Capítulo Cincuenta

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—¿Es por Saúl? —preguntó con seriedad, asentí recogiendo mis cosas de la arena—, lo que no es correcto es que tú estés con él cuando me quieres a mí —reclamó.

—No quiero ocultarle las cosas, no lo merece —respondí antes de marcharme con prisa al interior de la casa.

Cerrando con fuerza la puerta de mi habitación provisional, coloqué el seguro y me dejé caer sobre la cama, necesitaba descansar, pero más aún debía aclarar mis pensamientos. Antonio tenía razón —y esto también debería ser agregado a la lista de cosas que jamás admitiría en voz alta— no era correcto que yo estuviera con Saúl cuando, de verdad quería a Antonio, y era mucho menos correcto estar besándome con él mientras Saúl arreglaba lo de su universidad.

No supe cuánto tiempo estuve sólo sentada sobre la cama, hasta que alguien golpeó la puerta un par de veces.

—¿Danny? —cuestionó Genaro. Me puse de pie y abrí la puerta.

—¿Qué pasa?

—Oh, nada, sólo quería verificar si ya estabas aquí, ¿Antonio te acompañó?

—Lo hizo —respondí.

—Vaya que bien, y... ¿ya estabas por dormir, no?

—Así es, no te preocupes —pedí—, ve a descansar, que en un rato iré a ver a Marlen —advertí haciendo que la sonrisa abandonara su rostro—, es broma, ¿Andrea llegó contigo? —negó calmadamente y se recargó en el marco de la puerta.

—Tiene una hora para estar aquí o me va a obligar a encerrarla bajo llave los próximos tres años

—Estará aquí —aseguré—, no creo que quiera arriesgarse

—Eso espero, por cierto, ¿dónde está Antonio? —preguntó enarcando una ceja.

—En su habitación —supuse—, ¿y Daniel y Karly? —cambié el tema.

—En la playa —informó.

—Bien, pues... ve con tu mujer —opiné—, nos veremos mañana —supuse.

—Descansa —deseó antes de marcharse. Cerré nuevamente la puerta y me asomé por la ventana y justo como mi primo había dicho, pude divisar a Daniel y Karly sentados sobre la arena, sonreí y cerré las persianas para darme una ducha ya que aún sentía pequeños y molestos granos de arena entre mi ropa.

Casi veinte minutos después mi cuerpo estuvo libre de arena y olor a sal, así que, ya con mi pijama puesta y una toalla envuelta en mi cabello comencé a buscar la pequeña maleta extra que Saúl había comprado para mí —y que incluso era idéntica a la que él había planeado traer— en donde había metido mi crema corporal y para peinar así como un cepillo para el cabello, entre otras cosas. Pronto la encontré al lado de la maleta más grande donde había traído mi ropa, me senté en el banco frente al tocador y abrí la pequeña maleta, sólo que no encontré mi crema corporal, ni si quiera para peinar o un cepillo para cabello, en vez de eso lo único que estuvo a mi vista fue una loción para afeitar, un desodorante de hombre, un repelente de insectos y lo que parecía ser bloqueador solar, vaya, genial, que inteligente, esta era la maleta extra de Saúl... y probablemente él ahora tenía la mía.

—Danna, cúbrete que voy a pasar —anunció una alegre Karly antes de irrumpir en mi habitación, se dejó caer sobre la cama y miró al techo con felicidad, comenzaba a creer que la mujer estaba drogada.

—Sí, pásale —murmuré levantándome del banquillo del tocador para cerrar la puerta, pero antes de que lo hiciera Andrea & Marlen aparecieron frente a mí, me hice a un lado para que entraran y después cerré—; ¿sucedió algo? —pregunté observando como las tres se sentaron sobre mi cama.

Mentiras de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora