de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora