Capítulo Ochenta y Uno

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Antonio.-

—¿Cuándo regresó Danna? —preguntó David mirando en mi dirección.

—Acaba de hacerlo —me limité a responder de mala gana, ya tenía suficiente con el tipo nuevo mirándola como para tolerar de nuevo a David estando alrededor de mi Dan.

—Ella es caliente —aseveró el tipo nuevo sin quitarle la mirada de encima, aun cuando ella se sentó.

—Hey —protestó Manuel con el ceño fruncido.

—Lo siento —dijo el muchacho nuevo bajando un poco la voz mientras el maestro seguía explicando las actividades semanales—, ¿es tu novia?

—Mi hermana —respondió Manuel con seriedad.

—Corrijo entonces —decidió—, tu hermana es bellísima —esta vez fue mi turno para mirarlo de mala manera y él simplemente se encogió de hombros.

—Güey, deja de hacer eso —le pidió David—, limítate a saber que sí, es guapísima pero ella no está al alcance —le advirtió sabiamente.

—¿Por qué? —preguntó el tipo nuevo, creo que su nombre era Mateo, la verdad hasta ahora no me había importado en lo más mínimo. Una sonrisa tiró de mis labios, yo sabía la respuesta a esa pregunta, Danna jamás mostró interés por alguien de este salón o de la escuela entera, yo había sido la excepción, fue entonces que mi sonrisa se eclipsó, sí, yo había sido la excepción y lo eché todo a perder.

—Ya escuchaste, su hermano está en el mismo salón que tú, eso es suficiente para alejarte —respondió David.

—Yo sólo quiero ser su amigo —inquirió Mateo. Esto comenzaba a cansarme, Daniel fue el primero en notarlo y una sarcástica sonrisa apareció en su cara—, por ahora

—Te lo dije —dijo Carlos a mis espaldas—, al que madruga, Dios lo ayuda y tú no estás madrugando amigo mío

—¿Has notado que ella a penas me mira? —pregunté hundiéndome un poco en mi asiento.

—Sí, igual que cuando llegó, pero en ese entonces lograste hacer de las tuyas, ¿no? —opinó Daniel—, tal vez es sólo cuestión de intentarlo Antonio

—Bien, me daré prisa

—Pero hazlo, él parece entusiasmado —agregó mirando en dirección a Mateo.

Danna.-

La mayoría de los maestros estaban tomando bien mi regreso y afortunadamente no serían tan exigentes para evaluar los casi dos meses de clase que había perdido con ellos, y para la última clase el chico que no había estado en el salón el semestre anterior —el que sugirió me presentara cuando entré—, había disminuido sus sarcásticos e irónicos comentarios sobre que debería presentarme con el grupo, así que cuando la campana que anunciaba nuestro final del día sonó sentí alivio de no tener que escucharlo una vez más.

—¿Nos vamos? —preguntó Marlen con su mochila sobre su hombro.

—Tengo que ir a la sala de maestros —les recordé—, las veré en el estacionamiento

—¿No quieres que vayamos contigo? —cuestionó Karly terminando de recoger sus cosas.

—No te preocupes, serán sólo unos minutos, lo puedo manejar —aseguré poniéndome de pie y caminando con ellas hasta la salida del aula.

—¿Regresarás conmigo, verdad? —cuestionó Manuel interceptando nuestro camino.

—No se te vaya a ocurrir dejarme —advertí.

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