Capítulo Ochenta y Ocho

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—Tú otorgaste que me amas —respondió en voz baja antes de que la puerta del auto de mi mamá cerrándose hiciera fondo a sus palabras— y yo te amo Dan, es cuestión de tiempo —afirmó.

—Buenas noches —saludó mi madre audiblemente.

—Buenas noches señora Rinalde —respondió Antonio desviando su mirada de mí un par de segundos.

—¿Está todo bien? —cuestionó mi madre tardándose en entrar al interior de la casa, asentí en respuesta a ella.

—Entraré en un segundo —informé.

—Ok, hasta luego Antonio, saludos a tus papás —inquirió mi mamá.

—De su parte señora, hasta luego —contestó Antonio con una pequeña sonrisa en los labios antes de que mi madre hiciera su camino adentro—; creo que le agrado —añadió mirándome de nuevo, con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón—, pero sé que estabas por decir algo, así que por favor —pidió.

—Es cuestión de tiempo para que mi pie se estampe en tu cara Briseño, sobre todo si sigues tan ególatra —advertí.

—El punto era comenzar de nuevo, y si mal no recuerdo, muchas veces antes advertiste lo mismo

—Antes —repetí.

—Y también solías enojarte de esta manera tan bonita, te sonrojas —señaló acercándose a mí y tocando con la yema de sus dedos mis mejillas—, claro que es diferente de la manera en la que te sonrojas cuando alguien te halaga, eso no me hace muy feliz —aceptó con su mirada sobre mis labios y haciéndome dudar de cuanto más soportarían mis piernas que ahora eran como gelatina ante las palabras del hombre frente a mí—; ve con Manuel —pidió—, te necesitará un poco más que yo justo ahora

—Te veré el lunes —decidí separándome de él—, de nuevo, gracias

—Descansa —deseó sin moverse de su lugar, comencé a caminar un tanto cabizbaja de regreso a la entrada principal de la casa cuando él musitó mi nombre—, Dan...

—¿Si? —pregunté girando un poco para poder verlo

—Te amo —y yo a él.

—Descansa —pedí sin poder decir nada más antes de regresar a la sala de la casa donde mi madre no supo disimular que había estado mirando todo desde el ventanal que daba al jardín delantero.

—¿Qué es lo que, exactamente, sucedió con Manuel?, porque fui a verlo y creo que estaba por quedarse dormido... pero eso no parecía muy normal —quiso saber.

—Andrea... me parece que Andrea terminó con él —informé.

—No, ya, en serio

—De verdad —afirmé—, y está ebrio, probablemente justo ahora esté vomitando todo el piso de su habitación, así que... iré a verlo, deberías llamar a Jorge para que no tarde mucho, podríamos necesitar de su ayuda

—Oh por dios, un adolescente ebrio, no sé qué hacer en situaciones así, ok, llamaré a tu padre, lo llamaré —decidió mi mamá entrando en pánico un poco mientras miraba en todos los sillones, yo supongo que buscando su celular—, ¿necesitas que haga otra cosa? —ofreció deteniendo mi andar en las escaleras.

—¿Está Chely?

—No

—Pues, podrías buscar algo de comer en el refri y calentarlo —opiné.

—Calentar comida —inquirió mi madre—, ¿otra cosa?

—Es todo ma... sólo... deberías considerar que espiar a las personas es de mala educación —dije comenzando a subir de nuevo los escalones restantes para llegar al segundo piso.

Mentiras de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora